
Entre los años ochenta y noventa era Pablo Larios Iwasaki una de las figuras más reconocidas del deporte nacional. Fue el guardameta titular en México ’86 y, por su estilo de juego, arriesgado, se convirtió en el referente futbolístico de otros arqueros, pero fuera de las canchas no pudo atajar los castigos de la pena máxima: las tragedias y la muerte.
Paró los disparos más osados y potentes de los grandes exponentes del balompié profesional. En la temporada 89–90 probó de la miel del campeonato con el Puebla de Manuel La Puente. Bajo los tres palos defendió también las camisetas del Zacatepec, Cruz Azul, Toros Neza y del seleccionado Tricolor.
Junto con Jorge Campos, su discípulo, fue uno de los porteros más coloridos y queridos de la afición mexicana. Su liviandad, elasticidad y reflejos le permitieron establecer condiciones como guardameta titular en los clubes donde participó.
De él existen muchos videos jugando al futbol, en los que prácticamente aparece volando para rechazar balones, como aquella magistral jugada de 1987 en la que varias veces impidió sobre la línea de meta un tanto del Guadalajara en el Estadio Azteca.
Pero es probable que su partido más difícil no estuvo dentro, sino fuera del campo, donde inevitablemente pudo desviar los cañonazos que recibió en vida:
Primero en 2007 con la muerte de su padre, dos meses después de su primera esposa, luego en 2008 de su hijo y posteriormente de su madre y su hermana. Pero el sufrimiento de Pablo Larios no se detendría ahí.
Algunos años después de haberse retirado del futbol su nariz comenzó a desfigurarse a causa de una bacteria, que contrajo por el uso de drogas, según confesó en una entrevista.
Esa enfermedad terminaría convirtiéndose en un calvario para el ex deportista pasando una y otra vez por los quirófanos: ante la prensa el ex cancerbero había declarado que llevaba alrededor de 20 operaciones reconstructivas.
El medio futbolístico no daba crédito cómo la vida de un gran jugador se había desdibujado de manera tan drástica. Mientras sus ex compañeros y contemporáneos se mantenían en activo como comentaristas, directivos, auxiliares técnicos o entrenadores, Larios Iwasaki parecía que no podía reponerse de esa atroz goleada en el juego de su vida.
Y así ocurrió, el pasado miércoles 30 de enero de 2019 fue ingresado de urgencia al Hospital General de Puebla por complicaciones respiratorias. Se había agravado por un problema intestinal, que finalmente un día después le provocó un paro respiratorio y luego un letal infarto.
Tenía 58 años de edad. Nació y murió en un día 31. El medio futbolístico y el no futbolístico llora a su ídolo. Las reacciones están en todos los medios y la noticia de su fallecimiento también.
SUS INICIOS
Desde que nació Pablo Larios Iwasaki estuvo ligado al futbol. Vivió justo en frente del estadio ‘Coruco’ Díaz, la casa del Zacatepec, en Morelos.
Provenía de una familia trabajadora. Su padre tenía una casa de materiales y su madre, de ascendencia japonesa, le ayudaba a forjar la educación de él y sus hermanos.
Durante los años setenta un entonces jovencito Pablo combinaba las horas de trabajo (entregando bultos de cal, arena y cemento) junto con el futbol.
Todos los días a las 10 de la mañana se calzaba los ‘spikes’ y los guantes, porque le daban permiso de ir a entrenarse con el club, que por aquel entonces jugaba en la Primera División y que era ya considerado un equipo importante del balompié nacional (al haber obtenido durante los años cincuenta dos campeonatos de liga y mantenerse después entre los mejores lugares).
Esa atmósfera que envolvía a la región cañera de Zacatepec marcó su vida como futuro jugador. El futbol ahí era una religión y no mucho después comenzó a protagonizar una época dorada al debutar con el equipo de sus amores en el año de 1980.
Con el transcurso de las temporadas Pablo Larios Iwasaki se ganó un puesto como titular. Eran días de alarido, de fulgor, de fiesta, de alegría…
Difícilmente alguien se podía imaginar que un joven tan sano, con una familia que era inmensamente feliz, tendría que soportar en otro tiempo días aciagos, apesadumbrados, lúgubres.
