
Estaba un día El Apuntador deshojando la margarita sobre cuántos periodistas, reporteros, editores o directivos que trabajaron en Tamaulipas los últimos años han regresado a Nuevo León por diferentes razones, cuando se supo del caso más reciente: René Martínez González.
Compañero de varias generaciones de reporteros del ambiente policiaco, pues estuvo varios años en El Norte y El Sol, el colega terminó una larga etapa como editor de La Tarde, el vespertino de El Mañana de Nuevo Laredo.
El domingo 29 de enero pasado Martínez escribió en su muro de Facebook un texto que enseguida se publica tal como lo escribió en su teclado.
“Hace unos días presenté mi renuncia voluntaria en la empresa… luego de meditar un tiempo. Tal vez para mí ha llegado el momento de alejarme de las oficinas de redacción de los periódicos… El momento de pasar la estafeta a las nuevas generaciones. No debo retirarme sin dar gracias… A quienes confiaron en mi para darme un lugar de trabajo, a Ramón Cantú Deándar, a su hermana Ninfa y a toda su familia, igual que al ingeniero Marco Villarreal Marroquín y a toda su familia así como a Pedro Valtierra y los compañeros de tantos años de la agencia Cuartoscuro, a la familia Estrada del grupo Radio Alegría y el periódico ABC.
Muy especialmente a Rodolfo y Alejandro Junco, quienes creyeron en mí por años y con quienes estoy también eternamente agradecido.
Y a todos los compañeros con quienes tuve oportunidad de trabajar hombro con hombro en el andar de 45 años de periodismo que caminan conmigo.
A Carlos Lozano, y Daniel Lozano (QEPD), quienes me invitaron a escribir por primera vez en un medio impreso cuando apenas cursaba el segundo año de preparatoria, y con ellos di mis primeros pasos en el periodismo, profesión que abracé desde ese momento y que he desempeñado la mayor parte de mi vida.
Me alejo de la mesa de redacción… Y aun medito, en la profunda satisfacción que me deja el haber vivido intensamente cada día tratando de hacer mi trabajo de la mejor manera posible… Medito en que tal vez ahora es tiempo de estar con mi gente… con mis amigos, con mis instrumentos, la otra parte de mi vida… No me retiro del oficio, sino del tedio del horario de trabajo… Y aun medito en eso… En el impulso de recorrer cada playa del país, cada destino que me atraiga, pero esta vez sin el afán de ir tras la noticia…
A todos gracias… A aquellos que creyeron en mi capacidad.. publicaron mis textos, mis fotos…
Yo seguiré escribiendo… Y tomando fotos… Desde algún punto del país…. Desde algún lugar del mundo… Y que los dioses antiguos bendigan al periodismo”.
En un caso registrado a fines del año pasado Francisco Cuéllar Cardona, periodista del Expreso de Ciudad Victoria, tuvo que abandonar Tamaulipas después de constantes amenazas contra su hijo Ilich Cuéllar, egresado de comunicación de la UANL.
Aunque se desconocen las razones por las cuales Martínez anunció renunciar a su profesión, en el caso de Cuéllar fue el acoso de grupos de la delincuencia organizada que operan en Ciudad Victoria lo que obligó a la familia buscar un refugio mas seguro en México o el extranjero.
Quienes han desempeñado esta profesión en Tamaulipas aprendieron muy rápido a no “pegarle al héroe”. Diferente a Nuevo León, donde también la prensa sufrió sus peores años, en el vecino Estado las habas se cuecen en diferente cazuela.
Y seguramente Martínez sufrió -y tuvo que hacerlo para salvar su pellejo-, recibir órdenes a través de un teléfono de qué se publicaba y qué no, y no precisamente de la voz de tu jefe inmediato o de los dueños del periódico El Mañana de Nuevo Laredo.
Ese ha sido el pan de cada día de los medios de comunicación de Tamaulipas que se agravó a partir de 2010 con el divorcio de dos grupos delictivos.
En 2004 fue asesinado Roberto Javier Mora, entonces director editorial de ese matutino propiedad de la familia Deándar Cantú, quien antes tuvo una brillante trayectoria entre El Norte y El Diario de Monterrey. Eran los años de Tomás Yarrington Ruvalcaba como gobernador tamaulipeco.
En 2006 El Mañana de Nuevo Laredo sufrió un atentado con granadas que lanzaron hombres armados que penetraron a la recepción y redacción, hiriendo a varios empleados y dejando parapléjico a un reportero policiaco. Fue en pleno sexenio de Eugenio Hernández Flores.
En 2012, siendo gobernador Egidio Torre Cantú, las instalaciones del quincenal Hora Cero fueron vulneradas por miembros de un grupo criminal destrozando vidrios, amenazando y ordenando al dueño cerrar el medio por tres días.
Fue precisamente en ese gobierno de Torre Cantú cuando varios medios de comunicación, desde Nuevo Laredo a Tampico, de Matamoros a Ciudad Victoria y de Reynosa a Ciudad Mante, sufrieron atentados, intimidación y acoso.
Y cuando parecía que con el PAN gobernando Tamaulipas sería una sucursal del paraíso, sucedieron los casos de Cuéllar y Martínez, no dejando dudas de que Nuevo León sigue siendo un territorio más seguro para ejercer este oficio.
LOS ANTECEDENTES DEL ‘REPORTERO TEIBOLERO’
Es verdad, El Apuntador había hecho una promesa de no dedicarle mas espacio al “reportero teibolero” Víctor Badillo, quien se lleva entre las patas el prestigio que tiene Publimetro.
Sin embargo, para despejar cualquier duda sobre sus orígenes en el bajo mundo de los table dances de una persona que denigra el periodismo porque ni la secundaria terminó, se hizo una búsqueda hemerográfica en los archivos impresos del periódico El Norte.
Resulta que el 16 de febrero del 2000, fueron detenidos por elementos de Seguidad Pública del Estado Víctor Eduardo Badillo, Manuel Guzmán, Juan Eliud Lozano, Ricardo García y Juan Carlos Ramos, (que) se indetificaron como encargados del lugar.
El primero en la lista trabajaba en un antro conocido como Millenium que fue reabierto después de ser clausurado por la Dirección de Alcoholes de Monterrey.
“Esta gente, con mucha temeridad, arrancó los sellos y nosotros, como andábamos en operativos o en rondas… y se detuvieron a cinco personas”, declaró José Luis Pérez Leal, entonces titular de esa dependencia.
Del table dance Millennium emergió Badillo para ostentarse ahora como paladín y defensor de la libertad de expresión. ¡Por el amor de Dios!