
Permanecer en casa por varios días, atendiendo las recomendaciones de las autoridades, conforme a la estrategia para hacer frente al coronavirus o COVID-19, nos ha permitido valorar lo que de ordinario tenemos y disfrutamos, aunque por eso mismo, por considerarlas ordinarias, las damos por hecho y no las apreciamos en su justo valor.
No sabemos aún el daño que nos hará esta pandemia y por cuánto tiempo se van a prolongar sus efectos, como tampoco podemos calcular el tiempo que nos llevará resarcirnos de los perjuicios por esta enfermedad que ha paralizado al mundo entero.
Pero si hemos utilizado bien el tiempo de recogimiento, los días en los que hemos estado obligados a suspender actividades, porque así lo instruyen las autoridades y porque así nos lo dicta el sentido de solidaridad con los demás, me parece que ha sido una buena oportunidad para regresar a lo básico, revalorar lo que es importante y reorganizar nuestras prioridades.
Y en ese sentido creo que la gran lección del Covid 19, será la reorganización de nuestros esfuerzos, decisiones y recursos para mejorar o garantizar lo que, en el marco de la pandemia, entendemos que es lo más importante: la producción de alimentos, la redistribución del ingreso, el acceso universal a los servicios de salud y que estos sean eficientes y sean un derecho universal de los mexicanos, la educación, la vivienda higiénica y confortable para todos y todo eso que en conjunto denominan el estado de bienestar.
En el contexto de este grave e incierto problema de salud, se aprecia mejor la filosofía y el programa que “en una nuez” sintetizara el presidente López Obrador con la expresión “Por el bien de todos, primero los pobres”. Para los que gustan de otras narrativas, más acordes a la cultura gringa, les puedo recordar la expresión en la que se afirma que “un ejército se mueve a la velocidad del soldado más lento”.
Nunca como ahora es válida la expresión que indica que el mundo nos necesita a todos. En estos momentos nos piden ser solidarios y lo que en sentido figurado se expresa como “permanecer unidos”, se atiende en sentido literal precisamente con la acción contraria, permaneciendo separados, aislados físicamente de los demás.
Tal vez pecaré de ingenuidad al hacer un llamado a todos los que participan en esa fascinante actividad que es la política, a los que participan de buena fe buscando mejorar la calidad de vida para sí y/o para los suyos, a los que mueven las mejores intenciones y propósitos y aún a los que solo buscan lucrar y disfrutar de la pesca en las siempre turbias y revueltas aguas de la política, para que hagan una tregua y pospongan la legítima lucha por alcanzar los espacios de representación.
No pretendo pedir que se extienda un cheque en blanco a las autoridades para que los dejen hacer impunemente daños o tomar malas decisiones. Mi exhorto es para que nuestros esfuerzos y recursos se orienten a difundir la información de utilidad para hacer frente a la pandemia y para ser solidarios con nuestros prójimos.