
La persecución que se desató sobre Hugo Sánchez, luego de la eliminación de México de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, fue bestial.
Como en temporada de cacería, luego de aquel fatídico encuentro frente a Haití, el 16 de marzo en Carson, California, el Penta tuvo que correr –hasta donde pudo– para alejarse sus perseguidores. Mientras pedía clemencia escuchaba que los perdigones le pasaban zumbando, mientras escuchaba los lebreles que ya lo habían olfateado en la espesura del bosque.
Al final, los directivos lo acorralaron y lo eliminaron el 31 de ese mes. Hugo Sánchez Márquez, el cinco veces cam-peón de goleo en España y bicampeón con Pumas en torneos cortos, fue despedido sin misericordia. Fueron los dueños del balón los que lo decapitaron.
El mundo se le vino encima, en ese juego bizarro en el que México ganó 5-1 a la escuadra antillana y aún así se quedo relegado. Vamos, los juveniles no avanzaron ni a la segunda ronda en ese torneo. Fueron superados por Guatemala y Canadá, que tienen tradición futbolera de jardín de niños, comparada con los nacionales, que ya se han fogueado como fracasados vejestorios, que ya saben cuál es el camino para el campeonato, aunque nunca han podido seguirlo.
Como 16 meses duró su francachela, pero nadie lloró. No hubo voces de conmiseración.
Todo México sabía que Hugo Sánchez recibió su merecido.
Así como los medios se encarnizaron luego del fracaso de la Sub 23, él había hecho lo propio con su “Némesis”, Ricardo Antonio La Volpe cuando dirigió al Tri durante el proceso de 2002 a 2006, que tuvo su culminación en la derrota ante Argentina, en octavos de final en el pasado mundial de Alemania.
“Hugol” le colmó el plato al “Bigotón”, pero este aguantó. También se lo colmó a la prensa, a los aficionados y a los directivos. Estos, según se ve, decidieron entregarle en bandeja la selección para que ya no siguiera insistiendo.
Hugo Sánchez se había convertido en la era de La Volpe, en una chicharra en la oreja de los dueños de los equipos. Los enloquecía a diario con declaraciones sobre lo funesto que era el “che” y lo excelente que era él.
En un negocio enteramente mediático como el balompié, los federativos decidieron darle el biberón a Hugo. Le entregaron la Selección Mayor el 16 noviembre de 2006.
PROMETIO TODO
Hablador y arrojado, como siempre, prometió el título de la Copa de Oro, en Estados Unidos. También se enganchó en promesas de victoria, con pódium para México en los Olímpicos de China.
Lo que hizo el “Penta”, de entrada, para materializar sus sueños fue convocar a relegados del “Bigotón”. Llamó a Cuauhtémoc Blanco y al “Bofo” Bautista. Estableció a Chivas como base del equipo y convocó a Nery Castillo de nacionalidad “mexiurugriega”. El equipo, sin embargo, mantenía la estructura que había legado su archienemigo. Eso nunca lo reconoció “Hugol”.
EL “MACHO” EN ACCION
Debutó con el Tri mayor el 7 de febrero de 2007 ante Estados Unidos con una derrota. En junio tuvo dos descalabros
consecutivos.
Primero en la Copa de Oro, en la que fue derrotado por Estados Unidos y después, en la Copa América Venezuela 2007 donde se quedó en semifinales.
El “Macho” comenzaba a evidenciar sus deficiencias como estratega. Los aficionados sospechaban y los federativos se cuestionaban sobre la atingencia de su decisión.
En retrospectiva, Jesús Arellano, atacante histórico de Monterrey y con tres mundiales en la cartera, señaló en entrevista el 1 de abril: “Como jugador, hizo todo, como entrenador yo creo que le faltaba un poquito más de experiencia para estar en la Selección Nacional, un poquito más de táctica. Creo que tácticamente le faltaba mucho al equipo mexicano.
“Yo creo que ahí pecó de su novatez, vaya, tenía muy poco como entrenador”, comentó el “Cabrito”, quien trabajó bajó las órdenes de Manuel Lapuente, Javier Aguirre y Ricardo Antonio La Volpe.
Sus decisiones ejecutivas eran erráticas y desentonaban con sus convicciones.
Enfebrecido de celos por la marcha sostenida que llevaba La Volpe al frente del combinado tricolor, en octubre de 2005, cuando aún dirigía a Pumas, reprochó la convocatoria del brasileño Antonio “Sinha” Naelson y del argentino Guillermo “Guille” Franco.
Su explicación no tenía fisuras. “En el futbol mexicano no queremos naturalizados, ni para la Selección ni para los equipos. Para los clubes deben de contar como extranjeros y para la Selección no los queremos. Queremos a puros mexicanos”.
Sin embargo, dio un bandazo el 31 de enero pasado. Desesperado por resultados que no llegaban, llamó a “Sinha”, quien es actualmente el mejor enganche disponible para el Tri. “Los naturalizados son mexicanos y no soy nadie para cambiar las reglas o la constitución”, dijo con descaro ante la hinchada sorprendida.
Esta fue uno de sus dislates que, ante la opinión pública lo llevaron al desfiladero, hasta que se consumó su despido luego del preolímpico.
Todavía luego del partido del 26 que ganaron 2-1 ante Gahana en Inglaterra, Sánchez auguraba que los dueños le ha-rían la merced de dejarlo como piloto del equipo.
Una versión no confirmada señala que fue a pedirle ayuda a Emilio Azcárraga Jean, quien se habría comprometido a interceder ante él con los federativos. Fue inútil.
Los números, sin embargo, le favorecen en los registros contables. Dirigió 33 encuentros con el Tri –incluyendo los tres del preolímpico–. Tuvo 16 victorias, 7 empates y 10 derrotas, con 52 goles a favor y 35 en contra.
Hasta ahora hay reproches y críticas acervas hacia el “Penta”. Pero las televisoras no han hecho aún acto de contrición, para referir su culpa por crear un monstruo triunfador ante los ojos de la afición.
La imagen que presentaron las empresas de TV del Tri y de su entrenador ante el mundo fue la de un equipo soñado que llevaría el nombre de México hasta las extrañas regiones plutonianas de la victoria, que siempre se ha negado en tor-neos internacionales y que se ven muy lejanas, más lejanas que el mundial africano de 2010.