A los 12 años de edad, la mayoría de los niños piensan en video juegos, las tareas de la escuela y salir con sus amigos, sin embargo, durante los fines de semana, la mente de Maximiliano Calles está concentrada en controlar un vehículo que corre a 180 kilómetros por hora.
Joven promesa del automovilismo tamaulipeco, este niño no cuenta con la edad suficiente para recibir una licencia de manejar, pero ya es un competidor certificado por la Federación Mexicana de Pilotos y, en unas semanas, por la Escudería Renault.
Max, como lo conocen todos, corre vehículos kart –pequeños monoplazas– que podrían pasar como juguetes pero alcanzan velocidades cercanas a los 200 kilómetros por hora, y lo hace tan bien que ya ha visitado media docena de países del mundo donde incluso ha ganado varias competencias.
Actualmente Max compite en la categoría Rotax 125 cc, que son monoplazas automáticos con una fuerza de 28.5 caballos de fuerza y 11 mil 500 revoluciones por minuto.
La carrera del joven piloto perteneciente al equipo JL Racing inició hace tres años, cuando su padrino le regaló un go kart que durante un año estuvo guardado en una cochera hasta que un día Max recordó que lo tenía.
Entonces el niño y su padre, Felipe Calles, comenzaron a buscar un lugar dónde podían correr el vehículo. Encontraron una pista en McAllen pero ésta cerro a las pocas semanas, por lo que tuvieron que viajar hasta Monterrey, Nuevo León, donde existe una verdadera pasión por el kartismo.
Poco a poco el niño comenzó a mostrar dotes en esta disciplina y le tomó tal gusto que decidió convertirse en competidor oficial ya que Max y la velocidad no son extraños, pues hace años el pequeño corría en motocross.
Con el tiempo y la experiencia este pequeño ha logrado importantes triunfos, el más reciente de ellos fue en el autódromo de Guadalajara, Jalisco, donde no sólo obtuvo la bandera a cuadros, sino que lo hizo en la categoría Shifter 125cc B.
El vehículo que se utiliza en esta división es el Renault F1600 que a diferencia del kart tiene clutch, seis velocidades y va de cero a 100 kilómetros por hora en cuatro segundos.
La victoria de Max sorprendió a muchos en el ambiente del kartismo pues esta era la primera ocasión en la que el niño subía a uno de estos monoplazas, además de que era el piloto más joven de la competencia pues el promedio de edad de los participantes es de los 18 a los 23 años.
Tan entusiasmado se encuentra con esta categoría, que en unas semanas Max recibirá su licencia como piloto certificado por la Escudería Renault para poder competir más regularmente en esta categoría.
¿MIEDO…? A LAS VIBORAS
Aunque es capaz de conducir un vehículo a velocidades que muchos adultos ni siquiera pueden controlar, Max es un niño como cualquier otro de su edad.
Cuando le preguntan qué es a lo que se quiere dedicar cuando sea grande, de inmediato responde que piloto de autos, sin embargo como no hay alguna institución educativa que ofrezca un título universitario para esta profesión, entonces asegura que le encantaría ser Ingeniero Mecánico.
Como cualquier menor de su edad, Max disfruta de los video juegos, sólo que en su caso además de divertirlo le ayudan a competir, pues si título favorito se llama “Fórmula 1 Champions” que juega en su Playstation 3.
“Me sirvió mucho cuando me subí al Renault”, asegura.
Estudiante de primer año de secundaria, este pequeño comparte su tiempo entre sus tareas escolares y la práctica del kartismo.
De hecho siempre que hay una competencia Max siente que llega con desventaja en comparación con los otros competidores, pues tiene que esperar a salir de la escuela, trasladarse al lugar donde va a ser la carrera y reconocer la pista en el menor tiempo posible, cuando el resto de sus contrincantes ya tuvieron el tiempo suficiente para hacerlo con más calma.
Aún así Max logra compensar la falta de tiempo para reconocer la pista con la concentración que aplica al momento de ir corriendo.
