Estaba casi seguro que una vez iniciado el sexenio de Andrés Manuel López Obrador los hechos delictivos relacionados a la delincuencia organizada iban a disminuir. Pero no. Están igual o peor que en los últimos meses de Enrique Peña Nieto.
Es cierto, se ha puesto mucha atención en reducir el robo de combustibles por parte de los “huachicoleros”, muchos relacionados con bandas cárteles que también hacen negocios con el tráfico de droga y de inmigrantes no solamente en el centro del país como Hidalgo, Guanajuato y Tlaxcala, por citar algunos Estados.
También en Tamaulipas y Nuevo León la ofensiva del presidente para tratar de disminuir el robo a la Nación, pues sería un sueño guajiro terminarlo por completo, ha tenido buenos dividendos en favor de su imagen.
Esta medida que estuvo a la par con el desabasto de combustible en varias entidades fue aprobada por la mayoría de los mexicanos que tienen a López Obrador en los cuernos de la luna, con calificaciones a su gobierno que superan los 8 puntos. Ni el Papa Juan Pablo II en sus mejores tiempos.
Vienen las elecciones extraordinarias para gobernador en Puebla, y comicios normales para renovar el poder ejecutivo en Baja California; así como legislativas en Tamaulipas, Durango, Aguascalientes y Quintana Roo, donde MORENA no deberá de batallar para sacar importantes triunfos. Aun sin aparecer AMLO en la boleta.
Que el presidente haya demostrado músculo en el combate contra el robo de las gasolinas, además de otras medidas de austeridad como viajar en aviones de línea comercial, seguramente tendrá a MORENA en la posibilidad de llevarse carros completos como en los viejos tiempos del PRI.
Sobre el PRIMOR ya pocos dudan. Lo poco que queda del orgullo priista parece que se reduce a eso: poco. Y en las elecciones del 2 de junio se puede confirmar que juntos pueden ir contra el PAN con todo, sin necesidad de firmar alianzas. Mejor para MORENA.
Pero volviendo al tema inicial, preocupa que la violencia originada por el control de territorios por parte de grupos organizados no de tregua a las fuerzas federales, al Ejército y a la Marina que hacen más labores defensivas que ofensivas.
Si bien el presidente dijo semanas después de tomar posesión que la guerra contra las bandas que controlan el narcotráfico había terminado, tampoco aseguró que las ejecuciones, los secuestros y el cobro de piso desaparecerían como conejo dentro de un sombrero de mago.
Al contrario de lo que pudimos pensar millones de mexicanos, en Estados como Quintana Roo, Guanajuato, Nuevo León, Tamaulipas y la CDMX, por citar algunos, la escalada de violencia aumentó cuando acabó el gobierno de Peña Nieto.
Cierto es que este problema de inseguridad que se arrastra desde tiempos del bocón Vicente Fox Quesada, pero que empeoró con Felipe Calderón Hinojosa y inició con su fallida estrategia en Michoacán, es una maldita herencia que recibió López Obrador.
Sin embargo, con la creación de la Guardia Nacional, con mando militar o civil, entendió que el fin de la guerra contra el crimen organizado no puede borrarse con un decreto o por decisión unilateral de un presidente cuyos niveles de aceptación superan las nubes.
Pero fue precisamente la violencia descontrolada, el llanto de familiares de las víctimas colaterales civiles -niños, adolescentes, padres y madres de familia que cayeron por las balas de ambos combatientes (buenos o malos), lo que hundió al PRI en las urnas el año pasado.
Por lo mismo el mandatario no puede confiarse en que sus programas sociales lo mantendrán con altas calificaciones, porque una escalada de violencia lo llevaría a que su administración vuelva a estar sostenida con alfileres como sucedió con Peña Nieto y Calderón Hinojosa.
El 2 de junio cuando vuelva a las urnas un porcentaje mínimo de mexicanos -con excepción de Puebla-, también se medirá la temperatura del presente gobierno a manera de referéndum para López Obrador.
Aunque seguramente lo que más interesa al presidente y a los dirigentes de MORENA es ganar la gubernatura de Puebla, elección que olió a putrefacción cuando ganó Martha Erika Alonso, la esposa de Rafael Moreno Valle (QEPD ambos).
En Baja California, Quintana Roo y Tamaulipas irán con todo, juntos el PRIMOR, por el control de los Congresos locales para arrinconar a los gobernadores del PAN. P’al baile vamos.
twitter: @hhjimenez