En La Pena Máxima (2001, Colombia) dos primos enfermos de futbol llegan a extremos delirante por seguir un partido de la selección nacional. Tienen que acudir al funeral de su tío y para no perder detalle del encuentro, colocan una radio portátil en el interior del ataúd y siguen las incidencias del encuentro pegados a la caja, como sentidísimos dolientes cuando, en realidad, lo único que les interesa es escuchar las incidencias del decisivo encuentro.
La cinta está manejada con un tono fársico y con un delicioso sentido del humor. Aunque el relato es inverosímil, contiene elementos que mueven a la reflexión sobre los extremos a los que llegan los aficionados del balompié para darle continuidad al gusto por el juego, que se ha convertido en pasión y en muchos de ellos en auténtica adicción.
Los grandes conglomerados deportivos lo saben. El caso del futbol es único, aunque se replica en otros deportes de aceptación internacional, como el futbol americano, deporte que es considerado, a decir de muchos, el mejor organizado del planeta. La liga NFL, que administra el ovoide, tiene un mercado cautivo al interior de Estados Unidos, pero encuentra una tajada de mercado, igual o más grande en el extranjero.
Algo similar a ese juego ocurre con el monstruo conocido como Barcelona FC, que factura al año 240 millones de euros. Lo sorprendente es que el 30 por ciento del mercado del equipo culé está al interior de España. El resto es público cautivo a nivel internacional.
Hay una preocupación natural de los equipos de futbol de todo el mundo por mantener cautivos a sus aficionados. Los más exitosos tienen efectivos planes de mercadotecnia, una materia intangible que fue desdeñada durante épocas, pero que ahora es una herramienta indispensable para construir un imperio sobre el balón.
No nos refiramos solamente a los equipos de futbol americano o los encargados de los equipos premier del mundo. En el entorno local se pueden observar planes mercadológicos agresivos y efectivos, principalmente en equipos como América y Santos, por citar algunos que ya se colocaron entre los que optaron en años recientes por asentarse aún más entre sus aficiones fieles que, ahora ya se sabe, no los dejarán nunca. Los mensajes, las campañas las promociones, confirman de manera permanente la fidelidad a la casaca.
Hasta hace algunos pocos años hubo una desbandada de aficionados que decepcionados de sus clubes emigraron a otros que en su tiempo breve fueron exitosos y después se sumergieron en problemas para mantener la categoría.
Pero hay toda una profusión de eventos difundidos en todos los medios que al aficionado le recuerdan que debe estar pegado a su respectivo equipo de futbol. No debe quedarse sin conocer los incidentes, novedades, altas y bajas de sus escuadras.
Los jugadores salen cada semana a dar sus respectivas declaraciones. Y, con estas pequeñas dinámicas que pueden ser pequeñas o grandes de acuerdo al tamaño del respectivo equipo, el negocio del futbol, controlado por la FIFA se ve muy saludable y se le augura una larga vida.