
Crecí en Matamoros hasta los 18 años cuando me fui a Monterrey a estudiar a la Universidad. En 1997, en tierras regias, disfruté cuando la Liga Linda Vista hizo la hazaña de coronarse en el Mundial de Ligas Pequeñas de Williamsport.
Mis padres y mis hermanos viven en Matamoros y yo jamás me he despegado de esa ciudad, menos desde cuando trabajo en Reynosa.
El domingo 24, cuando aún no se conocía el resultado de la final entre la Matamoros, A.C., y Hawai, escribí en un mail: “Creo que sin depender del score final, el lunes los matamorenses deben volcarse a las calles cuando regresen los peloteritos para ser recibido como Campeones Internacionales, que ya lo son”.
Casi estoy seguro que era la primera vez que un representante de Matamoros, individual o en equipo, había llegado tan lejos en una justa deportiva.
Después de la jubilosa victoria ante la escuadra de Japón en la final Internacional, escribí en el portal de Hora Cero que los jugadores de Tamaulipas aseguraban la medalla de plata, si de hazañas deportivas se trataba. Pero íbamos por la de oro.
Y la lucha se hizo desde el primer lanzamiento lleno de nervios por parte del conjunto mexicano. Sin embargo, como en cualquier deporte de grupo, ganan solamente unos y pierden otros.
Esta ciudad fronteriza de Tamaulipas que nunca ha tenido equipos de primera o segunda división profesional, desde que tengo noción ha sido impulsora del béisbol infantil.
En los años 70 las ligas Villa del Refugio y la Matamoros, A.C., recibían a cientos de niños y decenas de equipos infantiles, con peloteritos que llegaban de la mano de sus padres con sus guantes, sus pelotas y sus bates.
Recuerdo que a los diez años fui a probar suerte a la Villa del Refugio con un grupo de vecinos del barrio donde vivía, cerca de la Central de Autobuses. En el callejón Libertad número cinco, atrás del Hospital “Alfredo Pumarejo”.
Era 1973 cuando llegamos a Matamoros a vivir, con mi madre, mis dos abuelitas y cuatro hermanos. Y recuerdo que todavía me tocó ver lagunetas o esteros –como también se le conocían–, pero que poco a poco fueron desapareciendo del entorno urbano.
Sobre mi frustrada incursión oficial en ese deporte debo de admitir que no fue por falta de cualidades, sino por una irregularidad en mi acta de nacimiento. Siendo niño escuché por vez primera el término “extemporáneo”. Es decir, que mis padres no me habían registrado de recién nacido ante las autoridades civiles.
En fin, por ser “extemporáneo” no fui admitido para jugar béisbol en el equipo que me abrió las puertas, y me tuve que conformar con batear y cachar la pelota en las calles, pintando el campo con cal y con cartones o cualquier objeto como bases.
Sabrá Dios a cuántos otros niños les frustraron las ganas de pertenecer a una liga por “extemporáneos”. Quién sabe que directivo inventó ese término. Años más tarde, ya entrado en la vida de periodista, quise traducir y relacionar esa palabra con las trampas que hacen algunos para llevar “cachirules” pasados de edad a competencias oficiales con tal de ganar.
El parque de la Villa del Refugio estaba en una esquina, y sigue estando, en un complejo donde se localiza la preparatoria “Juan José de la Garza”, el estadio municipal de futbol, el chapoteadero y la secundaria federal número uno. Un dato para los lectores que no son de Matamoros.
Mientras el parque de la Liga Matamoros, A.C., sigue sobre la calle 14 en la colonia Buena Vista, a unos metros del prestigiado Colegio La Salle.
La Villa era todo de cemento y varilla, mientras que la Matamoros tenía las tribunas de madera.
El domingo, durante el partido contra Hawai, preferí irme al cine cuando México estaba al ataque en la parte baja de la tercera entrada perdiendo 4 carreras a 3.
Veía el partido en ESPN y escuchaba la crónica de los enviados especiales a través de la 97.7.
Como periodista, y para evitar cualquier posible infarto por los nervios de un partido de esa magnitud, prefiero apagar la tele o la radio y opto por recibir las buenas o las malas noticias por teléfono. O verlas en algún portal de Internet. Y esta vez no fue la excepción.
Pero mas allá del resultado obtenido, nadie le quitará a la Matamoros, A.C., su etiqueta de haber obtenido el Campeonato Internacional 2008, hacer historia y llevar la etiqueta de pequeños héroes por siempre.
A partir de este año a Matamoros ya no se le conocerá solamente como la tierra de Rigo Tovar, sino como cuna de los Campeones Internacionales… los medallistas de plata de Williamsport.