Por estos días, en México circulan una serie de comerciales en radio, televisión e internet, en el que el entrenador de la Selección Mexicana de futbol, Miguel Herrera anuncia un portal de compra y venta de objetos de segunda mano.
Entre los tiliches que puede vender, según enseña en el simpático anuncio, aparece un perico malhablado, que lo acompaña a un partido de futbol. Es el perico el que suelta malas expresiones hacia el árbitro que, de esta manera, no puede sancionar al popular entrenador conocido como el “Piojo”, quien se sale con la suya.
Resulta ahora que ese anuncio implica una flagrante violación a la ley de la empresa que lo patrocina. Un diputado de Nuevo León dijo que Herrera anda fomentando la comercialización de una especie protegida, como es el cotorro en cuestión, que no debe ser puesto en venta.
El asunto no pasa de ser anecdótico. Por lo menos para el estratega tricolor. A él lo contrataron y, en todo caso, el que incurrió en un delito es la empresa de toma y daca que anda haciendo anuncios sin cuidarse de las formas legales.
Sin embargo, este comercial que satura los programas de televisión en México ilustra muy bien cómo Herrera se ha convertido en una presencia permanente en los hogares, en lo que parece ser la prolongación de la campaña que emprendió Televisa para posicionarlo en el gusto del público y para legitimarlo entre los lastimados aficionados que sufrieron humillaciones para avanzar al Mundial de Brasil.
No se recuerda a un entrenador que haya sido tan mediático como Herrera. Cierto, todos hacen su esfuerzo y participan en contratos de comercialización para explotar su propia imagen. Recuerdo, no hace mucho, que José Manuel de la Torre, en plena eliminatoria, estaba patrocinando una marca cervecera.
La televisión se le da a Herrera, le gustan las luces, el ambiente de la farándula, los foros. Su destino en el mediano plazo, cuando sea echado del Tri –que ocurrirá más temprano que tarde– es la TV como comentarista y analista, una ocupación en la que le auguro un gran futuro.
Sin embargo, la exhibición permanente del “Piojo” me ha dado material para reflexión sobre las expectativas que se generan entre el público con figuras que son mediáticamente infladas.
El típico ejemplo en México, objeto de estudio de los mercadólogos, referencia de la política nacional, es el de Carlos Salinas de Gortari, el hombre que quiso ser rey, como alguna vez fue denominado. Quien fuera presidente de la República generó enormes expectativas entra la afligida población. Manipuló a la prensa, se encumbró entre los aliados de los consorcios informativos, deslumbró al electorado con sus conocimientos de economía y sus contactos en la aldea global.
Actualmente es el presidente más repudiado en la historia de México. Subió muy alto, como la espuma del champán y se derrumbó al finalizar su sexenio. Fue muy querido y ahora es muy odiado. El rechazo que ahora genera es directamente proporcional a las simpatías que alguna vez despertó.
Pienso en Salinas de Gortari y Miguel Herrera. El “Piojo” está obligado a conseguir, por lo menos, el quinto partido. Y así podrá obtener una excusa perfecta para justificar su intempestiva llegada a la Selección.
Si no avanza más allá de octavos de final en la justa carioca, recibirá reproches severos de la fanaticada.
Aunque, quizá no le importe ya y encuentre pronto consuelo en la televisión.
