
Desde hace poco más de un año los residentes de Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo y Río Bravo se han estado quejando por el cierre de la frontera y la imposibilidad que tienen de cruzar a Estados Unidos debido a la pandemia del Covid-19.
Mes tras mes las redes sociales se inundan con la pregunta: “¿saben si ya van a abrir el puente?”, donde revelan la desesperación que sienten por no poder irse de shopping, a vender su plasma o simplemente pasear en los pasillos de los mall.
Es más, varias notas periodísticas han revelado la desesperación que existe entre las Cámaras de Comercio de la frontera con México por las millonarias pérdidas económicas que les ha representado la imposibilidad de que los mexicanos puedan cruzar.
Debo ser sincero, en todos y cada uno de estos casos confieso que me hace feliz que los texanos sufran por el desplome de ventas y que los mexicanos lloren por no poder cruzar la frontera.
Me da gusto porque siempre he sostenido que en Texas, como en el resto de Estados Unidos, la mayoría de sus residentes desprecian a los aztecas, pues nos ven como seres inferiores, nos discriminan y de no ser por los dólares que llevamos a sus tiendas y restaurantes de fast food, ya hubieran demolido los puentes desde hace décadas.
Para mí esa papa de la cercana relación que roza en la hermandad entre México y Estados Unidos es un mito, la realidad es que los que están allá, incluso aunque traigan tatuado un nopal en la frente, desprecian todo lo que sea tricolor.
Lo peor el caso es que los mexicanos no solo aceptamos este desprecio, lo justificamos, lo perdonamos y lo pasamos por alto.
Para nosotros ahorrarse unos dólares por un pantalón en Target es suficiente para soportar los desplantes, malas caras y desprecios de los texanos.
Si por mi fuera (qué bueno que no es así) yo dejaba cerrada la frontera y no solo eso, aplicaba las mismas restricciones migratorias a los que cruzan para acá a comprar medicinas baratas, ahorrarse unos dólares en el mandado o consultar con un médico.
¿Quieren venir? Hagan fila de tres horas, saquen seguro, pasen por el suplicio que es tramitar su visa. No pido nada más que igualdad de circunstancias.
Habrá quienes piensan que exagero y a ellos les pregunto qué piensan de que el gobernador de Texas anunció que el Estado va a construir su propio muro migratorio en la frontera con México.
Nos acusa de ser los responsables del aumento en la inseguridad en las poblaciones fronterizas y (escuchen esta), de introducir a Estados Unidos miles de armas ilegales… el chiste se cuenta solo, me cae.
No le busquemos tres pies al gato, todas estas ideas de muros, restricciones y guerra abierta contra los migrantes morenos tiene raíces racistas ¿o por qué no detienen las hordas de güeritos europeos que llegan por avión vía Los Ángeles y Nueva York?
Por eso me da gusto que los comercios texanos sufran, pues les estamos pegando donde realmente les duele: en el bolsillo.
Con actitudes como la del “Trumpito del Sur”, los mexicanos deberíamos de entender aquella máxima de que solo debemos de ir a donde somos bienvenidos.
No se trata de romper relaciones, pensarlo es una locura, se trata de tener un poquito de dignidad para comprender que somos vecinos iguales y no subordinados.
Se trata de justicia e igualdad, de cómo me trates te trato.
Ojalá no abran los puentes hasta julio del año que entra, para que ahora sí, lloren lágrimas de sangre al extrañarnos.