Estaba el otro día El Apuntador haciendo su carta para Santa Clos y viendo cuántos regalos del año pasado podía reciclar cuando me hablaron mis cuates de Saltillo para darme una de las noticias más sorprendentes del año.
Yo no me la creía pero cuando lo confirmé me quedé estupefacto y patidifuso: el periódico Palabra de Saltillo, perteneciente al poderoso Grupo Reforma, se declaró en quiebra y cerró sus puertas.
Es la primera vez que la empresa que comanda Alex Junco (yo le digo así porque somos cuadernos pero para ustedes es don Alejandro Junco) debe recoger sus canicas para irse a jugar a otro lado.
El lunes 1 de diciembre, a las 8:15 horas de una mañana fresca y que se antojaba de rutina como todas las de lunes, la dirección citó a editores, reporteros, fotógrafos y demás personal para darles la mala noticia:
Les dijeron que ese día era el último que se editaba Palabra, que los problemas de comercialización y la devaluación del peso frente al dólar habían vuelto la situación insostenible y todos trabajarían para sacar el ejemplar del estribo: el 4 mil 018.
Junto con Palabra se edita el periódico Metro, de corte policíaco, que se mantiene y Club, una publicación de tipo social que quedó en veremos.
El recorte afecta en general a unas 200 personas, de las cuales 20 son reporteros, 14 editores y 10 fotógrafos y entre la tristeza y la incertidumbre, quienes me contaron el suceso me aseguran que a todos en Saltillo los tomó desprevenidos porque la decisión se fraguó en las oficinas de la Ciudad de México y los afectados se enteraron apenas unas horas antes.
El panorama no es nada halagüeño. Hay otro periódico matutino de información general, llamado La I que, según me cuentan, también está por cerrar sus puertas, mientras que 10 minutos, el matutino del hijo de Armando Fuentes Aguirre, “Catón”, también se encuentra en la cuerda floja.
SIGUEN LOS DESPIDOS EN EL NORTE
Esto se une a los despidos recientes que ha habido en El Norte, de Monterrey, donde la guillotina siguió trabajando y hace dos semanas salieron de esa casa editora una treintena de trabajadores.
Los despedidos fueron empleados que tenían 20, 25 y 30 años trabajando en la empresa, o sea que empezaron en los tiempos de Jauja, cuando el periodicote era el que partía el pastel y se llevaba la mejor parte.
Aquí, la estrategia de Recursos Humanos del Grupo Reforma fue eliminar a esos empleados que se habían vuelto una carga para la nómina por sus sueldos de 35 mil pesos mensuales en promedio y cuya productividad se había venido abajo no porque dejaran de trabajar sino porque en el gigante de Washington les dio por tener casi casi un editor para cada página del periódico.
Así, con ese sueldo de 35 mil pesos para un sólo empleado, El Norte piensa contratar a 3 personas nuevas y bajo el nuevo esquema, en el que pagan una parte en la nómina y otra por honorarios, para no generar tanta carga en la empresa. Por supuesto, las prestaciones también serán menos que las que tenían los despedidos.
La verdad es que la situación fue poco amable. Bueno, de por sí un despido nunca es amable pero en el caso del periodicote volvieron a hacer uso de esa sensibilidad que los caracteriza y es más propia de un rinoceronte en celo que de una empresa agradecida con sus empleados.
Hubo quienes estaban de vacaciones, como Juan Antonio Lara y Ricardo Galván, de Deportes, o Javier Rodríguez de elnorte.com y cuando volvieron se encontraron con que ya no tenían trabajo y además sus artículos personales habían sido retirados de sus escritorios y de sus computadoras.
Vaya, ya ni siquiera los dejaron entrar a su lugar de trabajo y les tenían todos sus objetos en las clásicas cajitas de archivo, lo cual no solamente es una violación a sus derechos laborales sino una grosería que no se merece un trabajador.
Ni se diga el caso de Cristina Espinoza, de Deportes, quien acaba de ser mamá y ni eso le valió para entrar en el grupo de los cesantes. Todo porque dentro de esa nueva estrategia de Recursos Humanos, las mujeres casadas o –peor aún– con hijos no son bien vistas porque su familia les demanda más tiempo que a las solteras.
Esto no es nuevo en El Norte, periódico afamado por ser más absorbente que una esposa celosa con sus empleados, y como muestra basta ver que muchas de las mujeres y hombres que han escalado en su escalafón lo han hecho a costa de tiempo que le quitan a sus familias o, peor aún, a costa de no formar una familia.
Claro, antes de esta situación –que es normal en un empleo competitivo pero los Washington boys & girls la llevan a extremos– al menos se equilibraba con los mejores sueldos y prestaciones de la región pero ahora tampoco tienen esa ventaja.