En muchos países del mundo fue televisada la Copa Mundial de Futbol de 1986. México fue el anfitrión y Larios Iwasaki el titular en la puerta nacional.
Junto con jugadores de la talla de Hugo Sánchez, Manuel Negrete, Javier Aguirre, Tomas Boy y Fernando Quirarte, el combinado azteca repitió su mejor posición de la historia en la justa internacional, como en el México 70. Solamente le encajaron dos goles, la mejor marca para un portero de este país.
Casi una década después de su debut como arquero profesional Pablo ya tenía un nombre y donde quiera que iba era reconocido.
Para la temporada 1989–1990 firmó con el Puebla que ese mismo año campeonó por segunda vez en su historia. Eran los años maravillosos.
CARTA DE SU HIJO
Un día antes de morir, en el perfil de su muro en Facebook, Carlos Larios Garza, uno de sus muchachos, le dedicó una misiva que conmueve los corazones de propios y extraños.
En ella relata cómo es que recuerda la época en la que transcurrieron sus primeros años, felices y de abundancia con el hombre qué más admiró en la vida y de la cual Hora Cero reproduce algunos párrafos:
“Desde que tengo memoria eres mi padre, se me viene a la memoria la casa de Morelos, vagamente recuerdo que acondicionaste una de las recámaras para mí, yo tenía 5 años aproximadamente, le comentaste a mi mamá, ¡déjalo tiene que aprender a estar solo a dormir solo! Llegabas a la recámara siempre con un detalle, algo, ¡lo que sea! A sí me fuiste ganando, yo un niño, al par de meses ya te decía papá.
“En esa etapa me enseñaste a como agarrar los cubiertos… Un día nos fuimos a vivir al D.F. no recuerdo bien por que vivíamos en un departamento grande, un día llegaste en un Grand Marquis con ‘La negra tomasa’ en el estéreo a todo volumen…, yo estaba jugando en la esquina unas maquinitas y me gritaste, ¡Cali ven! Los muchachos que estaban en la tienda me dijeron: ¡¡Es Pablo Larios!! Yo me subí al carro y me regañaste porque no querías que estuviera solo, esa fue la primera vez que me di cuenta que eras muy importante para la gente.
“En México todos te detenían para pedirte un autógrafo o una foto, y tú siempre atendías a todos y cada uno de los que te solicitaban. Un día me dijiste ¡nos vamos a Puebla! Yo no sabía dónde era pero por como sonaba me imaginaba un pueblo, llegamos a la Novena Sur, en Prados Agua Azul, una casa fría en aspecto que mi mamá fue acondicionado poco a poco.
“Mi hermano Pablo ya había nacido, tenía meses. Me buscaron colegio pidieron mi acta de nacimiento, mi nombre era Carlos Eloim González Garza, ¡sin acta de nacimiento! Por lo que tomaste la parte que más te agradezco: registrarme legalmente con tu apellido LARIOS y comenzamos otra vida.
“Al par de meses en la comida escuché que nos íbamos a mudar. Yo sufrí mucho porque no sabía a donde íbamos. ¡Oh sorpresa! nos mudamos a dos casas de dónde estábamos, ¡habías comprado la casa! Yo estaba feliz…
“Fueron nuestros años más bellos, como familia había abundancia en todos los aspectos. Un día llegaste en un Corvette y te dije que quería dar una vuelta, me llevaste y en una recta pisaste el acelerador, me dio miedo pero sabía que eras un mago para el volante. ¿Y cómo no? si tu pasión son los autos.
“El tiempo pasó ya la vida te daba a montones los logros. Ser nada más y nada menos que seleccionado nacional, considerado el mejor portero del momento pero te faltaba algo, y se conjuntó la alegría deportiva más grande que tiene Puebla en su historia deportiva y tú fuiste pilar, con lo que también llenaste eso que te hacía falta en tu vitrina, ¡ser CAMPEÓN!.
