Aunque cada uno de ellos lo asume de manera distinta, la realidad es que dos glorias olímpicas de Nuevo León: Raúl González y Daniel Bautista no están disfrutando de su retiro como lo merecen, pues hace años alguien decidió cortarles el apoyo que se les proporcionó en reconocimiento por haber puesto muy en alto el nombre de la entidad y México.
Por Gerardo Ramos Minor y Pedro Ortiz
Alo largo de su historia, México apenas registra 13 medallas de oro olímpicas, de las cuales una corresponde al equipo de futbol que la ganó en los Juegos de Londres 2012.
De estas 13 medallas, dos se encuentran en el estado de Nuevo León y correspondena los marchistas Daniel Bautista y Raúl González, quienes obtuvieron la gloria olímpica en los juegos de Montreal 1976 y Los Ángeles 1984.
Ambos atletas han sabido llevar muy en alto el nombre de México dentro y fuera de las canchas, pues además de su destacada participación deportiva, fungieron en el servicio público ocupando diversos cargos.
Daniel fue director del Instituto del Deporte de Nuevo León, director de deportes en algunos municipios, agente de tránsito y hasta regidor, mientras que Raúl ocupó la titularidad de la Conade, además del Instituto del Deporte de Nuevo León en varias ocasiones.
Ambos pueden presumir que su paso por el servicio público fue impoluto y caminan con la frente en alto, pues nunca cometieron alguna irregularidad o abusaron del cargo que se les confirió.
Sin embargo, el prestigio que le dieron a la marcha mexicana en los Juegos Olímpicos fue razón más que suficiente para que el entonces gobernador, Alfonso Martínez Domínguez, decidiera recompensarlos por sus méritos.
En entrevista, Raúl González recordó esa deferencia por parte del entonces mandatario estatal.
“En ese momento don Alfonso (Martínez Domínguez) me dio una pensión a través de una plaza en el gobierno, esa plaza era como una pensión durante el resto de la vida, que no es una cosa extraordinaria, pero es importante para el momento y los años en que hemos llegado a necesitarla.
“Era una plaza para que nosotros disfrutáramos de una seguridad, de una garantía en nuestras vidas y era un reconocimiento del Gobierno del Estado, no surgió como un acuerdo del Congreso, surgió como una disposición del gobernador”, explicó.
González, explicó que en su caso este premio por parte de la entonces administración estatal lo desquitó iniciando su carrera dentro del servicio público.
“Durante la gestión de don Alfonso fui subsecretario del deporte, él me dio la oportunidad de iniciar mi carrera dentro de la administración deportiva, después fundamos la Comisión Nacional de Deporte y muchas otras cosas, la Confederación Iberoamericana, la Asociación de Medallistas Olímpicos; muchas cosas que hicimos a través de 30 años dentro de la administración”, expresó.
Incluso, el Congreso del Estado, el gobierno estatal y el Ayuntamiento de Monterrey decidieron otorgarle las más altas preseas que se pueda dar a un ciudadano en la entidad.
“En esa época el municipio de Monterrey me otorgó la más alta condecoración que es la medalla Diego de Montemayor, el Congreso del Estado el reconocimiento a la gestión social, el gobierno del Estado me entregó la más alta condecoración, que es la medalla Alfonso Reyes.
“Yo he tenido esos reconocimientos y me doy por bien servido. Nuevo León no tiene más que 2 medallas de oro, y no me gusta decirlo, porque es como hablar de mí, pero no tenemos a nadie más, tenemos deportistas que han participado Juegos Olímpicos, tenemos la medalla de bronce de Mariana Avitia, pero son las únicas 3 medallas que el estado tiene”.
González, indicó que además de estas condecoraciones, está la impresionante recepción que Nuevo León le hizo a su regreso de los Juegos Olímpicos, donde miles personas se reunieron en la Explanada de los Héroes para aclamarlo.
“Me hicieron una recepción extraordinaria, al pie del avión en la pista se volcó todo mi pueblo de China, Nuevo León y mucha gente no cree había unas 5 mil personas en el aeropuerto más o menos.
