En el verano de 2016 el panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca gozaba de las mieles de la victoria. Se enfilaba ya, tras el triunfo en las urnas, a la primera alternancia en el poder gubernamental de Tamaulipas, tras 86 largos años de gobiernos emanados del otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Investido con el traje azul de opositor, albergó las esperanzas e ilusiones que generan esos tipos, como Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” “independiente” en Nuevo León un año antes que él, y Vicente Fox a nivel nacional en el año 2000. Pero esos eran espejismos, montañas de buenos deseos.
Sus vientos de cambio fueron en realidad una tolvanera, remolinos que tumbaron como naipes los sueños de los gobernados que ahora le dan la espalda y esperan la hora en que deje la administración.
Hubo quienes esperaron que el oriundo de Reynosa hubiera emulado a algunos de sus antecesores llevando algunas obras al lugar que lo vio nacer, pero eso tampoco ocurrió.
Cabeza de Vaca resultó un fiasco para quienes creyeron en él. Tan pronto inició su gestión y las expectativas se fueron esfumando.
Los tamaulipecos veían con asombro que el panista superaba en ineficiencia y corrupción a sus antecesores priistas.
Como alcalde de Reynosa Cabeza de Vaca ya había sido objeto de acusaciones por corrupción, nepotismo y otros delitos, al igual que como senador de la República, pero eso no obstó para que llegara donde hoy se encuentra, en efecto, con todos sus pros y sus contras.
Durante la segunda parte se su sexenio, Cabeza de Vaca toma protagonismo en sus enfrentamientos con el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, a quien, fiel a su estilo, llega a retar. Sus pleitos se extienden contra sus adversarios políticos internos de su partido y contra todo lo que huela a oposición política.
Preparándose para la grande, el gobernador busca protagonismo en la Alianza Federalista de Gobernadores, aquella agrupación que sirvió para nada y como una pasarela.
Pero Cabeza de Vaca se crecía, operaba en la entidad y, aparentemente tranquilo, acudía a las reuniones de Palacio Nacional y en algunas ocasiones llegó a ser el anfitrión del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, su siempre adversario.
Pero mientras el panista hacía uso de su poder, premiando a los suyos, a sus incondicionales y acosando y persiguiendo a sus opositores y divergentes, sus posesiones materiales llamaban la atención de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y pronto también de la Fiscalía General de la República (FGR).
Sobre Cabeza de Vaca se ha dicho que en la presente administración gubernamental ha incurrido en desviación de recursos, que ha favorecido a cierto grupo de empresarios y que en las acciones de corrupción figuran familiares y allegados.
En efecto, estas son acusaciones, unas de cafés y sobremesas y otras de carpetas de investigación.
Las de la UIF y de la FGR son formales y revelan la extraña riqueza amasada a partir de que es Senador de la República, pero efectivamente, no alcanzó para que la Corte lo desamparara, por lo que hasta las 23:59 del último de septiembre, el hasta entonces gobernador podrá moverse por donde quiera, pero consciente de que enseguida será un ciudadano más, con cuentas, de muchos ceros, pendientes con la autoridad.
Entonces podrá ser llamado a declarar, ¿acaso se obsequie otra orden de aprehensión en su contra? Quizás ahora con más evidencias.
A esto habría que sumar todas las anomalías e irregularidades que ha detectado el equipo de transición entrante y la serie de denuncias que les están llegando y que probablemente se conviertan en más carpetas por integrar e investigar.
Hasta ahora, los vientos de la 4T han
derrotado en dos ocasiones al cabecesimo en las urnas, en las elecciones de alcaldes y diputados locales (aunque luego se hicieron de la mayoría legislativa con artimañas) y en la elección de gobernador.
Habrá que ver si logran comprobar legalmente las imputaciones que abundan en contra del controvertido político panista que generalmente se muestra seguro y que a la menor provocación se autoproclama perseguido político.