Dicen que el hogar se encuentra en donde está el corazón… si esto es cierto, Reynosa no es la casa de los Tigres B, el equipo local de la liga de futbol profesional de ascenso.
A casi dos años de haber llegado a esta frontera –desatando una controversia por la decisión de convertir en cancha de soccer el campo de béisbol del estadio “Adolfo López Mateos”–, la escuadra dirigida por José Sigifredo Treviño no ha logrado meterse en los corazones de la afición calera.
Prueba de ello son las pobres entradas que cada quincena se registran en el campo del “López Mateos”, que sólo un par de ocasiones –una de ellas, la presentación del equipo– ha registrado un lleno.
La culpa no es de los jugadores, un grupo de jóvenes voluntariosos a quienes no se les puede acusar de no entregarse en la cancha, aunque en ocasiones no consigan los resultados que se esperaban.
La falta de imán de la taquilla Tigre quizás se deba a que el equipo ocupa la casilla número 11 de la Tabla General de Clasificación del Torneo Clausura 2008, con cuatro juegos ganados, tres perdidos y cinco empates.
De hecho, desde que llegaron a Reynosa el equipo no puede considerarse como un protagonista en la división de ascenso del futbol mexicano. En el torneo Apertura 2007, los de amarillo y azul quedaron en el lugar número 16 de la tabla, con cuatro juegos ganados, seis perdidos y siete empatados.
Estos pobres resultados han ido alejando a los aficionados de las gradas del “López Mateos”, que a la fecha apenas registra entrada que no superan a las 400 personas.
DOMINGO FUTBOLERO EN REYNOSA
De no ser por el estruendo que provocan las bocinas que reproducen a todo volumen el himno de los Tigres y la presencia de un vendedor callejero de camisetas y otros artículos futboleros, las afueras del estadio “Adolfo López Mateos” lucirían igual que cualquier día de la semana.
Sin embargo hoy no es un día como cualquier otro, es domingo de partido y los Tigres B reciben al Santos, la filial de la escuadra verde y blanco de la Comarca Lagunera quien no atraviesa por su mejor momento, pues ocupa el penúltimo lugar de la Tabla General de clasificación.
Quizás por ello puede verse cierto gesto de optimismo en los pocos aficionados felinos a quienes no les importa que el día esté frío, nublado, con amenaza de lluvia y que el precio de los boletos sea de 80 y 50 pesos.
Sin más preámbulo que la presentación de la alineación local seguida por –otra vez– el himno de Tigres a todo volumen, el partido inicia y los alrededor de 400 asistentes reciben el premio a su presencia: apenas al minuto 3 Oscar Arturo Martínez anota por los de azul y amarillo.
El gol tempranero inyectó algo de entusiasmo a las personas que apenas se acomodaban en sus asientos. No faltó quien por andar comprando una cerveza, unas semillitas o unos fritos, no vió el tanto.
En las gradas del “López Mateos” nadie estaba más contento que los integrantes de la Barra Brava de los Tigres B, un conjunto conformado por 8 jóvenes, un tambor y dos mantas de apoyo.
Es verdad, hace unos meses el grupo era más numeroso pues ocupaba casi toda el área de sol del “López Mateos”, pero los resultados no han llegado, el entusiasmo va a la baja y sólo estos ocho guerreros han decidido quedarse con sus brincos y sus cánticos apoyando a sus Tigres B.
La felicidad de los pocos aficionados felinos apenas duró 15 minutos, pues el jugador lagunero, Salvador Sánchez, aprovechó un tiro libre directo con el que venció a Enrique Eduardo Palos, portero y símbolo del equipo felino.
A partir de entonces el partido se convirtió en un concierto de patadas, pases equivocados y balones al aire que denotan la juventud y poca experiencia de los jugadores de la filial de los Tigres que juegan en el Estadio Universitario.
La falta de espectáculo hizo su efecto en las gradas y la mayor parte de los asistentes pasaron lo que quedaba de la primera mitad hundidos en sus asientos, esperando un momento emocionante que nunca llegó.
Sólo la barra brava seguía con sus saltos, sus canciones y su tambor que nunca dejó de sonar y que, en ocasiones, animaba a algún espontáneo a gritarle alguna leperada al árbitro por una marcación controvertida.
Cuando llego el medio tiempo los de la barra brava callaron y la gente aprovechó para ir al baño, comprar otra cerveza o comentar con su familia cualquier cosa, menos como iba el partido.
Como aquí no hay porristas, concursos o promociones –hace meses que El Supertigre no visita estas tierras– los minutos de descanso de los jugadores pasaron entre los
bostezos de la afición.
El segundo tiempo inició como acabó el primero. Balones equivocados, roces en la media cancha y una cantidad exagerada de saques de banda que le quitaban brillo al encuentro.
De hecho, los asistentes prefirieron divertirse a costa del portero del Santos, Francisco Javier González, quien debido a un par de fuertes entradas, pasó gran parte del partido en el pasto, recibiendo atención médica y retrasando el encuentro.
Cuando la afición apenas comenzaba agarrar ambiente por la “carrilla” contra el guardameta lagunero, la tragedia llegó. Al minuto 55, Arturo Chávez logró acomodar un partido en las redes y puso en ventaja a los de Torreón.
Desesperados porque el partido se les iba de las manos, los jóvenes Tigres se lanzaron al ataque con mucho entusiasmo pero con muy poco orden.
Contagiado por la desesperación, el técnico “Pepe” Treviño metió a la cancha a Víctor René “El Kalimba” Mendieta, un moreno jugador de cabellos oxigenados quien tras un par de jugadas dejó claro que lo que lo hace sobresalir es el color de su pelo, no lo que puede hacer con las piernas.
A ocho minutos del final, Alejandro “El Chucky” Villalobos logró la hazaña y tras un rebote consiguió el gol del empate con el que Tigres hilvanó cuatro juegos sin perder.
Quien también ganó fue Santos, pues rompió una marca de cuatro juegos perdidos al hilo que lo mantenían en el undécimo puesto del primer agrupamiento.
Cuando el árbitro marcó el final del encuentro, los 400 aficionados Tigres se levantaron de sus asientos, se estiraron y abandonaron el estadio “López Mateos” en el agridulce sabor de que no perdieron, pero tampoco ganaron.
Mientras tanto los Tigres B abordaron el camión que los llevó de regreso a Monterrey, Nuevo León, (su verdadera casa) donde esperarán dos semanas para regresar otra vez a Tamaulipas.
Hoy, que diversas voces en Reynosa solicitan el regreso del béisbol profesional, el futuro para la filial de los felinos luce incierto, más porque son muy pocos los que realmente decidieron regalarle su corazón a la camiseta azul y amarillo.
Sin embargo no hay que preocuparse, la experiencia nos ha enseñado que ni el futbol, ni el basquetbol profesional e incluso el béisbol que tanto extrañan algunos, ha conseguido enraizarse en esta frontera.
Basta una mala racha de resultados para que de pronto las gradas de los estadios y los gimnasios luzcan vacías y quien no lo crea sólo tiene que recordar aquella infame última temporada de los Broncos de Reynosa en el “López Mateos”.