
Cuando todo parecía que “Alex” sería uno más de los huracanes categoría dos que se impactaría en las costas tamaulipecas la noche del miércoles 30 de junio, los daños ocasionados en Tamaulipas son monumentales, inesperados y hasta la fecha incalculables, principalmente por una serie de errores oficiales.
A partir del lunes 5 de julio, el gobernador, Eugenio Hernández Flores, acusó a los funcionarios de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) de no desfogar a tiempo las presas de Coahuila y Nuevo León, para de esa manera evitar inundaciones en Tamaulipas cuando comenzara la época de huracanes.
En reunión sostenida ese día en Matamoros, ante las primeras alertas de que el río Bravo aumentaría el nivel del agua en su camino hacia el Golfo de México, la voz de Hernández Flores retumbó fuerte en los oídos de José Luis Luege Tamargo, titular de la Conagua.
Hasta el cierre de esta edición han pasado más de 20 días del impacto de “Alex” en el litoral tamaulipeco provocando graves daños a la infraestructura carretera, afectando viviendas, zonas agrícolas y ganaderas; al sector comercial y turístico, y la situación es la misma… o peor.
El miércoles 21 de julio pasado Hernández Flores asistió a una reunión en Los Pinos convocada por el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, donde enumeró cifras parciales y muy cercanas a la realidad, de las afectaciones que provocó el fenómeno meteorológico en la entidad.
“Después de la tormenta no vino la calma. Tenemos más de 6 mil viviendas afectadas, 202 escuelas dañadas, 500 empresas perjudicadas, 134 mil hectáreas de cultivo siniestradas, y 28 obras de infraestructura vial y carreteras afectadas”, dijo el mandatario tamaulipeco.
En el acto acudieron además sus homólogos de Coahuila y Nuevo León, Humberto Moreira Valdés y Rodrigo Medina de la Cruz, respectivamente, a quienes por “Alex” también les fue como en feria.
Calderón Hinojosa les dijo a los tres gobernadores que la Federación se iba a poner bien guapa para apoyarlos con toneladas de pesos, entre ellos, cinco mil millones para la construcción de infraestructura hidrológica en el noreste del país, además de reparar las carreteras y autopistas dañadas como la Ciudad Victoria-Monterrey y la Monterrey-Nuevo Laredo.
Seguramente la autopista Reynosa-Matamoros será incluida en este paquete ya que fue rota en varios tramos para dejar pasar el agua que se desbordó del río Bravo a la altura del poblado Nuevo Progreso, un centro turístico incomunicado a partir del 21 de julio por la cantidad de agua que avanza e inunda tierras de cultivo.
Según cifras que van y vienen, se habla de entre 134 y 180 mil hectáreas de tierras de siembra siniestradas cuando la Conagua (aplausos, en serio) decidió romper en varios tramos la autopista Matamoros-Reynosa, para liberar el agua del río Bravo a través del cauce el arroyo Del Tigre y con destino final a la Laguna Madre, en un sector conocido como El Mezquital.
Sin embargo, en este flujo que comenzó el lunes 5 de julio ha prácticamente sumergido a poblados, rancherías y ejidos con pérdidas de sus pertenencias materiales y algunos animales, aunque el lado positivo es que solamente el 20 por ciento de los agricultores de sorgo no habían levantado la cosecha antes del desastre acuático.
Otros funcionarios estatales y municipales que han estado muy activos sentando en la silla de los culpables y lanzando metralla a los funcionarios federales de la Conagua son los alcaldes de Reynosa y Matamoros, Oscar Luebbert Gutiérrez y Erick Silva Santos, respectivamente.
Y razón tienen de sobre, pues en Reynosa la crecida del río Bravo ha inundado zonas residenciales y ha espantado a los pocos turistas que se atrevían a cruzar al territorio mexicano, sobre todo para hacer compras en tiendas comerciales y consultar médicos ante lo atractivo de los precios en pesos.
La molestia de Luebbert Gutiérrez es que la Conagua pudo evitar a tiempo esta crisis, pero omitió abrir las compuertas de las presas que controla la dependencia federal de este lado del charco.
Y otra omisión de los funcionarios mexicanos se debió a la falta de coordinación con los estadounidenses sobre el desfogue a tiempo de la Marte R. Gómez, operada por la Comisión Internacional de Límites t Aguas (CILA).
Mientras unos le echan la pelota a otros y los otros se lavan las manos como Pilatos, hay que reconocer que las autoridades estatales y, sobre todo las de Reynosa, tomaron decisiones preventivas a tiempo el jueves 15 de julio cuando se esperaba una avenida de agua de la presa Marte R. Gómez.
Entre otras de desalojar familias de colonias marginadas vecinas al río Bravo, así como abrir albergues que finalmente no fueron ocupados, y el traslado de 60 personas de la tercera edad huéspedes del asilo municipal, ubicado en un sector altamente inundable.
Habrá que esperar como termina esta historia, de un huracán que parecía inofensivo y se convirtió en una verdadera pesadilla, causando severos daños en Monterrey y otros municipios conurbados, como también en el norte de Coahuila.
Se estima que será hasta mediados de agosto, en plena época de huracanes, cuando el nivel del Bravo empiece a estabilizarse, siempre y cuando el dios Tláloc se apiade del noreste de México que quiere emerger de las aguas, como los vecinos de Nuevo León donde la furia de la naturaleza no respetó clases sociales.
Por lo pronto quienes deberían sacar la casta y poner el grito en el cielo ya lo hicieron reclamando el envío y la aplicación de recursos del Fondo contra Desastres Naturales, entre ellos Hernández Flores, Luebbert Gutiérrez y Silva Santos, así como el alcalde de Nuevo Laredo Ramón Garza Barrios –los principales afectados–.
Durante estas últimas semanas los tamaulipecos se olvidaron de otros problemas que aquejan a las principales ciudades, esperando que los meses corran rápido para poder ser testigos del nacimiento del nuevo gobierno que encabezará Egidio Torre Cantú, en lugar de su hermano Rodolfo (Q.E.P.D.).