Sin ánimo de caer en una vanilocuencia por lo reincidente del tema, es de suma importancia tener un curso de acción con respecto a los desplantes y las bravuconadas del ahora flamante presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
El Tratado de Libre Comercio para Norteamérica probablemente deje de ser lo que hasta ahora ha sido por así convenir a los intereses de nuestro vecino país. La sinergia que hasta ahora ha operado en cuanto a importaciones y exportaciones no es algo baladí y deberá de experimentar una transformación en su logística de rutina.
Los principales destinos de las exportaciones de Estados Unidos totalmente verificadas en el 2014 son: Canadá ($241 mil millones), México ($194 mil millones), China ($134 mil millones), Japón ($67.5 mil millones) y Alemania ($61.6 mil millones).
Sin perder de vista que los principales orígenes de sus importaciones en el mismo año son: China ($432 mil millones), Canadá ($331 mil millones), México ($291 mil millones), Japón ($128 mil de millones) y Alemania ($121 mil millones).
Luis Videgaray, el secretario de Relaciones Exteriores, dijo que el 2016 será recordado “como un año de profundo cambio político en el mundo, como un año de ruptura de paradigmas… una ciudadanía inconforme que exige se le dé mayor importancia a los intereses de carácter local por encima de las preocupaciones cosmopolitas… un electorado que exige políticas públicas de carácter nacionalista por encima de aquellas que promueven los objetivos de la globalización”. Hasta ahí la cita.
El comercio que se realiza actualmente entre México y Estados Unidos supera los 1,400 millones de dólares al día; ese dato no es poca cosa y Donald Trump.
seguro que lo sabe. Muchos empleos de ciudadanos estadounidenses, incluyendo los de estados de sustancial importancia como California y Texas dependen de las exportaciones que ese país hace a México.
Hemos sido mutuamente generosos en la repartición del pastel del TLCN y hoy en día, Donald Trump quiere más. El saldo generoso de una existencia comercial, rica y plena para ambas naciones, no basta compensar y llenar el vacío que propicia un sólo hombre que recién llega al poder en el vecino país.
Las bravuconadas como estrategia de negociación, hasta el momento de escribir las presentes líneas no han menguado.
Muy a pesar de las acciones poco cordiales del flamante presidente de los EU, es loable señalar que al menos dos personajes en Tamaulipas no se arredran con la verborrea del nuevo inquilino de 1600 Pennsylvania Avenue en Washington D.C. y llevan a cabo actividades donde tienden puentes y estrechan lazos con el vecino país para proyectar que somos por antonomasia mucho más que sólo vecinos geográficos.
Por un lado, el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca visitó en Austin, Texas a representantes de ese estado sureño donde fue tratado con calidez y cordialidad. Y por otro lado, el alcalde de Matamoros, Jesús de la Garza, “Chuchín”, hizo lo propio con personajes relevantes de la política local en la ciudad hermana de Brownsville, Texas donde igualmente fue tratado con deferencia por el Mayor de esa ciudad, Tony Martínez.
Las estructuras sociales y políticas de ambos países comenzarán su labor para que el presidente Donald Trump se ubique en una realidad que trasciende sus destellos xenófobos y poco amigables para una nación que como México, en medio de su naturaleza imperfecta, ha sabido ser buen vecino y buen amigo.
El tiempo hablará.