“Las cosas cada vez iban en ascenso. Una Navidad mandaste traer a toda la familia… Cumplías tus caprichos no te preocupaba el dinero, llenabas el pino con regalos para todos. Mi primer nintendo que sólo me duró un par de días… porque yo te mentí diciendo que mi hermano lo descompuso y al día siguiente ya tenía otro, así eras tú… las cosas que tienen valor no valen, nunca lo dijiste pero lo demostrabas con tus actos, pasa el tiempo y sigo saltando cosas (sería imposible contar una vida de un día para otro).
“A pesar que habías remodelado cada espacio de la casa desde las puertas hasta las paredes, decidiste cambiarte de casa, ya estaba Sumy y tú decías que necesitábamos más espacio, y sí, la casa era un palacio literal: cinco recámaras, más el de la muchacha; cada recámara con tina, la tuya con jacuzzi.
“En la casa llegamos a tener cinco carros, una moto para ti y una motocross que me regalaste en mi cumpleaños. Me enseñaste a manejarla de la manera que solo tú sabías.. regañando. Recuerdo que me caí y como siempre lo hacías me dijiste ¡párate!, ¡no tengas miedo! Me diste valor”, describe el hijo de Larios Iwasaki.
LOS CAMBIOS
En la carta el joven también retrata los difíciles momentos que vinieron después con el fallecimiento de su hermano:
“Por ese tiempo ya las cosas andaban mal, tu carrera a tope, pero cobró factura en lo personal… creo que es difícil la vida de alguien que tiene todo porque literal, si algo abundaba era el sexo femenino. Y un día simplemente se acabó todo… (borre de mi alma esas memorias) sólo recuerdo verte llorar, creo que la vida da etapas, y también tu etapa con Puebla se fue junto con nosotros.
“NEZA te recibió un equipo “chico” con alguien grande como tú, pero muchos pensaban que era el ocaso de tu carrera, que tus mejores años habían pasado ¡que tontos! en un par de meses volviste más extravagante, incluso, en la forma de tus uniformes. Ya no eras sobrio de colores formales, ya te pintabas el pelo, te lo cortabas, usabas sombrero. Tus uniformes eran coloridos llegando a ser, incluso, bufonescos.
“Nuestra relación aún a pesar que no tenías por qué tenerla increíblemente creció. Yo era un adolescente carente de todo criterio, ausente de un papá físico. Hablábamos por teléfono nos íbamos las vacaciones contigo.
“En una ocasión me metiste de recogedor de pelotas ¡oh sorpresa! tú no ibas a jugar. No sabía que pasaba. Yo quería ayudarte en el campo, estar atrás de tu portería. Me pusiste a un lado de la banca, y me daba tristeza verte ahí, te pregunté saliendo ¿por qué? Sólo dijiste es un partido de amistoso…
“La siguiente semana pasó algo raro, estábamos en tu departamento mi hermano y yo y vimos en las noticias que Toros Neza se peleó contra los jamaiquinos… creo que ya sabías algo o puede ser que sabías que esa cancha era insegura para nosotros dos, regresamos y tú te quedaste, me dolía desprenderme. Disfrutaba mucho de ti, necesitaba esa parte paterna y tú nos la dabas, de lo bueno poco, de calidad no en cantidad, la vida siguió…
“Me sigo saltando cosas, muchas cosas: una vez llegaste a la casa y te confesé en la sala con mi mamá mis tíos de testigos lo tanto que te amaba y logré sacarte un par de lágrimas. La vida siguió y manteníamos una relación a distancia…, seguías solapado mis caprichos, me mandabas uniformes una y otra vez; me mandabas relojes y detalles y yo te daba lo que me apasiona: mi música, te grababa discos, te daba otros y compartíamos ese placer.
“La etapa más cruel nos alcanzó unos años después (con el fallecimiento del hijo del arquero Pablo Larios Garza en septiembre de 2008). Te vi y te dije claramente ‘No lo encuentro’ y te abracé. Me apretaste muy fuerte, tranquilo con tu voz quebrada.
