
Raymundo “El Rayo” Berrones me recuerda mucho a Adrián Luna. Ambos son jugadores altos y fornidos, un poco más que el resto del equipo.Tienen la virtud de ser lanzadores de poder y bateadores contundentes.
De la mano de Luna, los Vaqueros de Linda Vista se coronaron campeones de la Serie Mundial de Williamsport en 1997, en uno de los partidos más dramáticos de la historia infantil –que más adelante en esta nota platicaremos–.
Al igual que Luna, Raymundo Berrones es el pitcher número uno de la Liga Treviño Kelly, representante de México en Williamsport 2009.
Han pasado ya 12 años desde que Linda Vista se proclamó campeón del mundo en el beisbol pequeño. Adrián Luna ya es un profesionista con una carrera terminada en la Universidad Regiomontana.
Sin embargo, a pesar del tiempo, los recuerdos están frescos en la mente de Adrián, considerado el pitcher número uno de aquellos Pequeños Gigantes de 1997.
“En ese tiempo queríamos jugar beisbol, no pensábamos en los reflectores”, dice Luna tranquilamente.
“Cuando llegamos a Williamsport nunca nos pasó por la mente ser campeones, pensábamos que ya era ganancia participar en el torneo. “Actualmente los papás influyen mucho sobre sus hijos y esa influencia puede llegar a ser negativa”, comenta quien venció a Japón y le dio el pase a México hacia la gran final.
COMPARACION
Al igual que la Linda Vista de 1997, la Liga Treviño Kelly basa sus aspiraciones en dos pitcher de cabecera que son Berrones y el zurdo Marcelo Martínez.
En aquel tiempo eran Adrián Luna y Gabriel Alvarez.
Los de Reynosa tienen como tercer lanzador al tercera base a Raúl Rojas o al catcher Luis Treviño. Mover a Treviño de la receptoría puede abrir un gran hueco, por lo que tratarán de usarlo lo menos posible.
El tercer lanzador puede jugar un papel fundamental avanzado el torneo, pues en 1997 fue Pablo Torres (jardinero central) quien hizo un gran relevo en la final ante California y se llevó la victoria.
Treviño Kelly tiene –quizá– un poco más de bateo que la Linda Vista, ya que Berrones, Treviño, Rojas y Martínez tienen el apoyo del short stop Oscar Noguera.
El parador en corto de Linda Vista era Daniel Baca, un chamaco con tremendas manos, pero poco poder en el bat. Baca es junto con Alvarez los dos únicos peloteritos de aquel equipo que se convirtieron en profesional. El primero lanza para Oaxaca y el segundo está con los Vaqueros de Torreón.
EL CAMINO DE LINDA VISTA
La historia de Linda Vista comenzó a formarse cuando participaron en el Nacional celebrado en la Ciudad de México.
En aquella ocasión le tocó a Adrián enfrentar a la Treviño Kelly, ganando un duelo de 1-0 ante Jaime García, el zurdo que ahora pertenece a los Cardenales de San Luis y que en 2008 llegó a las Ligas Mayores.
En ese partido Luna sólo permitió un hit en seis entradas.
Durante el torneo también venció a Nuevo Laredo en partido donde recolectó 10 chocolates. La final le tocó a Luna y fue una victoria sobre la Liga Mitras de Monterrey. Con el bat produjo dos carreras que fueron importantes en una pizarra de 4-2.
Con el boleto del Latino en la mano viajaron a Venezuela, donde buscarían su pase a la Serie Mundial. Hasta hace poco tiempo, México no accesaba directo a Williamsport, tenía que pasar sobre grandes equipos como Venezuela, Puerto Rico, Dominicana, Curazao y Aruba, entre otros.
El primer paso de los mexicanos fue negativo, ya que cayeron 1-0 ante Nicaragua.
“Ese partido me tocó perderlo a mí con una carrera sucia”, recuerda Luna.
“Había casa llena y el bateador dio una rola a mis manos. Tiré a home y fue el segundo out, pero el tiro del catcher se le cayó al primera base”.
La situación era muy comprometida, ya que con dos derrotas estabas prácticamente eliminado del torneo Latino.
“Muchos de mis compañeros estaban llorando al terminar ese partido”, explica Luna, “yo estaba preocupado, pero tranquilo”.
El conjunto sacó la casta y vinieron los triunfos. Adrián aportó uno sobre Islas Vírgenes 12-0, dejando a los rivales sin hit ni carreras en labor combinada.
“Ese día conecté un jonrón larguísimo, como de unos 330 pies”.