“Luego abordamos un autobús hasta la entrada de Apodaca, había mucha gente alrededor y de la entrada de Apodaca pasé a un coche descubierto. Llegué a las ocho de la noche a la Macroplaza, había un mundo de gente que jamás me imaginé, la Macroplaza estaba a reventar, habían hecho un templete frente a la puerta del palacio a nivel de las columnas y estaba todo el gabinete, todos los delegados federales, así me recibió don Alfonso Martínez Domínguez.
“Siendo sincero, con esa recepción, el saludo y el reconocimiento cotidiano en la calle, la verdad que me doy por bien servido, es una cosa que a mí siempre me ha hecho sentir muy orgulloso de mi tierra siempre.
“Pero lo que yo siento es que de alguna manera las autoridades sí nos han quedado a deber”, sentenció.
Esto lo dijo pues en el año de 1992, durante la administración del gobernador, Sócrates Rizzo, el entonces titular del Deporte en Nuevo León, decidió cancelarle esta plaza tanto a González como a Bautista.
“Desgraciadamente llegó como director del INDE un personaje que no tenía nada que ver con el deporte y nos canceló esa plaza tanto a mí como a Daniel Bautista”, apuntó.
La decisión, consideró el medallista olímpico, no es justa, pues se está desperdiciando dos trayectorias que todavía tienen mucho que darle al deporte de Nuevo León y de México.
“No es justo que Daniel y yo andemos desempleados, no es justo. Podrán decir lo que quieran, pero tenemos acumulada una experiencia dentro y fuera de la administración pública federal y estatal, sabemos mucho -con perdón, yo no quiero decir que otros no sepan-, pero tenemos experiencia que es algo que no se puede soslayar porque ha sido una vida entregada.
“Algo que es muy importante es que hemos estado dentro de la administración pública y hemos dado resultados, hemos hecho las cosas muy bien, nunca hemos sido tachados de nada”, indicó.
González manifestó que más allá de una necesidad económica, está dispuesto a seguir en el servicio público porque sabe que tiene mucho que dar a la entidad y al deporte.
“Si ahora todavía a nuestros 70 años seguimos buscando un trabajo para vivir dignamente es porque tenemos todavía mucha energía y porque queremos seguir transmitiendo, desbordando, compartiendo y aplicando toda esa experiencia de años.
“Más adelante a lo mejor ya no estaremos en condiciones, pero ahora sí podemos, y es eso lo lamentable, a veces es falta de sensibilidad, pero eso le corresponde a las autoridades, no le corresponde a la gente”, expresó.
Añadió que, aunque considera merecer los apoyos que le han despojado, no quiere nada regalado, por ello está más que dispuesto a trabajar dentro de alguna dependencia relacionada con el deporte organizado.
“Nosotros no pedimos nada gratis, no andamos buscando algo que sea gratis, nosotros somos gente con mucha dignidad, hemos demostrado que vivimos de nuestro trabajo, nunca nos robamos ni un peso, todo lo hicimos por amor al deporte, siempre dimos lo mejor de nosotros, así como lo hicimos como atletas y pusimos muy en alto el nombre de México y de Nuevo León, así lo hicimos trabajando, así nos acostumbramos y jamás vamos a hacer algo que vaya en contra de nuestro del nombre y la historia que hemos construido”, señaló.
González expresó que esta trayectoria, siempre limpia, es el mejor legado que puede dejarle a su familia.
“Lo he dicho: por ningún motivo voy a manchar una historia que me costó y es la mejor herencia que le puedo dejar a mis hijos, a lo mejor no les dejo una mansión, pero les dejo un hombre de mucho respeto, una historia que seguramente se hablará -y lo digo sin falsa modestia-, se hablará por muchas generaciones futuras, aún cuando ya no esté”, sentenció.
‘ESTOY FELIZ CON LO QUE TENGO’: DANIEL BAUTISTA
Luego de llegar a ser campeón olímpico en los Juegos de Montreal, Canadá en 1976, el marchista Daniel Bautista se dedica a administrar una cantina en el Centro de Monterrey, cuestión que más allá de tenerlo avergonzado, lo hace sentir orgulloso y sobre todo agradecido con uno de sus grandes amigos dueño del local.
Y es que para el campeón olímpico, hablar sobre los asuntos políticos o la falta de apoyos gubernamentales lo tiene sin cuidado, más porque no quiere dar la impresión de necesitar ayuda, ya sea estatal o federal.
