
Debemos preguntárselo directamente al alcalde de Nuevo Laredo, Enrique Rivas:
¿Estás tomando dinero público para beneficio propio o algo que no te pertenece? ¿Estás robando a la ciudad al igual que centenares de alcaldes señalados en México y siguiendo los pasos de la corrupción delirante y demencial de los ex gobernadores que hoy ocupan las primeras planas en Mexico?
Debemos decirte con toda claridad que al final de cada administración municipal, Nuevo Laredo termina invariablemente con los mismos problemas sin resolver, pero -eso sí-, con un nuevo millonario en la ciudad. Ha sido así desde que tenemos memoria, así ocurrió con todos tus predecesores sin importar el color de sus partidos y pensamos que no serás la excepción.
¿O acaso Enrique Rivas es diferente? ¿Tienes los tamaños éticos y la integridad suficiente para negarlo viendo a los ojos a la sociedad, acaso -y guardando toda proporción-, compartes las convicciones y te identificas con personajes públicos que trascendieron como Madero, José Mujica, Salvador Nava, López Mateos o José Vasconcelos? ¿Para qué lado te peinas alcalde? ¿Estás con los nombres que nos generan orgullo y esperanza o eres uno más de los Duartes, Yarringtons, Granieres, Moreiras y demás pillos de triste memoria para México y sus Estados?
Porque lo que menos necesitamos en nuestra patria chica es seguir repitiendo la historia de saqueos que lanzan a los jóvenes a la desesperación y cancelen la esperanza a 100 mil familias que ven un futuro oscurecido por la descomposición de la vida pública.
No ocupamos demagogos que pretendan seguir dorándonos la píldora para beneficiarse de las desviaciones mientras simulan con toda la parafernalia de ser benefactores intachables.
En cambio lo que sí requerimos urgentemente -y lo exigimos- es una autoridad moral en la presidencia municipal, una gestión decente y comprometida que se constituya casi en un apostolado de una nueva cultura política, incluyente, democrática y que rinda cuentas reales y haga valer los reglamentos locales que nos rigen. Eso sí es modernidad. Si los discursos no se acompañan con las acciones se convierten en una incongruencia disparatada, casi ridícula.
Si eres de los que caminan del lado de la justicia y la lealtad al pueblo decláralo de frente y comprométete públicamente.
Si no eres de ellos, refúgiate entonces en el silencio cómplice y cobarde esperando en vano a que la mentira prevalezca y el tiempo borre la evidencia de la verdad para evitar que tu nombre se escriba en esa lista de la vergüenza. Así de simple.