
Sin duda que todo en nuestra vida se mueve al impulso natural que la actividad diaria nos va ofreciendo o presentado. Y es posible que ya tengamos perfectamente cuadrado el cómo llevar el día a día, en aquello a lo que nos hemos dedicado desde hace mucho tiempo.
Pero también es común que en el resultado que al final nos ofrece nuestro esfuerzo diario, no experimentemos la emoción que produce el llegar a un punto determinado de avance en los objetivos alcanzados.
Y no en pocas ocasiones nos cuestionamos si lo que hacemos es lo que más deseamos, o si estuviera por ahí escondido un plan de hacer mejor las cosas en la actividad a la que nos dedicamos, o si no hemos tenido el suficiente “olfato” y el valor para emprender un proyecto diferente o más satisfactorio.
Y no necesariamente tendría que ser algo que nos produzca beneficios materiales; porque no solo en eso se basa el crecimiento y el desarrollo del individuo. Pudiera, en todo caso, suceder que al crecimiento material le esté haciendo falta el soporte de actividades de índole espiritual, que te lleven de la mano a comprender de manera más clara lo significativo, importante y valioso que es la actividad productiva a la que te dedicas.
Indudablemente que nos faltaría consolidar “un propósito de vida”. Nada de lo que hagas, realices o emprendas, tiene sentido si no estableces un propósito de porque y para qué haces lo qué haces, por qué te esfuerzas tanto para que las cosas te salgan bien y, si no salieran bien, ¿cuál es el propósito qué hay ahí con lo que te está sucediendo?
Pudiera ser que nos estableciéramos metas y que a esas metas le aplicáramos estrategias de desempeño tan bien estructuradas que al desarrollarlas nos den un resultado exitoso. Sin embargo, pasa aquel momento de felices logros y volvemos al mismo lugar emocional. ¿Por qué? porque no agregamos a la formula de esa tarea, el ingrediente del “propósito” del porqué y para que lo hicimos.
La satisfacción del ser humano no está basada solo en las cosas materiales; finalmente son eso, cosas que tarde o temprano pierden el valor emocional de haberlas adquirido.
Cada mañana es un nuevo día y una nueva oportunidad de escalar un peldaño más en el “propósito” de edificarnos como personas.
Quizás ese día nuestro principal “propósito” sea poner orden en el seno familiar para direccionar hacia mejor rumbo el destino de un hijo, una hija o un hermano.
Quizás ese día tu “proposito” sea aplicar el perdón sobre alguien que no ha sufrido tanto como tú porque has llevado a cuestas por mucho tiempo “la pesada cruz del resentimiento”.
La vida está llena de oportunidades. Para donde quiera que voltees se abre una puerta doble que nos da entrada “gratis” hacia escenarios donde podemos establecer “propósitos” realizables.
Y no se trata de ocuparnos en tantas cosas cuantas se nos ocurran, se trata de que aquello que te propongas sea algo alcanzable y edificante.
Pero de lo que si debes estar seguro es de que nada de lo que hagas tendrá sentido, si atrás de eso no se establece un “propósito” de por qué y para qué lo hiciste, Porque el propósito de la vida es lograr una vida con propósito.
¡Hasta la próxima!