Aunque Bautista se encuentra feliz en esta etapa de su vida, lo cierto es que fue un campeón de oro y ahora vive alejado del deporte, cuestión que resulta increíble para una figura histórica como él.
“Estoy muy agradecido, pero muy agradecido con Rosalío Avilez Martínez, que es el dueño de este negocio (El Bar Lontananza) por darme la oportunidad de estar haciendo algo, tener una actividad productiva, porque de no ser así estaría en mi casa y el no tener actividad te disminuye todo.
Dijo que, dado que en los trabajos de Gobierno las estancias son muy inestables por los cambios de administraciones, estaba profundamente agradecido con su amigo Rosalío por el apoyo que le dio en los lapsos cuando no tenía trabajo.
“Estoy muy agradecido con mi amigo Rosalío porque gracias a él en diferentes épocas de mi vida laboral siempre me dio la mano.
“Si ahorita no estuviera aquí tendría cuatro años que no estuviera laborando, y él me habló que me pusiera a hacer algo dentro de la administración de sus negocios como encargado y eso me tiene de alguna manera vivo”, manifestó.
A sus 70 años de edad, el medallista olímpico asegura que vive bien lejos de los reflectores y que no necesita nada más para ser feliz, por eso su futuro, que ya lo ve como ganancia, lo deja en manos de Dios.
“Mi futuro lo dejo en las manos de Dios porque ya tengo 70 años y de aquí en adelante es ganancia, gracias a Dios aquí estoy, no tengo grandes ambiciones, vivo bien y mi futuro lo veo de una manera tranquila”, expresó.
A pesar de haber obtenido la presea de oro en 1976, Bautista aseguró que no vive del pasado ni le gusta hablar de lo que fue su etapa de marchista.
“Soy una persona que siempre pensó que habría que vivir de proyectos, no del pasado, cuando me retiré en el 80, guardé todo, tiré algunas cosas, otras las vendí, otras las regalé y en mi casa no había nada que recordara que yo fui deportista.
“Ni un diploma, ni una fotografía, ni una medalla, ni un trofeo, yo no quería saber nada, mi etapa de competencia fue muy bonita, a toda madre y todo bien, ahora de aquí dale para adelante y vive de proyectos, no del pasado”, precisó.
Incluso contó que sus hijos, que no están ligados a la vida deportiva profesional, se dieron cuenta que su padre era campeón olímpico por pláticas con terceros.
“Entonces cuando mis hijos crecen se dan cuenta por pláticas que son hijos de un campeón olímpico y que su papá tiene medalla de oro en Juegos Olímpicos, pero yo no se los dije.
“Sí, fue una etapa bonita y de mucho orgullo, pero eso ya pasó, fue una bella historia que queda en el recuerdo y en la historia del deporte de México, pero nada más”, apuntó.
Aunque hoy en día se dedica a administrar un bar en el Centro de Monterrey, no siempre fue de esa manera, pues después de su paso por las pistas ejerció en diversas administraciones como dirigente deportivo.
“Yo estudié Módulos de Administración en México, un Módulo de Administración para Dirigentes Deportivos de los Comités Olímpicos Nacionales de América, diplomado en Alemania Democrática para Dirigentes Deportivos de México y un Diplomado en Berlín de Administración Deportiva para Dirigentes Deportivos Mexicanos.
“Aprendí a administrar recursos económicos, recursos humanos y sobre todo las pasiones”, detalló.
Bautista fue director de lo que hoy es el Instituto del Deporte de Nuevo León, director de Deportes de Monterrey, director de Calidad en el Deporte en Nuevo León, regidor en el Municipio de Monterrey y otros cargos administrativos relacionados con lo deportivo.
SUS INICIOS
Daniel Bautista adquirió el gusto de correr a los 8 años, cuando en 1960 vio por la televisión llegar a la meta de un maratón de Roma a un etíope descalzo, fue ahí cuando se propuso un día llegar a ser campeón olímpico.
“Me inicio por el gusto de correr a los 8 años de edad, en 1960, cuando vi por la televisión a un africano de Etiopía ganar un maratón descalzo en Roma y un hermano mío, Lucio, mayor que yo 8 años, era corredor y me invitaba a entrenar con él, después me entró el gusto y el placer de correr grandes distancias”, contó.
