
La afición mexicana y los medios de comunicación han creado ya un enorme cadalso para colocar en él a José Manuel de la Torre. Los resultados deficientes que registra el representativo nacional mexicano de futbol han provocado una palpitante animadversión que lo hacen, ahora, el personaje más repudiado por los varones en México.
El Chepo representa la frustración de todo el país. Después de 20 años de gozar de un seleccionado mexicano confiable, ahora el equipo se desmorona como un sueño que nunca ocurrió.
Siempre se ha anhelado el campeonato del mundo. Aunque la empresa cada año parece imposible, siempre se ha deseado. Es un Santo Grial inalcanzable.
Hay que afrontarlo. Hubo un auge enorme del Tri en la década de los 90. El punto más alto de la Selección Mexicana ocurrió en el mundial de Francia 98. Tuvo el equipo en un puño a Alemania en octavos de final, pero los jugadores no se decidieron a apretar los dedos para que escurriera sangre. Dejaron vivos a los teutones y al final fueron muertos en los últimos minutos.
Desde ahí, el camino es cuesta abajo. No cuenta la Confederaciones ganada en 1999. El torneo, aunque oficial, es menor. No se compara, ni con mucho a una Copa del Mundo. Hubo ahí algunos coqueteos con la Copa América, pero no hubo resultados para festejar.
El ciclo se ha cumplido y ahora, el modelo mexicano que alguna vez prometió, luce muy agotado. Televisa, Coca Cola, Adidas, Sony y FIFA, las empresas que manejan el futbol a nivel internacional, agotaron al Tri.
Parece que el ritual cuadrangular dejó de funcionar. Cada ciclo mundialista, los federativos y las empresas eligen al director técnico en turno que acumula más campeonatos en la liga y le arrojan el bastón de mando de la selección.
Hay que revirar hacia Enrique Meza, Manuel Lapuente, Javier Aguirre, Sven Goran Erickson, Ricardo Lavolpe. En su momento lucieron números impresionantes y fueron elegidos para la gran responsabilidad. Todos terminaron exhaustos y nadie otorgó números satisfactorios.
En el futbol no se le puede achacar la culpa al azar. Al menos no puede hacerlo el entrenador. Los aficionados sí pueden decir en casa que fue una mala suerte que el balón rebotara en el poste. No así el DT. Tiene que haber una explicación de ese incidente que, por lo general, es generado por muchas otras causas.
Hay un abismo entre aquel gol de Luis Hernández contra Alemania, en 1998, al de Gabriel Torres, de Panamá, en la Copa Oro 2013.
Nunca, en la época reciente, el Tri se había visto en tan fea forma, como ante los canaleros, en el Rose Bowl, de Pasadena, California. Ni siquiera cuando hacía aquellos desfiguros con Antonio Roca al frente.
Tal vez ya se esté cocinando la decisión de guillotinar a de la Torre y entregarle el equipo a su segundo, Luis Fernando Tena. No se sabe.
Pero como va jugando el equipo, parece cada vez más alejando el pase al mundial que alguna vez se obtuvo caminando..
Ahora habrá algunos apuros, y el boleto no está asegurado.
Tampoco es seguro que el Chepo concluirá el ciclo mundialista en Brasil 2014.