En memoria de una grata personita que conocí en un asilo de ancianos van estas letras, y con mensajes a sus contemporáneos en la Casa Hogar del Adulto Mayor: ella es “Melita”, con quien conviví a pocos días de que le festejaran con júbilo sus 100 primaveras, en junio 2023, y estrenara un ajuar de color oro y perla, elegido especialmente para la ocasión, rodeada de amigos, funcionarios del rubro asistencial y personal de la salud en su natal Reynosa.
Su nombre de pila fue Eumelia González Domínguez, quien falleció el 27 de diciembre de 2023 y sorprende que en todo momento estuvo consciente, porque era muy perceptiva y con sus sentidos bien puestos. Estuve con ella cuando dijo que su vestido “está muy lindo, y sí me gusta”. Como mostrando aún con ello, su liderazgo al fundar proyectos muy fructíferos, que dieron techo y cobijo a cientos de niños con la Casa Hogar “San Vicente de Paul”, e instruirlos con el catecismo, al catolicismo, desde muy joven y de los que gozó y logró reconocimientos hasta su deceso.
Hoy mi interés es destacar algo así de ejemplar, primero por la experiencia admirable que hicieron de sus vidas las personas con empatía social como “Melita” y con ello dar cuenta de que “los tiempos ya cambiaron”.
Y en un segundo punto, abordar el tema de la atención en casas de reposo para las personas que ya están viviendo el último tramo de la vida, para que ésta sea lo más digna posible, sea en estancias privadas y/o públicas. Asimismo, con éstas perspectivas completamos nuestras honras para los abuelitos que ya se nos adelantaron.
Nunca olvido lo que me dijo mi padre un día (creo que por eso hoy me resulta muy halagador para mis “Latidos Comunitarios”, en especial con temas de abuelitos, en realidad aquí inicia todo). Don Pedrito me decía que cuando yo era niña le llevaba a los abuelitos de la mano para que les diéramos cobijo, un pan o ropa, según fuera el caso; desde entonces así me nace del corazón trabajar para ellos, voluntariamente. Siempre en coordinación con el DIF porque sin ésta vinculación no hubiese sido posible ayudarlos; desde 2016 cuando iniciamos clubes de abuelitos y con quienes sigo aprendiendo y conviviendo infinidad de sucesos alentadores al agruparlos aún.
Fue también hace poco más de 10 años, cuando gracias a la maestra Diana Escamilla, docente del ITEA, comenzamos a inscribir a abuelitos para que concluyeran sus estudios básicos y de alfabetización en dicha institución gratuita, debido, a decir de ellos mismos, “por la crianza de hijos y sustentos no hicimos estudios”. En la actualidad, cientos de ellos, orgullosos, lograron esa meta.
E inevitablemente llegan a mi mente mis adorados e inolvidables “guelitos”.Ambos fallecieron a poco más de los 70 años, con importantes legados, como
resultado de una existencia centrada en trabajo, valores y la familia, y cuyos frutos disfrutaron en vida gracias a su gusto por la música, el canto y un don de gentes humilde, herencia que ambos originaron las raíces de un estilo musical regional, que cruzó fronteras, con sus hijos Cornelio y Pedro, y “Los Relámpagos del Norte, en 1960.
En horabuena, por María de las Nieves Cisneros Almaguer (1919-1990) y Román Reyna Garza (1919-1991), que cultivaron tierras para sobrevivir; que amenizaron festividades en su pueblito, en el caso de mi abuelito Román, quien heredó el don de tocar instrumentos y escribir canciones en su natal Notillas, ranchito, del municipio de Parras de la Fuente, Coahuila, además de que sobrevivieron de “lavar lechuguilla”, una especie de espiga extraída del maguey, para venderla en pacas a los productores de escobas y otros artículos de limpieza, respaldados por sus hijos y organizados en cooperativas.
Es por eso que hemos aprendido a valorar las aportaciones de los abuelitos en sus entornos, reconociendo a los “adultos mayores” como Melita, que hicieron la diferencia de generación en generación.
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