E n unos tres meses iniciará el proceso eleccionario 2023-2024, en el que el plato principal será la Presidencia de la República, aunque en Tamaulipas la manzana de la discordia son las presidencias municipales.
Una situación que orillará a Américo Villarreal Anaya a mostrar con anticipación a sus ‘corcholatitas’, medida con la que enfriaría los ímpetus y a la vez evitaría guerras intestinas.
Ya que los “picabuches” pretenden engatusar a los alcaldes morenistas con la idea de que son autónomos, y por ende ninguna subordinación política tienen con el Adalid Guindo que es Villarreal Anaya.
Y en efecto, si bien los 43 jefes edilicios arribaron a sus cargos sin el apoyo de AVA, en cuanto éste protestó el cargo en automático se ungió en el jefe político de los morenistas y a la vez en el gobernante de los tamaulipecos.
Lo anterior hasta el más lerdo en las actividades políticas lo entiende, pero para disipar dudas o intentonas el presidente López Obrador le dio a Américo Villarreal un par de espaldarazos y uno de ellos fue en la Mañanera, con los que en forma evidente dijo a propios y extraños en torno a quién deben estar unidos.
El mensaje, obvio, causó efectos y hoy las figuras del morenismo tamaulipeco saben con quién tienen que platicar sobre proyectos políticos.
Sin embargo, como nunca faltan acelerados, el Adalid Guindo antes de que finalice el año mostrará sus ‘corcholatitas’ en ciudades como Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo, Victoria, Tampico, Madero y Altamira.
Esos predestapes frenarían desbocados y sobre todo ayudarían a que algunos alcaldes terminen por asimilar quién es el mero mero de ellos, sobre todo, tras ver el par de sonoros espaldarazos.
Tras lo anterior, obvio, ya saben que hay reglas no escritas y una de ellas es:
Los gobernadores son del presidente y los alcaldes de los gobernadores.
Aparte consolida a Américo Villarreal Anaya la circunstancia de que para cuando se den a conocer candidaturas él será un gobernador con menos de dos años de ejercicio, mientras que los alcaldes estarán por concluir sus períodos
Por tanto, los ediles morenistas que pretendan su reelección o sugerir quien debe ser el sucesor, tendrán que contar con el visto bueno de Villarreal Anaya si es que quieren seguir en la fiesta.
En resumen: antes de que expire el presente año iniciará el juego de las ‘corcholatitas’, y en febrero del 2024 los destapes.
¿Y QUIÉNES SERÁN LAS ‘CORCHOLATITAS’?
En Reynosa hay cinco, aunque se deja para la evaluación final una mancuerna y a veces terna. Bajo el anterior criterio si el candidato morenista para presidente municipal va ser un varón están en calidad de prospectos el alcalde Carlos Peña Ortiz, el senador José Ramón Gómez Leal, así como los diputados locales Humberto Prieto Herrera, Armando Zertuche Zuani y Marco Gallegos Galván.
En cambio, si se opta por una mujer el número se reduce ostensiblemente: la diputada local Magaly Deándar Robinson y la diputada federal Claudia Hernández Sáenz. Se descarta a Maki Ortiz, porque como es del dominio general su objetivo es la senaduría.
La decisión que adopte para Reynosa Américo Villarreal Anaya, ya como jefe político de los morenistas, no parece será motivo de deserciones y menos de insurrecciones, toda vez que entre los espaldarazos presidenciales que recibió y que su sexenio en junio del 2024 estará por cumplir el primer tercio, sería cosa de desquiciados que le busquen ruido al chicharrón.
El RETORNO DE LAS BALACERAS
En el mes de mayo las bandas delincuenciales optaron por darse en toda la madre, y como luego hubo reacciones de la Guardia Nacional y la Estatal se registraron los tristemente famosos topones a lo largo de las chulas fronteras.
Esos hechos, Francisco García Cabeza de Vaca, los vio como oportunidad de macanear y así ingresar al ranking de los prospectos presidenciables, nomás que alardear que en su sexenio la paz y la armonía prevaleció en Tamaulipas, lo cual provocó que por el Facebook y el Twitter lo macanearan sin piedad.
Por andar de mitómano terminó convertido en piñata. Aunque lo anterior no se ve que le angustie, pues lo que menos le importa es lo que digan de él, porque asume la típica actitud de los cínicos.
Pero no en el buen sentido de los antiguos griegos, en virtud de que quienes preconizaban esa filosofía era para demostrar que se podía vivir desprovisto de cosas materiales.
Algo totalmente opuesto al estilo de vida del méxico-texano, quien ahora desde una ciudad del Valle del Río Grande está peleando en su juzgado federal favorito de Reynosa (el 7mo.), dejen sin efecto el decreto que emitió el Congreso del Estado, para suspenderle el servicio de seguridad que a los tamaulipecos les cuesta un pinchurriento millón de pesos mensuales.
Por ello su cinismo es de otro tipo, es de lo más execrable, pero él disfruta que le lancen sapos y culebras.
Entretanto, fluyen las especulaciones sobre las causas de las balaceras, siendo la más socorrida la del control sobre el “huachicol”, que fue precisamente en el sexenio Cabecista cuando floreció en todo su esplendor.
Y hasta la próxima.