
Cuando en la madrugada del 2 de julio las cifras del PREP del Instituto Federal Electoral eran irreversibles, ningún otro calificativo podía definir los resultados adversos del PRI en Tamaulipas a la presidencia de la República, diputados federales y Senado, y ese mismo es una palabra en plural de trece letras: catastróficos.
Si bien en 2006 el PAN ganó las tres elecciones con un Felipe Calderón Hinojosa que se perfilaba para triunfar y con un PRI en la lona con Roberto Madrazo Pintado como candidato, este 2012 en Tamaulipas se suponía la mesa estaba puesta para no desentonar con el resto del país, donde el candidato Enrique Peña Nieto pintaría tricolor el territorio nacional.
Hay dos primeras lecturas que se pueden dar a esta debacle del Revolucionario Institucional: una, que los electores dieron su voto de castigo al gobernador Egidio Torre Cantú porque no ha frenado la violencia que heredó de su antecesor y, dos, que funcionó la estrategia del agónico gobierno federal del PAN que puso en la vitrina a tres ex gobernadores supuestamente ligados con la delincuencia.
Si bien encuestadoras serias como Hora Cero anticiparon una lucha cerrada entre Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota en Tamaulipas, la diferencia de más de 100 mil votos a favor de la candidata albiazul viene a confirmar que hubo un voto de repudio para todos los candidatos tricolores.
Prueba de este castigo al Revolucionario Institucional es que perdió la diputación federal de Nuevo Laredo, ciudad donde el viernes anterior a las elecciones estalló un coche-bomba fuera de la presidencia, con saldo de siete civiles heridos y cuyas fotografías en las redes sociales dieron la vuelta al mundo.
El PRI sólo ganó el Distrito V con cabecera en Ciudad Victoria, cuando seis años atrás, en la elección presidencial, el PAN se llevó cinco de las ocho curules en el Congreso de la Unión. Y en el Senado se repitió la historia, cuando en 2006 José Julián Sacramento
y Alejandro Galván fueron la fórmula
albiazul ganadora.
Siempre se ha dicho que cuando la asistencia a las urnas supera el 50 por ciento pierde el PRI, y eso sucedió en el Estado. Hace tres años, cuando se eligieron diputados federales, la afluencia fue de 41.1 por ciento, mientras que el pasado primero de julio la votación para renovar el Congreso de la Unión alcanzó los 57.6 por ciento.
También hace seis años, cuando se juntaron las elecciones para presidente de México, diputados y senadores, la concurrencia a sufragar fue de 55.2, 54.5 y 54.3 por ciento, respectivamente, por 58.2, 57.9 y 57.6 por ciento que hubo este 2012.
Ese incremento del número de electores fue confirmado por Leonardo Valdés Zurita, presidente consejero del IFE, quien en su mensaje de las 23:15 horas la noche de los comicios destacó que había sido la elección con mayor participación de electores en la historia del país.
Esta vez en 2012, aunado a los errores del PRI en la selección de sus candidatos al Senado y diputaciones, y a una estrategia fallida en sus campañas, la violencia cobró su cuota de sangre… color verde, blanco y rojo.
El PAN hizo lo suyo y ganó en las urnas, llevándose entre las patas la fama de que, en Tamaulipas, el futuro presidente Peña Nieto llegará a una trinchera que, una vez fue del PRI.
Ahora viene lo bueno, cuando sin las delegaciones federales, sin recursos de sus programas sociales y sin presidencia de la República, el PAN se mantenga o se desinfle cuando en 2012 se renueven las alcaldías y en 2016 la gubernatura.
Sólo hay que recordar que con Calderón Hinojosa en la presidencia, luego de que en 2006 su partido arrasó con casi todo en Tamaulipas, en 2009 volvió a ser lo que mejor ha sabido hacer desde su fundación: ser oposición.
Para consuelo de Torre Cantú, en Nuevo León su colega también dio malos números al próximo presidente de México.
¿Por cierto, al respecto qué estará pensando Peña Nieto?
Twitter: @hhjimenez