
Orgullo y Prejuicio
(Pride & prejudice, 2005)
PG. Orientación de los padres
Todo en Orgullo y Prejuicio es una maravilla del romanticismo.
El clásico literario de Jane Austen ha sido transformado por el director Joe Wright en quizás la mejor adaptación de las numerosas que se han hecho.
La trama es muy sencilla, pero su tratamiento es encantador.
En la empobrecida familia Benett hay cuatro hermanas casaderas y su padre quiere desposarlas. Elizabeth (Keira Knightley) es impetuosa, libre y retadora, apartándose a las normas de la época, que demandan de una chica sumisión, recogimiento y silencio. Inesperadamente encuentra a Mr. Darcy (Matthew Macfadyen) un altivo aristócrata con el que siente un rechazo inicial. La llama del amor surge de inmediato. Pero para que se unan estas almas tan diferentes entre sí, deben superar obstáculos, como el de las clases, la ideología y la mutua comprensión.
Esta historia de enamorados, con sus entretenidísimos enredos, está enmarcada por una gran producción. El arte en vestuario, peinados y arquitectura es insuperable. Wrigth se esmeró en retratar fielmente la época del Siglo XIX, donde el aspecto de las personas era más importante que los sentimientos.
La música de Alexandre Desplat es una joya lánguida, con acordes de piano y cuerdas que remiten a una época ida, pero nunca olvidada, en la que surgieron grandes historias de pasión.
Knightley ofrece una más de sus virtuosas actuaciones, como la dama de sociedad, adelantada a su tiempo, que sabe que las apariencias no son nada, en las relaciones humanas. Ella está convencida de que el amor verdadero existe y que lo encontrará, aunque tenga que quedarse sola, como precio por su fracaso.
Orgullo y Prejuicio invita a reflexionar sobre las causas que pueden hacer que las personas unan destinos. Y, también, las causas que hacen que se separen.
Bellas de Noche
(Beauties of the night, 2016)
B. Para adolescentes de 12 años en adelante
El documental muestra el estado en que se encuentran, envejecidas, cinco mujeres que dominaron la escena nocturna de México hace cuatro décadas. Ellas son Lin May, Rossy Mendoza, Olga Breeskin, Princesa Yamal y Wanda Seux.
La película de María Jose Cuevas es una reflexión, basada en testimonios honestos, sobre los efectos del tiempo y la caducidad de la fama.
Todas ellas, en su tiempo fueron grandes divas del cabaret. Hicieron prestigio como reinas de la noche y participaron en numerosas películas taquillerísimas en el subgénero de películas de ficheras. Pero con el paso de los años todas enfrentaron la dura realidad: eran buscadas por su belleza física y cuando esta se esfumó, se fueron los contratos y los reflectores.
Su destino fue el olvido. De acuerdo a sus dramáticas confesiones, tarde se dieron cuenta de que dilapidaron las fortunas que acumularon, en una vida rápida dominada por los excesos y la búsqueda del placer.
Bellas de Noche es cruel con sus protagonistas. El contraste de las imágenes es brutal. La recientemente fallecida Seux terminó olvidada e implorando otra oportunidad frente a las cámaras que no llegó. Breeskin se convirtió en una motivadora cristiana, arrepentida del desenfreno de la juventud. Y así, todas, de forma similar, están retiradas y resignadas a sufrir los estragos que Cronos ha provocado en ellas.
Para entender la película es indispensable el contexto. Se perderá en el relato quien no conozca aquel movimiento de producción cinematográfica de las deplorables sexycomedias mexicanas, que retacaron los cines de espectadores varones que acudían con el único propósito de ver sus esculturales cuerpos desnudos.
Es un buen ejercicio de nostalgia, dirigido a público adulto.