Viajar a 180 kilómetros por hora no es algo sencillo, ni siquiera para el piloto más experimentado, por ello resulta curioso lo que Max piensa cuando va a esas velocidades.
“La verdad voy pensando: me voy a matar, me voy a matar”, reconoce apenado.
Y aunque este pensamiento recorre su mente mientras maneja, el miedo es lo último que llega a sentir al momento de tomar una curva cerrada a más de 70 kilómetros por hora.
Si hay algo a lo que Max le tiene miedo es a los cocodrilos y las víboras, no la velocidad.
Esto suena increíble, considerando que en una ocasión el pequeño sufrió un accidente que le pudo haber costado la vida.
“Fue en Nuevo Laredo –recuerda– iba saliendo de una recta a más de 120 kilómetros por hora y el vehículo sufrió una falla mecánica”.
El desperfecto no solo impidió que la unidad bajara la velocidad, sino que acelerara más. Obviamente al llegar a la curva Max no pudo controlar su kart, se salió de la pista y en cuestión de segundos el niño estaba volando fuera del auto.
“Sólo recuerdo que en un segundo veía piso, cielo, piso, cielo”, dijo.
Increíblemente el pequeño salió con apenas unos golpes que pudieron haber sido más graves, pues en un momento del percance la unidad le pasó a unos centímetros de la cabeza para luego estrellarse cuatro metros más adelante.
Y aunque este accidente es más que suficiente para que cualquiera anuncie su retiro definitivo de las pistas, al día siguiente Max ya estaba arriba de un monoplaza, corriendo otra vez.
“La verdad correr no me da miedo”, confiesa.
Curiosamente los únicos accidente que si le han dejado lesiones a Max no los ha sufrido a bordo de un kart.
El más reciente sucedió precisamente en Guadalajara, cuando en un descanso de la competencia el niño se subió a una patineta con motor y comenzó a recorrer la pista.
En un momento Max perdió el control de la patineta y se cayó, raspándose el rostro y el antebrazo derecho.
“Cuando vieron que estaba bien el señor del sonido local dijo: ya ven señores, lo peligroso no son los karts, son las patinetas”, recordó divertido.
PROMETEDORA CARRERA
El gusto por las pistas, las victorias que ha alcanzado hasta estos momentos y el apoyo que ha recibido de su familia, han puesto a soñar a Max quien no piensa dejar de correr.
De hecho el principal promotor y apoyo de este niño piloto es precisamente su padre, Felipe Calles, quien entre bromas reconoce que lo único que la da miedo es cuando llegan las cuentas de las llantas, refacciones y gasolina del kart de su hijo.
“Algunos niños agarran una raqueta, el mío agarró un carro, creo que como padres es nuestra obligación apoyarlos en todo lo que podamos”, dijo.
Y si es por apoyo Max no se puede quejar pues no solo ha corrido en pistas de México y Estados Unidos, sino que ha participado en competencias desarrolladas en Guatemala, Costa Rica, Colombia, Ecuador y Puerto Rico.
Para el papá de Max, las posibilidades de que su hijo se convierta en una estrella del automovilismo todavía son remotas, pero con los años podrá conseguirlo.
“Sé que no tengo al (Michael) Shumacher (campeón del mundo en Fórmula 1), pero con la práctica y los años mi hijo puede llegar a ser muy bueno, hay pilotos que nacen y otros que se hacen, creo que mi hijo tiene un poco de ambos”, aseguró.
Mientras tanto Max seguirá corriendo por la mayor cantidad de pistas posible, hasta que tenga la edad suficiente para decidir si se convierte en un piloto profesional o un Ingeniero Mecánico.
Lo único seguro en la vida de este pequeño, es que cada vez que se pone un casco, un traje de piloto resistente al fuego y se sube a un monoplaza, una enorme sonrisa va a llegar su rostro.
Después de todo, no hay que olvidarlo, tan solo se trata de un niño de 12 años.