
Desde que Donald Trump asumió la presidencia en su primer mandato en enero de 2017, su política exterior y económica ha tenido un objetivo central: frenar el rápido ascenso de China como potencia mundial.
Para lograrlo, Trump inició en 2018 una estrategia directa y confrontativa. Ese año, las exportaciones estadounidenses a China fueron de 120,300 millones de dólares, mientras que las importaciones desde China totalizaron 539,500 millones de dólares, lo que generó un déficit comercial de 419,200 millones de dólares.
Fue precisamente ese déficit lo que molestaba a Trump, por lo cual impulsó la imposición de aranceles a diversos productos chinos, marcando el inicio de una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo.
La narrativa “trumpista” ha sido clara: Estados Unidos estaba siendo explotado por prácticas comerciales desleales, robo de propiedad intelectual y un desequilibrado déficit comercial con el gigante asiático. Bajo ese argumento, el pasado 9 de abril impuso un arancel del 125% a las exportaciones chinas hacia Estados Unidos. Ante este escenario, la respuesta de Pekín fue contundente, con la imposición de aranceles recíprocos.
Más allá del choque de discursos, los efectos de esta confrontación han sido tangibles, especialmente para China. Desde el inicio de la guerra comercial, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) chino ha mostrado signos de estancamiento. En 2005, el PIB del llamado “gigante asiático” fue de 2.28 trillones de dólares; en 2010, de 6.0 trillones; en 2015, de 11.0 trillones; y en 2020, año de la pandemia, de 14.6 trillones, logrando un incremento en 2021 hasta los 17.8 trillones de dólares.
En 2021, el demócrata Joe Biden asumió la presidencia de Estados Unidos y mantuvo los aranceles contra China que había impuesto Trump. El objetivo era claro: seguir debilitando al gigante asiático. Ese año, el PIB estadounidense fue de 23.6 trillones de dólares, dejando una diferencia de solo 5.6 trillones con respecto a China.
Las tarifas estadounidenses lograron su cometido: contener el crecimiento económico de China. De 2021 a 2024, mientras China solía aumentar su PIB entre 2.0 y 3.0 trillones de dólares por año, no ha logrado superar los 17.8 trillones en los últimos cuatro años. En contraste, Estados Unidos alcanzó un PIB de 29.72 trillones en 2024, ampliando la diferencia con China a 11.86 trillones de dólares.
Y las cosas no pintan bien para China en este segundo mandato de Trump, quien no solo mantiene su retórica, sino que ha endurecido aún más su postura, presionando a diversos países para que dejen de hacer negocios con los chinos. China, por su parte, ha buscado aumentar su poder geopolítico invirtiendo en infraestructura en países del tercer mundo y economías emergentes, como puertos, ferrocarriles y carreteras.
Uno de esos países fue Panamá, un punto estratégico para Estados Unidos, ya que ahí se encuentra el Canal, construido por los estadounidenses para conectar los océanos Pacífico y Atlántico en el centro del continente americano. Por ese canal transita el 5% del comercio marítimo mundial. En 1999, el gobierno estadounidense lo entregó a los panameños, quienes ahora lo administran.
En 2017, Panamá rompió relaciones con Taiwán e inició relaciones diplomáticas con China, firmando un acuerdo comercial. En 2018, Panamá se convirtió en el primer país latinoamericano en adherirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el programa de infraestructura global del líder chino Xi Jinping, cuyo objetivo es ampliar el peso geopolítico de China y contrarrestar la influencia estadounidense.
Ante esta situación, ya desde la Casa Blanca, Donald Trump amenazó al país centroamericano con recuperar el canal. Envió a su secretario de Estado, Marco Rubio, a Panamá, quien le expresó al presidente José Raúl Mulino que Trump consideraba la situación actual “inaceptable” y que, sin cambios inmediatos, Estados Unidos tomaría las medidas necesarias para proteger sus derechos bajo un tratado bilateral.
Al finalizar la reunión, Mulino enfatizó que la soberanía sobre el canal no estaba en discusión. “Tuvimos una reunión muy respetuosa y cordial”, declaró, pero recalcó que el canal “es operado por nuestro país y seguirá siéndolo”.
También anunció que no renovaría la Iniciativa de la Franja y la Ruta con China, e invitó al Departamento de Estado a promover inversiones estadounidenses en el país.
La gran pregunta es si esta confrontación llevará al mundo a una nueva era de bloques económicos enfrentados o si, finalmente, forzará una renegociación del papel de China en la economía y el manejo geopolítico global. Lo que sí es seguro es que, con Trump de nuevo en la Casa Blanca, la guerra comercial con China está lejos de terminar.
Y esto abre una oportunidad para México, quien, superando a China y Canadá, es ahora el principal socio comercial de Estados Unidos. Mexico debe de invertir aún más en innovación y tecnología ya que si los “gringos” no quieren inflación, necesitarán seguir produciendo con su vecino del sur y aprovechar el tratado comercial.
Aún faltan muchos capítulos por ver. Estaremos pendientes, y lo escribiremos en esta página.