Definitivamente, la soberbia es muy mala consejera, más en cuanto se refiere a la cosa pública. Lo dijo Andrés Manuel López Obrador: el poder sólo sirve cuando sirve para servir. Lo expresó en muchas ocasiones, pero algunos de los que están en el poder gracias a sus magistrales jugadas en el tablero de la política nacional, no lo escucharon y si lo escucharon no lo entendieron y, peor, si lo entendieron hacen como que la virgen les habla, envueltos en el jorongo de su arrogancia.
Llevados por la ola guinda, llegaron a los cargos públicos y puestos de representación popular algunos ejemplares de la más detestable casta de oportunistas y simuladores; se les dio la posibilidad de redimir sus desaciertos, algunos la aprovecharon, otros no; se tiraron a las malas prácticas de la administración pública como habían hecho los que el pueblo repudió en la calle y condenó en las urnas. Nuevamente se les dio juego para sacar adelante el Plan C y ahí siguen, pero ya no pueden hacer lo mismo.
Para una buena parte de los mexicanos, y aquí lo dijimos, era imperativo votar masivamente por Morena y sus aliados, a efecto de continuar con la Cuarta Transformación de la vida pública nacional. No importaban los candidatos, algunos de plano impresentables, sino el proyecto. Así se entendió y así ocurrió. Ello ha hecho posible sacar adelante las reformas constitucionales para volver el poder político al pueblo, arrebatándolo a las cúpulas facciosas que lo utilizarán para ahondar las diferencias.
Pero, la actual dinámica de la 4T ya no permite cargar con lastres que a pesar de todo, no han enmendado sus yerros ni han paliado las conductas que lesionan a la comunidad a la que deben servir y representar. De la misma forma que se está limpiando la casa de arriba a abajo, tiene que hacerse con quienes desertan de los principios básicos del humanismo mexicano: no robar, no mentir, no traicionar al pueblo y, por el bien de todos, primero los pobres.
Ofrecieron contribuir con sus activos al Plan C; lo hicieron y los objetivos se lograron. Pero ya no es igual. Ahora, como las mulas, cabrestean o se ahorcan. Tiene que demostrar con hechos contundentes capacidad, preparación y voluntad para dar solución a los muchos y muy graves problemas que aquejan a Tamaulipas y su gente. La desigualdad, ese cáncer que está acabando con la humanidad, no sólo se ve entre los que tienen en exceso y los que de todo carecen, sino en desarrollo humano.
Desarrollo humano que debe conducir a una mejor calidad de vida, libre de violencia, inseguridad, basura, contaminación, enfermedad y abandono. Quien quiera negar el atraso de muchas décadas que vive Tamaulipas, bien pueden mirar al lado americano, o la ciudad de Monterrey. El modelo de desarrollo implementado por el neoliberalismo, esto es, la maquila, no sólo incumplió sus hipotéticos objetivos de progreso compartido, sino que hizo de la entidad el basurero del vecino.
Hace mucho que entendí que en matemáticas, dos más dos suman cuatro y que en política, dos más dos, pueden ser cuatro. Esto es, siendo la política tanto arte como ciencia, sus resultados no pueden acogerse a una fórmula determinada. Tratándose de los asuntos públicos, las estrategias para llegar a objetivos predeterminados van cambiando de acuerdo a los tiempos y las circunstancias, de ahí que ningún acuerdo político es para siempre.
Estas consideraciones eran de uso corriente en el quehacer público de la época preneoliberal, cuando el interés superior de la ciudadanía estaba por encima de cualquier acuerdo cupular, porque de eso se trata la democracia, definida por Benito Juárez como “el destino de la humanidad futura”, no porque sea la forma perfecta para la toma de decisiones que involucran a todos, sino porque ha demostrado que es la menos injusta.
Hay una clara evidencia de que la derecha derrotada en las urnas está reagrupándose y va con todo para obstaculizar el proceso de consolidación de la 4T. En momentos así, no cabe la mínima dubitación, hay que tomar al toro por los cuernos y enfrentar con valentía a los enemigos de la nación, sean de dentro o de fuera. Siempre se ha sabido que el capitalismo salvaje no rendiría la plaza sin dar batalla; lo está haciendo, por ello, también deben definirse posiciones y liberarse de estorbos.
Ha llegado el tiempo de recoger las varas de los cohetes quemados durante la fiesta. Los firmantes del Plan C cumplieron, pero satisficieron las demandas de esa parte. Ahora tienen que cumplir con la otra, que ya no tiene que ver con acuerdos de alto nivel, sino atención a las demandas y necesidades de la población, que ya no ve lo duro sino lo tupido. Cuando está por agotarse el primer cuarto del siglo XXI, no pueden los tamaulipecos vivir como en las épocas más aciagas de su historia.