
La sensación de desesperanza se sufre en todos lados cuando el equipo es eliminado. Cala bastante, cuando hay una entrega genuina hacia una escuadra que se queda en la mitad del camino hacia el título.
A diferencia del futbol español, en el que en la última década han dominado la escena únicamente dos casacas, en el resto del mundo hay todavía algo de tensión para proclamar un monarca en la campaña.
Pep Guardiola y el Bayer Munich se proclamaron anticipadamente campeones de la liga alemana. Faltaban siete fechas por terminar el torneo y se convirtieron en un competidor inalcanzable.
Qué desazón para el resto de los competidores y para los aficionados. Algo pasa en los circuitos, como el germano, donde no hay liguilla, y la tensión se puede diluir cuando no ha llegado aún el desenlace. La liga anticlimática, que le dio el bicampeonato, hizo que el Bayern se relajara. Sin interés en la copa de casa, el cuadro de Guardiola se concentró en la Champions y bajó la guardia. Anunció, públicamente, que terminará el torneo con suplentes.
Los demás equipos de la ronda alemana se enfurecieron. El monarca les faltaba al respeto. Además influía en todos los otros. No es cuestión de que le dé descanso a sus héroes, que han conseguido el gallardete. Si decide usar un cuadro alterno, los resultados contra el resto de los competidores varían ostensiblemente.
Muchos echaron pestes, porque los bávaros tenían aún que disputar puntos importantes para los siete rivales restantes. Aún quedaban posiciones para los importantes torneos europeos. Y también había que sacar resultados para definir a los descendidos. La variación de la intensidad provocó escozor.
El experimento posterior al campeonato fue muy malo, con resultados inmediatamente adversos. Al siguiente encuentro, cayeron ante el modesto Augsburgo y cortaron una racha de 53 duelos invictos. Habían arrasado esa liga y la anterior. Además, tenían más de un año sin descalabro.
En México hay un intento por hacer justicia deportiva aunque, en su variación, el sistema sigue dándole un gran margen de posibilidades a todos. Son 18 equipos en la disputa. Se crea una escala en la que avanzan a una segunda roda los primeros ocho. Es decir, poco más de la mitad se queda fuera. Las posibilidades de avanzar a la llamada fiesta de los 8 es inmensa. No llegar a esa instancia es una vergüenza, síntoma de una deficiente planeación y una peor ejecución.
Pero luego viene la famosa liguilla que, quieran que no, es una forma de encender la caldera en la recta final. Siempre hay clímax en México, aunque se jueguen torneos cortos, que no dan posibilidad a consolidar proyectos a plazo mediano. Todo es en corto y, en la fiesta todos se pueden llevar el botín.
Por eso hay un enorme desazón en los que se quedan fuera. Debido al mediocre nivel mexicano, en este torneo, los clasificados se conocerán hasta la última fecha y tendrán posibilidad de colarse en el corte final hasta el sitio 13 de la competencia, más o menos.
Los demás, desde ahora, ya están suspirando por el torneo que viene y que inicia en agosto.
Afortunadamente, para todos los eliminados se atraviesa entre junio y julio el mundial del futbol Brasil 2014.