“Recibí una llamada y a ti te dije encontraron algo, tú querías acompañar pero no podías por la visa. Y sí, era mi hermano Pablo. Hice la papelería y llegó su cuerpo. Sólo entramos tú y yo a verlo. Vi tu mirada pérdida, no podías creerlo…
“Al poco tiempo se te hacía justicia, el Zacatepec te hacía un partido de despedida casi 10 años después de retirarte y yo estaba acompañándote, la vida seguía… y yo fracasé en mi matrimonio y tú siempre tú, ese comentario fuerte como un balde de agua helada, me dijiste ¡dóblate, pero no te quiebres!, ¡ánimo la vida sigue!
“Sigo insistiendo que saltaron infinidad de
cosas para concluir (la carta). Sólo quiero decirte gracias, porque ya con la edad no te decía papá, te decía padre, pero eras mi amigo, el mejor que he tenido. Gracias por qué para ti siempre fui tu hijo, no más, no menos, siempre igual.
“Siempre recibí un consejo de apoyo en todo. Gracias padre porque me enseñaste el respeto, me regalaste una educación, me apoyaste en todas mis etapas de mi vida, gracias infinitamente porque compruebo que es más padre el que cría que el que engendra. Gracias por contestar siempre la llamada con un ‘¿qué pasó hijo?’ y despedir la plática con ‘¡yo también te quiero!’.
“Gracias por todo, porque esta carta es nada con todo lo que tengo que decir, en serio gracias ¡padre!, ¡mi ídolo!, ¡mi amigo! Le pido a Dios que te levantes ¡como solo tú sabes hacerlo!”, escribió el joven horas antes del fallecimiento del famoso futbolista.
LARIOS SE SINCERA
Apenas el año pasado, Pablo Larios Iwasaki había concedido una entrevista donde repasaba parte de su vida como jugador y los momentos complicados por los que estaba atravesando, refiriéndose a la muerte de sus padres, su ex esposa, su hermana y su hijo Pablo en un lapso de ocho años.
“Tienes que aprender a vivir con eso. El dolor, la pérdida de tu gente, de tus seres (queridos) que te duele, pero son etapas de la vida que hay que seguir.
“Puro trancazo muy fuerte y claro, yo creo que estamos preparados para enterrar a tus padres, pero a tu hijo es muy difícil, doloroso, porque además tenía 19 años. Realmente estaba muy joven, tenía toda una vida por delante”, declaró.
–¿Has volteado al cielo?, ¿hablas con Dios?, ¿le preguntas, le dices, por qué a mí, por qué tantas veces?…
“Llegas a decir, bueno, ya párale no, o sea, ya me mandaste, uno, el otro, otro… Ok, podemos entender que es una ley de vida, pero me la hubieras paseado, ¿no?”, refería el histórico ex arquero en vida.
Jorge Campos fue la figura que le sucedió, un jugador que compartió vestuario con Pablo Larios en la Selección y quien le dedicó unas sensibles palabras póstumas:
“Se fue el mejor de todos los tiempos, aunque le pese a muchos, sobre todo a los que no conocen el arco. Siempre le estaré agradecido por lo que me enseñó.
“Gracias a él la gente se acuerda mucho de mí. Creo que fui su obra maestra, por todo lo que me entrenó. Gracias ídolo”, rubricó el ex jugador en Twitter.
En la ciudad de Puebla, donde Pablo levantó el título del campeonato, fue velado en compañía de sus seres queridos.
También acudieron sus amigos como Roberto Ruiz Esparza, Eduardo Meza González, Carlos Poblete, Manuel La Puente y Enrique Meza, entre otros para darle el último adiós a un grande del futbol en México. Pablo Larios Iwasaki (31 de julio de 1960– 31 de enero de 2019).
LOS DÍAS TRISTES DE LARIOS IWASAKI
En septiembre de 2008 con una crónica Hora Cero documentaba el fallecimiento de Pablo Larios hijo:
Veintidós años después de haber sido el guardameta del tricolor en el Mundial de Futbol de 1986, Pablo Larios Iwasaki se enfrenta a uno de los momentos más difíciles de su existencia: la pérdida de un hijo.
Peores aún son los motivos que hoy tienen sumergida en tristeza a la familia Larios Garza, pues Pablo, de 19 años, falleció cruzando ilegalmente a Estados Unidos, al parecer deshidratado cuando se extravió del lado americano.
