Muchos han oído hablar de él y en automático lo relacionan con el deporte de la pelota caliente, pero pocos –sobre todo las generaciones más jóvenes–, saben que gracias a una nevería, José Guadalupe Treviño Kelly cumplió su sueño de promocionar el beisbol entre los niños de Reynosa en las décadas de los años 40, 50 y 60, principalmente.
Quienes lo recuerdan aseguran que desde que arribó a esta ciudad jamás quiso irse, que provenía de una familia humilde y que fue muy honrado.
Lupito, como era conocido con cariño, comenzó sus actividades en la oficina de Correos en 1921, donde permaneció casi una década, pero no fue hasta 1929 cuando se independizó.
“Tendría unos 20 años cuando llegó y entonces Reynosa era un foco de crecimiento. En aquellos años sonaba fuerte el auge petrolero y el de la pizca de algodón. La gente de fuera provenía de municipios cercanos y del vecino país”, describió Reynaldo Olivares, cronista de la ciudad.
Según considera este articulista el patronímico Treviño es propio del norte de Tamaulipas y Kelly es un apellido extranjero: “porque en los años anteriores a la mitad del Siglo XX aquí había mucha gente oriunda de Estados Unidos”.
En su memoria fotográfica Olivares se alegra y sus ojos resplandecen al conversar de este personaje.
Cuenta: “Era una persona muy atenta, un caballero y un deportista a quien le gustaba mucho el beisbol. Yo tuve la oportunidad de conocerlo muy bien.
“El señor Treviño Kelly tenía un negocio que por muchos años fue el lugar donde nos concentrábamos los jóvenes de aquella época y se llamaba precisamente Casa Lupito, cuya propiedad pertenecía a Gerardo Gutiérrez.
Era una especie de cafetería-nevería donde también se vendían periódicos, revistas y artículos deportivos, como pelotas de beis de la marca Rabbit, guantes palomares, aparte de las revistas de deportes el Hit y Super Hit y el Esto. Incluso hasta artículos fotográficos Kodak, perfumes y dulces ahí se vendían”, aseguró.
Al abrir el baúl de los recuerdos, Olivares comentó que Casa Lupito simple y llanamente era un pasillo muy largo, con espejos a los lados de las mesas.
“Algunos aprovechaban para peinarse sentados tomando su refresco y aprovechando para ‘espejear’ y las muchachas ni se diga, retocándose su pintura. Fue único, no había otro restaurante, fonda o como se le llame con esas características de espejos en las mesas”, memoró.
BUENO PARA LOS DEPORTES Y LOS NEGOCIOS
Olivares desempolva sus más añejos recuerdos sobre el legado que dejó Treviño Kelly no sólo en el beisbol, sino también en el comercio.
“Dicha nevería estaba ubicada en la calle Hidalgo, precisamente donde en la actualidad está el Café París, entre la Morelos y Matamoros.
“El que no conocía la Casa Lupito es que no era de aquí. Ahí muchos muchachos de la Academia Hidalgo y de la escuela secundaria “José de Escandón” echaban novio, platicaban y se tomaban su refresco, su banana Split, que estaba de moda y no fueron pocos los que consagraron sus noviazgos hasta el matrimonio. Es decir, fue un lugar muy tradicional que tuvo su ciclo más o menos durante tres décadas”, agregó.
Como si hubiera sucedido ayer, el comentarista dijo que su espíritu emprendedor le permitió a don Lupito poner otro negocio que atendía paralelo a su pasión beisbolera, cuyo nombre fue en honor de su “linda” hija.
“Se llamó Regalos Oliva y estaba por la Matamoros y J. B. Chapa, donde se ofertaban obsequios de todo tipo, especialmente para bodas y XV años. Fue una época preciosa de los reynosenses que convivimos estrechamente con las juventudes”, suspiró.
En ese tenor Treviño Kelly fue miembro de la Logia Ignacio Ramírez número 68.
SU PASION POR EL JUEGO DEL DIAMANTE
De acuerdo a la descripción del cronista de la ciudad, don Lupito era una persona de estatura baja y de complexión regular, pero aguerrida cuando se trataba de festejar los batazos de home run.
“Repito, era muy amable, muy atento, muy servicial y muy amante del deporte, le gustaba levantarse muy temprano. Su gusto por el beis comenzó quizá porque a mediados del siglo pasado era el deporte predilecto, el que estaba en apogeo y no el futbol como lo vemos ahora.
Lupito era un asiduo aficionado al rey de los deportes y uno de los personajes que lo fomentaron mucho a nivel local, echándole de su dinero para que los niños se divirtieran sanamente. A mí me tocó verlo”, mencionó el entrevistado.
Aunque Guadalupe Treviño Kelly no nació en Reynosa, sino en el municipio de Burgos, Tamaulipas, amó mucho la vida en la frontera.
“Al ser presidente del Club Rotario tenía una vida social muy activa, con mucha presencia y pese a no haber sido de aquí dejó una importante huella en nuestra sociedad.
Tuve la oportunidad de convivir con él dos décadas y nunca lo miré enojado ni haciendo corajes”, destacó.
NOMBRAMIENTO POSTMORTEM
Al morir a principios de los años 60, don Guadalupe Treviño Kelly recibió el adiós de una Reynosa cuyas orillas se encontraban por las vías del ferrocarril.
“Fue una gran pérdida porque resultó ser un hombre muy apreciado en la comunidad. Murió superando los 60 años. Lupito se supo ganar el apreció de las personas que lo rodeaban, que fue lo que finalmente influyó para que el parque Treviño Kelly llevara su nombre.
Al hacerse el parquecito a finales de la década de los setentas es cuando acuerdan ponerle como él se llamaba, porque fue uno de los principales promotores del beisbol entre los niños. En aquel tiempo no existían las ligas pequeñas y Lupito fue de los primeros que gestionaron para que estas aparecieran”, reiteró el cronista.
Sin duda, quienes conocieron al señor Guadalupe Treviño Kelly, de su gran afición por el deporte y carisma, coinciden que pocos han logrado obtener el cariño de la gente joven, por su fuente de sodas; de los niños, por su apoyo al beisbol y de los mayores, por su vida en sociedad como él lo logró.
A más de cinco décadas de su fallecimiento su nombre sigue aún sonando con fuerza en la ciudad a la que tanto le dio.