Si Lio Messi no lo hace, no lo hará nadie, se los garantizo. Nadie como él tiene el coraje para tomar la pelota desde atrás de la media cancha para armar una jugada traspasando líneas. Eso es de muy hombres. Muy pocos pueden. Echen un ojo al espectro de mediocampistas en el mundo. Predominan los pases laterales, las jugadas de billar, las filtraciones, los servicios al pie. Muy pocos cogen la redonda y se encarreran como Lio, que rebasa hasta sus propios compañeros.
Le gusta ingresar en la zona de definición. Lo suyo es rondar el área, como depredador. La coge, la pide, la recibe y a cobrar. No es justo lo que de él se ha dicho después de Chile 2015. ¿Pechofrío? No puedo llamarles irresponsables a quienes lo insultan, puesto que don balón se juega en una democracia absoluta. El futbol nos hace a todos iguales y a todos nos convierte en especialistas. Así que, si alguien se queja de Lio, de acuerdo. Pero me gusta recordar que muchas veces, decenas de veces, lo he visto con la pelota, pegada al taco y cuando creo que la perderá, zas, la recupera. Y cuando está a punto de caer, se endereza, compone la vertical y suelta el pase certero. Parpadeo incrédulo, como lo hacen en secreto quienes le echan bulla ahora.
El 4 de julio, ante Chile, hubo una gran injusticia hacia el petiso. El tribunal popular lo condenó sumariamente, pero no hubo juicio justo. Fue linchado. Su pecado fue no bajar de nivel, no estar a la altura inferior de sus pares. Porque no había nadie que pudiera seguirle el ritmo. Qué hacer, si limpias el centro de la cancha y pones un pase que no se convierte en pared, como Dios manda. La final de la Copa América, que perdió Argentina en penales, fue el colofón trágico de una larga jornada de desaciertos por los que ha pasado la albiceleste desde hace algunos años, digamos desde siempre. La mayor tiene 23 años sin alzar una copa. Vale, pero tiene dos campeonatos del mundo. Sin Messi, cierto, pero el muchacho ha colocado al equipo entero siempre cerca del pódium. No sería posible aproximarse a la gloria sin su ayuda. No se le puede delegar la responsabilidad a DiMaría, supercrack que tiene el equilibrio mental de un hipocondriaco. ¿Mascherano?, gran líder, cierto, pero su trabajo es atajar las balas, no soltar metralla. Quién más, quién más. Higuaín ya tiene más carácter que velocidad. Pastore no está a la altura, pero es lo que hay. El Kun echa ánimos, pero se preocupa más por engominarse el copete. O no da los resultados a la altura. Extraño, en serio, a Caniggia, Batistuta, Valdano, uno de esos que le eche la mano a Lio, porque se necesita.
Argentina no está tan mal como lo hacen ver sus detractores, y sí brilla como equipo cohesionado, que, bueno, no ha conseguido nada, pero ahí está. Messi no perderá la compostura, después del fracaso en Chile. Hay que recordar que ahí se perdió por penales errados. Futbolísticamente, los muchachos de la roja salieron a partirse el alma, y jugaron con garra excepcional. Fue admirable cómo inflamados de patriotismo, en el Estadio Nacional de Santiago, los locales sacaron pundonor para convertirse en los mejores del continente, por encima de los mismos ches y de la devaluada Canarinha. Lio no retrocedió, pese a la derrota. Nunca lo ha hecho en ningún lado. Cualquier mortal enloquecería si tuviera la atención que él tiene en un solo día. Y él vive a diario con él mismo. Soportar la presión de ser Lio ha de ser pesado. Regresará a Barcelona brillará, otra vez, y esperará, pacientemente a que su ciclo termine con los culés, que ya no ha de faltar mucho. Los imperios alguna vez terminan. Algún día los blaugranas dejarán de gobernar, Messi se irá y no habrá quien lo sustituya. Alguien dijo por ahí que en África seguramente estaría creciendo ya el sustituto de Maradona. La profecía fue lanzada hace unos 20 años y no se ve por donde surja el heredero del 10. Por ahora, hay un ánimo generalizado para culpar al rosarino por los males futboleros de su patria. Pero él es el menos culpable. Sabe jugar muy bien y en España lo demuestra cada semana.
Si dejara la Selección Argentina, sería extrañado.