De acuerdo a las indagatorias, el estudiante de preparatoria en la Universidad Valle del Bravo de Reynosa asistiría junto con su novia a un concierto de Enrique Iglesias en la Dodge Arena de Hidalgo, Texas, motivo por el cual tomó la arriesgada decisión sin imaginar que no volvería a casa con vida.
Miriam Medel, cónsul de México en McAllen, señaló que Pablo, quien tenía su visa vencida, “fue reportado desaparecido la semana pasada”. La Patrulla Fronteriza se sumó a la búsqueda, pero no fue sino hasta el lunes 8 de septiembre que se encontraron sus restos, a unos 200 metros del río Bravo en el poblado de Granjeno.
Se presume que la muerte del joven se dio por deshidratación, dadas las extremosas condiciones climatológicas registradas en los últimos días.
LA ESPERANZA MURIÓ AL ÚLTIMO
Leticia Garza, ex pareja de Larios y madre de Pablo, así como su hermano Carlos, fueron los encargados de reconocer el cadáver. Aún conservaban las esperanzas de que se tratara de una equivocación, pero no fue así.
A partir de entonces iniciaron los trámites para repatriar al hijo del ex seleccionado nacional, que paradójicamente no cruzó la frontera en busca de trabajo, sino de diversión.
Al mediodía del miércoles luego de la necropsia de ley, la funeraria Wilson Virgil, localizada sobre el 2200 al norte de la avenida Conway, recibió el cuerpo del hijo del mundialista en México ’86, para prepararlo antes de su velatorio en territorio mexicano.
Entretanto parientes y amigos de la familia Larios Garza se dieron cita en Funerales Gayosso de Reynosa para aguardar el féretro del estudiante, el cual finalmente arribó alrededor de las 21:00 horas ante múltiples muestras de solidaridad.
ESTUVO CON ÉL
Pablo Larios fue abordado por los medios de comunicación a los que atendió pese al dolor que le embargaba:
“Desgraciadamente así es la vida, pero son cosas de Dios… y bueno, hay que seguir luchando e ir para adelante”, manifestó.
Larios añadió que el jueves 4 de septiembre fue avisado de la desaparición de su hijo.
“Luego de enterado me trasladé inmediatamente (a la frontera); venía con la confianza de encontrarlo bien, pero pasaron los días sin noticias favorables, hasta que (las autoridades texanas) nos llevaron hasta él y vimos sus ropas.
“Le doy gracias a Dios por haber encontrado a mi hijo, porque así sé donde está. Ya no puedo remediar nada y es muy doloroso, pero sé que va a estar aquí y va a estar en un lugar donde yo puedo venir a verlo”, señaló.
Visiblemente afligido, el espigado deportista que en el Mundial de Francia 98 fue entrenador de porteros del equipo mexicano, comentó que hace apenas un mes había convivido con su hijo en Puebla, donde actualmente radica.
“No aguanto la angustia de pensar lo que mi hijo pudo haber sufrido. Es muy difícil… Le agradezco públicamente al Consulado Mexicano por la ayuda que me brindó y a la Patrulla Fronteriza.
“Mi mensaje para todos los migrantes es que no se aventuren a cruzarse de esa forma, porque si a mi hijo se le hizo fácil por ir a ver a su novia y asistir a un concierto con consecuencias fatales, lo mismo puede ocurrirle a las personas que van en busca de un mejor futuro”, consideró Larios.
El ex arquero del Cruz Azul, Puebla y Toros Neza, entre otros equipos comentó que por sus compromisos deportivos sus amigos futbolistas no pudieron acompañarle, más ha recibido infinidad de llamadas por la muerte de Pablo júnior, a quien recuerda como un muchacho entusiasta y sano.
“Me han estado hablando y en un momento dado consolando y eso es importante. A veces tiene que pasar una desgracia para darte cuenta del cariño que te tiene la gente”, dijo.
El mismo Larios cargó el ataúd de su hijo, a quien constantemente miraba en una fotografía. Pidió disculpas porque debido al estado de Pablo no sería exhibido físicamente.
Una manta con palabras de aliento fue firmada por cada uno de los compañeros de clases del hijo del ex portero, célebre por jugar ser el guardameta titular de México en 1986.