
En la película mexicana La Ley de Herodes el personaje principal -por cierto, un bueno para nada-, cuando llega a ser presidente municipal de un pueblo a donde lo mandó su partido saca dinero hasta debajo de las piedras y se enriquece como jamás se imaginó.
Pero la historia no termina con un nuevo millonario a costillas de la política. Con el paso de los años, Juan Vargas, el personaje principal, aparece subido en la tribuna del poder legislativo.
Cuando se estrenó antes de las elecciones de 2000, su director Luis Estrada quiso satirizar la corrupción que imperó en el PRI durante 70 años, sin imaginar que al llegar al poder el PAN escribiría su igual o peor historia.
La Ley de Herodes, seguramente, hizo lo propio para que millones de mexicanos abriéramos los ojos para sacar al PRI de Los Pinos, y votamos para sentar al primer loco presidente, Vicente Fox Quesada, en la silla ejecutiva.
Durante la noche y madrugada de ese domingo de elecciones, muchos salimos a las calles y plazas a darle la bienvenida a la alternancia en México. A sepultar al Partido Revolucionario Institucional y a darle la bienvenida a otro que iba a ser la esperanza para los ciudadanos.
Cuando se acercan los comicios presidenciales, quiero ser lo menos ofensivo con los buenos militantes del PAN, porque los hay, al escribir que 12 años después me siento engañado de un partido que prometió ser diferente, sin embargo resultó ser la misma gata… pero revolcada.
En La Ley de Herodes, Juan Vargas demostró que no hay ciudad, por miserable y con pocos recursos que tenga, que no haga rico a un alcalde hambriento de poder cuando tiene intenciones de robar y arrodillar a su gobernador.
Y si durante las siete décadas con el PRI hubo por montones, hubo quienes nos la creímos que ya no habría Juan Vargas con el PAN, porque este partido nos pintó a los mexicanos que íbamos a vivir como Alicia en el País de las Maravillas.
También la política es el arte de engañar. Y Fox Quesada ganó un Oscar. Hizo que los electores creyéramos en él; en un México sin o con menos corrupción, donde los pobres iban a ser menos; pero nunca imaginamos que durante su sexenio el personaje de Juan Vargas se iba a hacer realidad.
Un Juan Vargas surgió con Fox Quesada en el 2000 en la frontera norte del país, en una ciudad de Tamaulipas de nombre Reynosa. Su nombre: Francisco García Cabeza de Vaca, quien se propuso encarnar, igualar y superar al protagonista de la película.
En Nuevo León también existen las copias reales de Juan Vargas, pero en esta ocasión quiero retratar de cuerpo entero al panista tamaulipeco.
Antes de la elección presidencial que llevó al guanajuatense a Los Pinos, Cabeza de Vaca era bastante conocido en Reynosa porque 14 años antes, en 1986, había sido fichado por la policía de McAllen, Texas, por intentar robarse unas armas que estaban en un vehículo particular.
Durante casi década y media, quienes lo conocen, no tienen en mente una carrera exitosa dentro de los negocios o en la vida profesional. Sólo escándalos judiciales marcaron su entrada a la vida adulta con denuncias penales y civiles, mismas que fueron presentadas ante la Procuraduría de Tamaulipas.
En las elecciones de 2000 ganó la diputación federal; en 2001 quiso ser alcalde de Reynosa, perdió en las urnas; en 2004 insistió y ganó; fue diputado local ese mismo año, y ahora en 2012 Cabeza de Vaca busca llegar al Senado como primero en la fórmula del PAN.
Y tal como pasó en la película con Juan Vargas, cuando en 2007 se descubre la corrupción en Reynosa estuvo a punto de ser metido a la cárcel, pero el entonces gobernador Eugenio Hernández Flores lo perdonó.
Por personajes ficticios y de la vida real como los anteriores, el PRI fue vomitado y sacado de Los Pinos. Y la misma historia se puede repetir con el PAN en menos de cinco meses.
Lástima, porque seguramente los buenos panistas nunca fueron invitados a formar parte del gabinete con Fox, mucho menos con Calderón. Clouthier estaba muerto; Castillo Peraza también; Luis H. Alvarez tuvo un cargo de aparador, y Pablo Emilio Madero se desilusionó de su partido años antes.
La mayoría que llegó a gobernar en el 2000, con Fox y compañía, émulos de Juan Vargas, vieron a México como una gigantesca bóveda con millones y millones de dólares que tenían que robarse… otra vez.