En los últimos días el grupo compacto de amigos del difunto corresponsal de Notimex en Miami, Ramón Rodríguez Reyna, hemos recibido noticias desagradables sobre la postura que ha asumido la agencia de noticias para desamparar a su viuda.
Tras laborar en esa empresa del Estado durante más de 18 años como uno de sus corresponsales extranjeros más leales y profesionales, seguramente Ramón nunca imaginó que Notimex simplemente se lavaría las manos sobre la incertidumbre en que se encuentra Mary en Miami, Florida.
No es posible que un periodista que entregó una gran parte de su vida, con su muerte venga a desnudar a funcionarios deshumanos del gobierno que encabeza Felipe Calderón Hinojosa, porque Notimex es la agencia oficial de la Federación que siempre ha servido a intereses políticos.
Es incomprensible que a mes y medio de su deceso, ningún directivo de la agencia –que depende de la Secretaría de Gobernación– haya manifestado mínimo interés para preguntarle a la viuda sobre su situación económica y en relación a su estancia en Estados Unidos.
Ramón ingresó a Notimex en 1990, en pleno auge del gobierno soñador y priista de Carlos Salinas de Gortari, el mandatario mexicano que hizo que la agencia se convirtiera en una caja de resonancia en el extranjero de sus logros, sobre todo de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio.
Antes que estallara el conflicto zapatista en Chiapas (1 de enero de 1994), Ramón y del resto de los corresponsales de Notimex enviados a diferentes capitales del mundo, tenían como una de las tareas principales que Salinas y México estuvieran en boca de todos.
Por ejemplo: si The Washington Post, The New York Times, Le Monde, The Independent, Corriere Della Sera, El País y Clarín, entre otros de los principales periódicos en América y Europa, publicaba en sus páginas un comentario sobre el presidente Salinas, debería ser enviado a Notimex en la Ciudad de México.
Luego de concluir su sexenio en 1994, Salinas pretendía ser el director de la Organización Mundial de Comercio (OMC), un cargo que ocupa José Angel Gurría, quien fue de sus principales colaboradores.
Hasta días antes de su fallecimiento, Ramón cumplió con esa tarea (una de tantas) en los sexenios de Salinas, de Ernesto Zedillo, Vicente Fox Quesada y con Calderón Hinojosa.
Años más tarde, por interés personal, por curiosidad periodística y porque quiso presenciar uno de los capítulos inimaginables en la historia de nuestro México (ver jurar a un presidente que no fuera del PRI), Ramón estuvo en la toma de posesión de Fox el 1 de diciembre de 2000.
Con su propio dinero compró un boleto de avión y solicitó un permiso para ausentarse unos días como corresponsal de Notimex en Washington.
Ramón sabía que la nota estaba en su propio país y no quiso que nadie se la contara: un presidente saliente del PRI (Zedillo) entregaría el gobierno a un ranchero de la oposición, sepultando una tradición de 70 años.
Como su trabajo de reportero en Washington era recorrer la Casa Blanca, el Congreso de Estados Unidos y organismos y sedes diplomáticas, Ramón ya era conocido por funcionarios, embajadores y senadores, entre otros.
Y cuando Fox asumió la presidencia en el Congreso de la Unión, el entonces corresponsal en Washington hizo varias entrevistas exclusivas –en inglés– con invitados especiales que llegaron de Washington.
Notimex nunca imaginó tenerlas para enviarlas a sus clientes, entre ellos a periódicos, radiodifusoras, revistas y televisoras en México y en diferentes países que pagan por esos servicios.
Entonces ¿qué le pasa a Notimex? ¿Acaso se ha contagiado de lo voraces y deshumanos de algunos funcionarios de dependencias y gobiernos del PAN?
No se vale que Notimex deje a la buena de Dios a una viuda en Miami que no recibió una llamada telefónica –aunque fuera por cobrar– de algún directivo de alto, mediano o bajo nivel preguntando: ¿en algo podemos ayudarle?
Por algo va en picada el PAN rumbo a la sucesión de 2012. Aún hay tiempo de remediar tanta estupidez.