En ese 1997 la regla de los días de descanso para pitcher era de solamente uno (ahora son dos días y un juego) por lo que Adrián, Gabriel Alvarez y Pablo Torres subían a la loma frecuentemente. Había pocas oportunidades para los otros compañeros y a veces con dos buenos pitchers un equipo era campeón.
Luna vino al relevo contra Venezuela y les ganaron 3-1 para pasar a la semifinal ante Panamá.
En el juego ante los “canaleros” Adrián se convierte en el hombre orquesta al lanzar blanqueada y batear dos jonrones, produciendo las tres carreras del encuentro.
Se volvieron a ver las caras contra Nicaragua en la final y allí cobraron dulce venganza al obtener el triunfo 4-2 con pitcheo de Gabriel Alvarez y relevo de Pablo Torres. Luna produjo la primera carrera.
Ya en Williamsport, Adrián abrió contra Arabia Saudita y con labor de 10 ponches los blanqueó 3-0, aportando jonrón de dos carreras. Japón fue la segunda víctima al son de 12-0, un partido donde los nipones “jugaron con el score” y más bien analizaron a los mexicanos porque sabían que serían sus rivales en la final Internacional.
Ante Canadá fue un cómodo 3-0 acortado por la lluvia. A Luna le toca lanzar ante Japón y con 13 ponches y la carrera producida les ganan 1-0, avanzando a la gran final ante California.
LA GRAN FINAL
El domingo 23 de agosto se jugó el partido definitivo ante Mission Viejo, un equipo que llegaba invicto a la final y que, obviamente, era el favorito sentimental de los miles de aficionados que desde temprano comenzaron a llenar las tribunas del Howard Lamade.
Me tocó narrar ese partido por radio para XERG La Deportiva de Monterrey.
Gabriel Alvarez, por México, y Gavin Fabian, por los norteamericanos, se trenzaron en un duelo que llegó 0-0 hasta la cuarta, cuando los locales hicieron tres carreras y todo parecía que terminaba para México.
Y así fue, en la sexta entrada con la pizarra 1-4 y hombres en primera y segunda, Gabriel Alvarez conectó un batazo por el izquierdo que desde que chocó la pelota con el bat yo lo canté del otro lado.
Fue tanta la emoción que sólo dije: “Se fue, se fue, se fue…”. Mi voz se quebró y por unos instantes dejé que el sonido de la tribuna inundara mi silencio.
Poco más tarde, cuando Pablo Torres impulsó con imparable al central la carrera del triunfo, un “ganamos” salió de lo más profundo de mi ser y en la cabina comenzaron a sonar las campanas.
EL VIAJE DE REGRESO POR NUEVA YORK
Con el campeonato en las manos, el equipo de la Linda Vista tomó el autobús hacia Nueva York, donde tras un viaje de cuatro horas haríamos conexión aérea rumbo a México. Era la madrugada del lunes 24 de agosto y los chamacos quisieron viajar con el uniforme oficial para disfrutar más el momento.
Recuerdo, como si lo estuviera viviendo ahora, que cuando entramos al aeropuerto muchos norteamericanos se sorprendieron al ver a los chiquitines y los felicitaron por el título. En ese momento me di cuenta de la grandeza de la hazaña. Y es que aquel domingo la televisión de los Estados Unidos transmitió a nivel nacional el memorable partido.
Esos niños que apenas alcanzaban los 12 años de edad, habían hecho algo que recordarían por siempre, generación tras generación. En esa ocasión escribí lo siguiente:
Para muchos, visitar Nueva York es un sueño dorado, pero a los campeones de Williamsport el sueño impidió conocer la urbe de hierro.
Vencidos por el cansancio de una semana de actividades, la mayoría de los nuevos Niños Campeones se perdieron un amanecer en Nueva York.
Tras convertir en realidad la proeza de ser los mejores del mundo en la categoría 11-12 años, los pequeños y sus familias dejaron Williamsport a eso de las 2:30 horas.
Felices, pero cansados, durmieron todo el camino en autobús a Nueva York, en donde tomarían un vuelo a Dallas y otro a Monterrey, donde son esperados con los brazos abiertos.
Ya en el aeropuerto de La Guardia, los jovencitos se dedicaron a curiosear en las tiendas en espera del vuelo que salía a las 9:21. Con su gorra roja donde se leía la palabra México al frente, los regios fueron identificados por muchos norteamericanos que habían visto la final.
