
Aunque no es el caso, la explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa me recordó una de las estrategias más simpáticas que he escuchado sobre un alcalde del PRI que tenía encima a la prensa cuando unos policías fueron detenidos por sus nexos con el crimen organizado, situación que manchaba su administración.
La tragedia ocurrida en el Distrito Federal vino a restarle interés de la opinión pública a las protestas sobre el informe de la Procuraduría General de la República (PGR) por el caso de los 43 estudiantes desaparecidos y declarados oficialmente muertos.
La presión contra el gobierno de Enrique Peña Nieto también fue desviada a fines del año pasado por las hojas del calendario: por las fiestas de la Guadalupana, las vacaciones de Navidad, la llegada del Año Nuevo y, apenas comenzaba 2015, por los atentados terroristas en París.
Y cuando el repudio contra el gobierno peñista empezaba a tomar vuelo de nuevo, una fuga de gas en una pipa provocó la parcial muerte de tres personas y más de 60 heridos, siendo la nota principal de los periódicos y noticieros; con fotos y comentarios que inundaron páginas de Internet y las redes sociales.
De una noche a la otra las declaraciones del procurador Jesús Murillo Karam, argumentando que los 43 normalistas fueron asesinados, y el rechazo de sus padres de esa versión oficial, fueron remplazadas por las impresionantes y oportunas imágenes tomadas con un teléfono celular por un ciudadano, del momento exacto de la explosión en la clínica de Cuajimalpa.
Lamentablemente, la tragedia fue como una bocanada de oxígeno para Peña Nieto porque no solamente en Guerrero, sino en el Distrito Federal y en otras capitales del mundo se organizaron protestas porque la versión de la PGR sobre los estudiantes de Ayotzinapa no era creíble.
En política ese tipo de sucesos, trágicos y reales, se llaman distractores. Pero hace tres años un alcalde de Nuevo León tuvo la ocurrencia de inventar uno que, a decir verdad, pasó de la ocurrencia a la genialidad.
En esos días su corporación policiaca estaba en el ojo del huracán ligada con el narcotráfico a causa de dos elementos policiacos detenidos por fuerzas federales. Todos los medios empezaban sus noticieros con el hecho y los diarios se daban vuelo.
De repente a un colaborador se le ocurrió desviar la atención y convenció al
alcalde: soltar un felino dentro de una casa abandonada.
Claro, la nota curiosa de un puma que como truco de magia apareció en una residencia, llamaría la atención de jefes de información de televisoras, radiodifusoras y periódicos.
Una vez atrapado el animal con cámaras y micrófonos en vivo enlazadas a los noticieros con sus unidades móviles; declaraciones del alcalde que la población no corría peligro y que el puma no sería maltratado: ¿a quién diablos le interesarían los malos policías?
Como en la actualidad el Internet es una herramienta de búsqueda, quise que los lectores de esta columna “googleen” para conocer detalles y el final de esta inédita historia.