
Lo que no descubre el tiempo… lo descubre el Covid-19
Qué lejos estábamos de descubrir cómo los seres humanos llegaríamos a una vida diaria sin prisas y sobresaltos.
Sin arranques ni arrebatos.
Sin agendas llenas de compromisos y eventos empalmados.
Sin compromisos sociales o reuniones de club.
Sin carreras al banco o al cajero de la esquina.
Sin las locas salidas por las mañanas porque los niños ya van 5 minutos tarde al colegio.
Sin, sin, sin…
De pronto la vida nos cambió de golpe y con freno de mano nos metió a una nueva rutina donde, las primeras semanas, sentimos ahogarnos por los efectos naturales que provoca la “inercia” de lo que veníamos viviendo.
Y muchos de nosotros descubrimos que para atender las tareas diarias, no era necesario hacerlo desde nuestras oficinas.
Que bastaba la privacidad de nuestras casas para despachar cualquier asunto con la ventaja de poder coordinar y analizar los temas de la empresa o la oficina pública dentro de un ambiente más relajado.
Claro que un cambio de esta magnitud exige un proceso de adaptación para conectar con el nuevo esquema de desempeño.
Indudablemente la tecnología jugó un importante papel en este cambio. Y en ello también tuvo que haber un exhaustivo ejercicio de depuración informativa y concentrarnos en las fuentes oficiales de información.
Solo así nos podía quedar tiempo para atender las tareas propias de nuestro trabajo.
Pero ¿qué más llegó a nosotros así, de pronto?
Pues algo muy importante y que era tema común en las pláticas entre amigos: “quisiera dedicarle más tiempo a mi esposa y a mis hijos”. “Siento que debo bajarle un poco al ritmo de trabajo y hacer más vida familiar”….
Y como si hubiéramos tallado la lámpara de Aladino ¡zaz! ¡Concedido!
Claro, ahora que tenemos lo que deseamos, no deja de complicarnos el hecho de hacer un cambio tan radical en nuestras rutinas.
¿Y qué más descubrimos?
Pues que mientras pensábamos que la carga más pesada del hogar la llevábamos nosotros, de pronto nos dimos cuenta que hay una heroína dentro de casa que, con su trabajo y esfuerzo, hace posible que nuestra vida tenga sentido.
Nos dimos cuenta que solo ella sabe cómo se las arregla para que todo esté a tiempo y marche bien, los hijos, la comida, el aseo, la ropa limpia, la despensa, las tareas de los niños, el jardín.
En muy poco tiempo nos dimos cuenta que éramos buenos en jardinería, en ir al súper, en ayudar con las tareas a los niños y hasta nos dimos tiempo para escribir una historia y leer un libro.
Pero todo esto de la cuarentena pasará pronto, y entonces pasaremos al reto de cómo hacerle para despegarnos de una nueva rutina que nos fue abrazando y que terminó por cautivarnos.
Sea como sea, habremos de estar agradecidos con “un mal que por bien vino” y nos dejó grandes enseñanzas, sobre todo que: con o sin prisas, las cosas suceden y que en nosotros está adoptar o no el plan que menos desgaste nos provoque.
Seguramente regresaremos a los embotellamientos vehiculares, a las agendas saturadas, a los ruidosos eventos sociales, a las prisas sin sentido… pero también habremos de reconocer que una pandemia llamada Covid-19 nos dió una lección gratuita sobre formas más amables de trabajar y convivir.
¡Hasta pronto!.