Todo lo bien que se había visto Tigres en sus primeros tres partidos, incluso en algunos lapsos del cuarto encuentro del torneo ante Toluca que terminó perdiendo, se fue a la basura en cuestión de horas y finalizó con la abrupta salida de Américo “Tolo” Gallego del timón felino.
Y es que en el medio tiempo del partido ante Veracruz, cuando el técnico argentino entró al vestidor encorajinado por su “pelea” con el Piojo” Herrera, lo primero que hizo fue llamar “pen…tontos” a sus jugadores.
El “Tolo” hizo que el aguante de los jugadores, en especial de los mexicanos, pero también de alguno que otro paisano, se terminara y decidieran “darle cuello” a su galardonado entrenador en el siguiente encuentro.
Y así fue, porque el humillante 6-1 en contra ante Pachuca no fue otra cosa que el querer correrlo, porque en la cancha los 11 jugadores hicieron todo menos jugar. Fueron absurdos los goles que les metieron, ridícula la forma en que fueron superados por los rivales en los mano a mano, incluso el portero Cirilo Saucedo hizo todo lo humanamente posible por no detener los envíos tuzos.
Pero ¿quién fue el culpable de este nuevo fracaso de un entrenador en Tigres? Sin duda alguna de ambas partes, tanto el técnico como los futbolistas, porque al final de cuentas son ellos lo que no meten los goles o no son capaces de evitar que se los anoten.
Sin embargo, hay que señalar que la forma en que Gallego dirigió a los Tigres no fue la correcta, porque llegó con sus campeonatos por delante, en más de una ocasión les hizo ver que él era quien sabía, que ellos no eran más que unos tontos y perdedores. La relación cada día fue peor y terminó de mala forma.
La declaración del argentino Fabián Cubero a dos días del cese del “Tolo” lo resumió todo: “era necesario un cambio”. A pesar de ser su paisano y uno de sus protegidos, Cubero dejó ver lo que sentía el grueso del plantel, porque el estratega no trabaja a conciencia y quería que las individualidades le resolvieran el problema.
Lamentablemente, en Tigres ya no se sabe cómo solucionar la falta de buenos resultados, porque han contratado a los entrenadores más exitosos del futbol mexicano y todos han fracasado aquí. José Luis Trejo, Mario Carrillo, Ricardo Ferretti, Nery Pumpido, entre otros, han visto cómo sus procesos no son respetados y terminan por ser “devorados” por un grupo de jugadores que parecen estar conformes con siempre pelear los últimos lugares de la tabla.
Hoy tienen a un nuevo “domador”, Manuel Lapuente, quizá el técnico más ganador en la historia de nuestro futbol, con cinco títulos, pero también alguien que juega de una forma que no gusta a la mayoría de los aficionados.
Pero eso no importa, en estos momentos a Tigres lo que le debe importar es rescatar puntos como sea, jugando bien o mal, goleando o ganando por la mínima diferencia, porque no hay mañana, el fantasma del descenso está encima, con el Veracruz a sólo cinco puntos en el fondo de la tabla porcentual.
Ojalá, por el bien de toda la afición felina, que Lapuente sepa ganarse a los jugadores, convencerlos de jalar parejo, de comprometerse a salvar el equipo, porque de lo contrario será uno más que “muerde el polvo” en una institución que parece estar embrujada, con un maleficio que no la deja estar en el protagonismo, como no hace mucho tiempo lo pudo hacer. Hasta la próxima.