Sin embargo, aunque ya se había iniciado como corredor, quien lo hizo cambiar de disciplina, fue el marchista mexicano José “Sargento” Pedraza, quien ganó medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1968.
“A los 8 años me propuse que iba a estar en unos Juegos Olímpicos en el maratón, y en 1968, en los Juegos Olímpicos, el mexicano José “El Sargento” Pedraza gana la medalla de plata.
“De ver esa prueba me motivó tanto que de la carrera me cambié a la caminata y desde ahí empecé a practicar la marcha con una preparación de carrera, a los 16 yo ya era marchista”, platicó.
Aunque no calificó a los Juegos Olímpicos de Múnich, eso no hizo que claudicara y se fue a la Ciudad de México a ponerse a las órdenes del entrenador Jerzy Hausleber, quien comandaba el equipo olímpico de marcha en ese entonces.
“Finalmente ingresé al centro olímpico como muchos jóvenes de la época, a prueba, para prepararnos para los Juegos Olímpicos de Montreal.
“En Monterrey, cuando estaba en la secundaria, practicaba alrededor de la escuela secundaria 12 Gabino Barrera en el fraccionamiento Juana de Arco, cuando salí de la escuela entré a la Academia de Tránsito y me recibo como oficial el 1 de agosto de 1971”, reseñó.
Después de trabajar como agente de tránsito se dedicaba a entrenar, caminaba desde la colonia Azteca y llegaba hasta el centro de Apodaca todos los días.
Para entonces, ya recibía el apoyo y los consejos de su entrenador Hausleber, quien según Bautista fue el mejor instructor que tuvo México en temas de marcha.
“Nuestro entrenador era el mejor desde el punto de vista técnico, metodológico, científico y creó un grupo multidisciplinario con un médico, masajista, psicólogo, nutriólogo y un químico para el estudio de la sangre y detectar si estábamos sanos.
“Trabajábamos en la Ciudad de México en un promedio de 35 a 50 kilómetros diarios en dos sesiones, a las 7 de la mañana salíamos a las carreteras fuera del Distrito Federal, entrenábamos de 30 a 40 kilómetros en la mañana y a las 4 de la tarde volvíamos a hacer 12 kilómetros”, detalló.
Contó que en el lapso de las dos sesiones los masajeaban, comían y los metían a una alberca para el relajamiento muscular en donde también aprendían a flotar y nadar.
“El entrenador, que era conocedor de la ciencia, hacía un programa anual y otro de cuatro años para Juegos Olímpicos, en ese programa tenía la preparación general, la preparación específica más intensa, la precompetitiva y las pruebas de distancias, cortas, medias arriba y abajo”, explicó.
A LEGISLAR PARA LOS CAMPEONES
Ante el hecho de que hay campeones olímpicos desamparados en su retiro, algunos diputados locales del Congreso de Nuevo León planean presentar una iniciativa para garantizar el trabajo relacionado con el deporte hasta su retiro.
Los casos de Raúl González y Daniel Bautista, este último que labora dignamente administrando una cantina en el Centro de Monterrey -como él mismo lo señala- llegó a oídos de diputados de Movimiento Ciudadano y ya preparan la propuesta.
Trascendió que en la propuesta se planea que todos los atletas retirados que hayan puesto en alto el nombre de Nuevo León, gocen de un trabajo relacionado con el deporte hasta que lleguen a pensionarse.
Ya sea dentro de sus mismas disciplinas o incluso incursionando en otras áreas como las administrativas, es como podrán vivir los campeones retirados.
Otra de la propuesta que podría acompañar la iniciativa, es que aquellos que no cuenten con estudios, puedan acceder a becas para terminar diplomados o carreras y así tengan más herramientas en su retiro.
Esto sin duda sería de gran ayuda para todas esas personas que no solamente han ganado una presea en justas mundialistas, sino que también ponen en alto el nombre de las instituciones, estado o país que representan.
De ser aprobada la propuesta, se podría replicar a nivel nacional para que la norma aplique en toda la República.
Mientras ya muchos atletas murieron en el olvido, ahora sólo queda esperar que la legislación se lleve a cabo y así comience a cambiar la suerte de los futuros campeones.