En la época del partido cuasi totalitario, el país entero y por ende cada entidad de la República vivía a merced de la voluntad del poderoso presidente en turno, y a nivel local del gobernador, que generalmente se sentía virrey, guardando las formas con el mandamás.
Todavía en los años 90, con la partidocracia en todo su esplendor, las fuerzas opositoras poco podían hacer para contrarrestar el poder avasallante del gobierno en turno que en comunión con su camarilla y entes del poder económico hacían prácticamente lo que querían, sobre todo enriquecerse y mantenerse en su élite.
La primera alternancia llega al país en el año 2000, con dos sexenios seguidos panistas, tristemente recordados por sus resultados. El sistema cambió solo de color, permaneciendo el status quo. En Tamaulipas la alternancia llegó hasta el año 2016, también con la derecha.
El neopanista que llegó a la representación del ejecutivo estatal aquel año, Francisco Javier García de Vaca, cumplió su cometido personal y de grupo.
Al paso del tiempo se comprobaría que al reynosense le valió siempre un cacahuate el estado, gobernó para unos cuantos, prosperó en sus empresas y negocios al igual que su familia.
Más aún, con el apoyo de sus subordinados, los diputados de las legislaturas 64 y 65, armó un blindaje en instituciones gubernamentales y en el Poder Judicial para poseer un poder transexenal, que pese a las aberraciones legales, en las que ha incurrido sistemáticamente la gavilla de panistas, son protegidos por las personas que dejaron precisamente para ello.
Por extraño que parezca, desde el año 2021 las urnas le han dado reveses a los cabecistas que se adueñaron del PAN desde el año 2015. Los han derrotado en la mayoría de las justas importantes. Perdieron la mayoría en el Congreso local, perdieron las principales ciudades de la entidad, a excepción de Tampico, y perdieron la gubernatura en 2022.
Pero como si fuera una maldición, a Morena empiezan a complicársele las cosas en el Congreso local, pues la asamblea aún no se instalaba y ya había perdido a las diputadas Leticia Sánchez Guillermo y Lidia Martínez, quienes en el año 2021 llegaron a sus respectivas curules por Morena y se convirtieron en panistas de la noche a la mañana.
Sobran las voces que afirman que ambas legisladoras fueron compradas por los cabecistas.
De esta forma, al debilitarse Morena, el PAN pudo acceder a la Junta de Coordinación Política en forma rotativa, para posteriormente hacerse del control de ese órgano de dirección con una mayoría simple, con la cual luego, modificaron la legislación para que la Jucopo fuera intocable, con excepción de que alguna bancada obtuviera la mayoría calificada.
En lo sucesivo, la Legislatura 65 incurre en lo hecho por la 64, cambios a modo; los prianistas unidos modificaron la Constitución Política del Estado de Tamaulipas y la Ley sobre la Organización y Funcionamientos Internos del Congreso de Tamaulipas, alterando a su antojo la institucionalidad del Poder Legislativo.
Lamentable, pero cierto. El Poder Legislativo, que un día intentó ser convertido en la Casa del Pueblo, es hoy un poder que está a merced de politiquerías, de grillas con intereses de grupo y para proteger a un exgobernador, que está comprobado, es rechazado por el pueblo que gobernó.
Es lamentable también, que la administración pasada, en complicidad con sus diputados, haya logrado dejar en sus cargos al Fiscal General de Justicia en la entidad, al Fiscal Anticorrupción, al Contralor y gran parte de los integrantes del Poder Judicial, pues es más que evidente que en conjunto trabajan para los intereses y el blindaje del cabecismo.
Qué desgracia para Tamaulipas, haber tenido recientemente a una administración corrupta y saqueadora, decenas de alcaldes que también se enriquecieron en el pasado reciente, y que la justicia no llegue.
Qué lamentable ser un estado rehén.