Y en el reloj de antaño
Como de año en año
Cinco minutos más para la cuenta atrás
Hacemos el balance de lo bueno y malo
Cinco minutos antes
De la cuenta atrás
Dicen las notas que aparecen en Facebook que este clásico de Mecano es la canción más escuchada en los hogares de habla hispana durante las fiestas de Año Nuevo. Quizás sea cierto, quizás no; en lo personal la mitad de las cosas que leo en redes no me las creo y la otra mitad las pongo en duda.
Lo interesante del meloso tema musical es que te ayuda a poner en perspectiva lo vivido en los últimos doce meses, invitando a la reflexión.
Este fin de año, cuando las actividades bajan al mínimo y reportear se convierte en un deporte extremo donde todo se vuelve nota, uno de los recursos más recurridos es precisamente hacer un balance de las cosas buenas y malas de nuestra realidad local o regional.
Cómo queramos ver las cosas es lo mismo que la teoría del vaso medio lleno o medio vacío, sin embargo me queda claro que una de las tácticas que generan más rating o visitas a los portales de noticias es ponerse apocalíptico, declarar el fin del mundo y advertir que el año que viene será el más negro de la historia.
Siendo sincero la táctica se está aplicando desde hace meses. Basta darse una vuelta por las redes sociales, especialmente Twitter, para encontrarnos que existen quienes consideran que México está en llamas, al borde del abismo, sumido en la peor de las crisis económicas y un abandono oficial nunca antes visto.
Es cierto, Facebook también tiene a sus agoreros del cataclismo, sin embargo hay que decir son mucho menos en número y más inofensivos que los que están en la red social del pajarito azul (sin albur).
Estos mensajeros de la fatalidad son aquellos que comparten la visión de que estamos viviendo el peor gobierno en la historia del país, con una Cuarta Transformación que no ha sabido cumplir sus compromisos y, al contrario, está llevando a México a un despeñadero donde lo espera un hoyo infinito y sin fondo.
Estas personas, claramente identificadas con el PAN, la derecha y una clase social dominante económicamente, no descansan cuando se trata de compartir links a portales de dudosa procedencia donde se difunden las más recientes reseñas de ese infierno en el que se encuentra convertido nuestro país.
Cada uno de ellos no tiene empacho para denunciar en un tuit punto por punto todo lo malo que está haciendo la Cuarta Transformación y responder, casi siempre con extrema violencia, los embates de los “chairos” (así los llaman) que osan contradecirlos.
Pero para que haya una guerra se necesitan dos bandos, hay que decir que del otro lado las cosas no están mejor.
El ala dura del lopezobradorismo, que se ve a sí mismo como un selecto de mexicanos informados, impolutos y con la verdad del universo en sus manos, pasan las horas de sus días patrullando las redes sociales para enfrentar y contradecir a todos aquellos que se atreven a criticar a quien consideran “el mejor presidente que ha tenido en país”.
Es cierto, al igual que sus enemigos mortales este grupo de mexicanos lee… y mucho, pero eso no quiere decir que estén informados.
Estas personas son fieles seguidores de perfiles igual de cuestionables que los que siguen sus rivales.
Gracias a estos mexicanos “progresistas”, personajes de caricatura como Lord Molécula saltaron a la palestra nacional, convirtiéndose en un escupitajo en la cara para todos aquellos quienes, me incluyo, hemos dedicado nuestra vida a intentar hacer el periodismo como dictan los cánones, de manera objetiva y sin ningún sesgo político.
Para esta “Guardia Pretoriana”, como fueron bautizados por el genial Brozo, quien se atreva contradecir los dichos, acciones y preceptos dictados por su líder máximo, Andrés Manuel López Obrador merece ser denunciado, exhibido, destruido.
A diario estas dos facciones se enfrentan en una guerra que, cualquiera que crea que las redes sociales son espejos fieles de la realidad, pensaría que tiene al país dividido, sumido en la más profunda polarización de su historia.
Afortunadamente hace mucho tiempo me di cuenta que las redes sociales no son -ni tantito- la realidad. Que lo que ahí se ve y lee es apenas una parte de lo que se vive realmente.
Gracias a Dios allá afuera hay un mundo que se mueve a un ritmo muy distinto de las redes sociales, donde la gente hace lo posible por salir adelante y le vale un poquito menos que madres la afiliación política de su vecino.
En este mundo los problemas son reales y nadie se preocupa porque el SAT va a vigilar nuestras tarjetas de crédito o el país tiene décadas en tasa cero de crecimiento.
Este es el mundo al que me quiero ir en estas fiestas decembrinas, lejos de Facebook y Twitter que, insisto, nomás utilizo para compartir memes… y las columnas que me publican en Hora Cero.
De todos modos no quiero que acabe el año sin mi deseo a los habitantes de estas dos realidades de que el año que viene sea mejor que el que termina.
Espero en Dios que en el 2020 sobren los tragos y las risas, que las penas con pan sean menos, que nadie salga de su casas sin el abrazo de un ser querido y que el horizonte solo muestre el camino a donde queremos ir, disfrutando de la ruta sin pensar en el destino.
Pásenla a toda madre, suelte el celular y si lo va a agarrar, que sea solo para una tomar una foto (no necesita más) y reproducir su lista favorita de Spotify para cantar a todo pulmón junto a aquellos que ama.
Salú y nos leemos el año que entra.