“Congratulations (felicidades)” les dijo un viajero a los regios. Hasta ese momento todavía no sabían la magnitud de su victoria. Al llegar a Dallas el festejo comenzó a intensificarse cuando familiares de Pablo Torres lo fueron a recibir y comenzar a lanzar porras todos los peloteritos.
El vuelo completo Dallas-Monterrey se contagió con la algarabía del momento tras el mensaje del capitán felicitando a los Vaqueros.
Así comenzó el desfile de personas que pedían el autógrafo y la foto con los nuevos ídolos.
Los muchachos “se sentían en el aire” y era apenas el principio, en la Macroplaza los esperaban miles de personas para ofrecerles una cálida recepción.
VISITANDO AL PRESIDENTE
Tras varios días de homenajes en Monterrey llegó la invitación del presidente de la República. El viaje a Los Pinos fue como sacado del guión de una película. Nos citaron a las 8:00 horas en el Aeropuerto Mariano Escobedo y al llegar sólo había caras sonrientes y muchas cámaras de televisión y reporteros que despedían a los muchachos de Linda Vista en su viaje de visita al presidente Ernesto Zedillo.
Subir al avión presidencial es como sacarse la lotería. No todos los días tenemos la oportunidad de hacerlo y, como se dice comúnmente, era algo digno de escribir a casa.
Cada quien escogió su lugar, no había un protocolo previo o predeterminado. La algarabía de los chamacos era intensa; jugueteaban y bromeaban mientras ocupaban los asientos de piel de aquel jet que nos llevaría a la capital de la República.
Los asientos mullidos color crema eran una invitación a disfrutar el vuelo. Había tres hileras de sillones: dos a los costados del avión y una al centro. El avión cuenta también con una oficina cerrada donde el presidente se reúne con sus asesores.
Una vez iniciado el vuelo las aeromozas pasaron a nuestros lugares con menú en mano para preguntarnos qué queríamos desayunar. Había varios platillos diferentes, desde el clásico machacado con huevo hasta un elegante omelete español.
Mientras surcábamos el cielo se encendieron las pantallas de televisión para presentar una película..
Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México ya nos esperaban dos autobuses de lujo impecables, varias patrullas de tránsito y cuando menos una decena de policías motorizados que nos llevarían primero a la Basílica y luego a Los Pinos como si fuéramos los reyes del mundo.
Aunque la caravana era lenta, no recuerdo haber hecho alto en algún semáforo. Cruzamos la ciudad mirando por la ventana los grandes edificios, el intenso tráfico vehicular y el sinfín de personas que, aunque no sabían que allí viajaban los campeones mundiales, saludaban con alegría.
En la Basílica los jovencitos fueron a dar las gracias y escucharon misa. Recorrieron los alrededºores y por momentos fue necesario apurar el paso ante la insistencia de los presentes por tomarse la foto o pedir el autógrafo.
Llegar a Los Pinos fue algo impactante, no sólo por la magnificencia del Castillo de Chapultepec y las imponentes estatuas que te salen al paso por doquier, sino porque había decenas de periodistas esperando la llegada de los pequeños héroes.
Pude ver entre la multitud a Memo Ochoa, Toño de Valdés, David Faitelson, Fernando Schwartz y decenas de reporteros de radio, prensa y televisión.
Después de la comida, el presidente Zedillo y su esposa despidieron de mano a cada uno de los jugadores, coaches, directivos y familiares que habían estado en el festejo.
FINAL DE LA LIGA MEXICANA
El siguiente paso era el Parque del Seguro Social, sede de la final entre los Tigres y los Diablos.
¿Se imaginan ustedes llegar a la serie final casi a la hora del playbol y tener asientos separados atrás de home plate?
Era la continuación del sueño. Recuerdo que los autobuses se estacionaron por una calle que daba a la barda del jardín derecho. Entramos al parque por abajo de las gradas. Había jaulas de bateo y el clubhouse de los Diablos. Saludamos a algunos peloteros y yo quedé sorprendido porque todos estaban entusiasmados con tener allí a los Vaqueros de la Linda Vista.
El programa incluía una ceremonia de apertura donde los niños iban a pasar al campo acompañados de un pelotero. Algunos se fueron al dougout de los Tigres y otros se quedaron con los pingos. Hubo una presentación y el público se les entregó cuando pasaron uno a uno a recorrer las bases. Al recordar esos aplausos y comentarios de la gente en las tribunas se me pone la piel chinita.
Regresamos al aeropuerto y luego a Monterrey. Dos autobuses nos recogieron para dejarnos en las puertas del parque de la Liga Pequeña Linda Vista… donde toda esta historia había empezado muchos años atrás.