Las liquidaciones negociadas fueron de entre 50 y 70 por ciento. La opción para quienes querían el 100 fue ir a la Junta Local de Conciliación.
Entre los periodistas que salieron se encuentran Reynaldo Márquez, quien de ser árbitro en las canchas del río Santa Catarina fue echándole ganas y entró a Locales, a Deportes y fue coeditor y en esa labor estuvo al menos 22 años. Es un ejemplo de los buenos periodistas que salen por cuestiones de números y no de calidad. Le deseamos buena suerte, igual que a todos.
Otros reajustados fueron Miguel Angel Chávez, editor de Deportes y de Metro, quien ya contaba con 26 años en la empresa. También César Vargas, Pedro Galván –coeditor en El Sol– , Claudio Magallanes, de El Sol, quien tenía un segmento de pesca y Adán Campos, de Metro.
¿PORQUE LES FUE MAL?
Mientras la comidilla de la semana –y hasta del mes– son los despidos, esta columneja que de repente se pone analítica, apocalíptica y pasional, les va a decir por qué cerró sus puertas Palabra, en Saltillo, y por qué tantos despidos en El Norte.
Luego de sondear, entrevistar, sopear y grillar con analistas, directivos, empleados y ex empleados del Grupo Reforma, las conclusiones son las siguientes:
En Saltillo, el diario Palabra erró su estrategia, pues le apostó al segmento más alto de la sociedad y se volvió un periódico con tendencias elitistas.
Eso funcionaría tal vez en Monterrey, donde sí hay gente con mucho dinero y son los que controlan buena parte de la sociedad, y ni siquiera aquí lo hace El Norte, cuya base de lectores está conformada en buena parte por gente de clase media y media baja.
Pues en Saltillo Palabra quiso hacerlo y ¿qué creen? Pues que no es un mercado tan amplio como ellos esperaban. Después de todo, la capital de Coahuila tiene apenas un millón de habitantes (aprox.) y dos periódicos, Vanguardia y El Diario, bastante establecidos.
Luego, entraron a disputar el terreno de la familia Castilla, de Vanguardia, y ese fue un reto personal porque los dueños del periódico mandón en Saltillo aún recuerdan cuando, en los 90, trataron de buscar un pedacito del pastelote de Monterrey.
Dirigido entonces por Armando Castilla, Vanguardia entró con muchas ganas a regiolandia, se armó con buenos reporteros y al frente del proyecto puso a Luis Angel Garza, ex corresponsal de Proceso y uno de los mejores periodistas que tiene Monterrey.
Todo iba bien, los sueldos estaban al parejo, tenían problemas porque la impresión se hacía en Saltillo y su cierre de edición era temprano pero ahí la llevaban, hasta que la avaricia se impuso y les jugaron sucio.
El departamento comercial de El Norte se presentó con los dueños de Fabricantes Muebleros, S.A. (Famsa), el primer cliente grande que había amarrado Vanguardia, y les lanzó un cañonazo irresistible: súper descuento en la publicidad de todo el año y cómodas facilidades para el pago de la misma a cambio de que ya no se anunciaran en el periódico recién llegado de Saltillo.
Ahí fue donde la puerca torció el rabo. La publicidad se retiró y aunque la labor periodística era buena, ante esas prácticas monopólicas los Castilla nada pudieron hacer y se regresaron a su tierra.
Por eso, cuando se enteraron –en 1997– que Palabra quería entrar a Saltillo, los meros meros petateros de Vanguardia le echaron toda la carne al asador y le dieron una modernizada atómica a su periódico, de cabo a rabo.
Lo más visible para el lector fue el diseño, pero los empleados y clientes también vieron una mejora.
Eso, aunado al elitismo de Palabra, al escaso mercado de un millón de habitantes que también disputa El Diario y a la llegada de otro mandón, Zócalo, debilitó al matutino del Grupo Reforma –que los 11 años siguió imprimiéndose en Monterrey– y finalmente lo llevó a la quiebra. Tuvieron que pasar casi 20 años, pero finalmente la familia Castilla le devolvió la copa a la familia Junco.
Y en el caso de El Norte, la ecuación es más simple, según me afirman los expertos consultados:
El periodicote se fue volviendo obeso, como esos oficinistas que se la pasan encadenados a su escritorio.
La contratación de personal para tareas específicas fue causando estragos en la nómina. En lugar de preparar a los empleados para que realizaran tareas variadas, los fueron especializando y cuando eso ocurre en exceso se vuelve defecto en vez de virtud.
La obsesión por la exclusividad hizo que El Norte pagara sueldos muy altos y eventualmente también le fueron costando a la empresa. Hasta Televisa entendió que no vale la pena pagar tanto y dejó a la mayoría de sus empleados libres para aceptar chambas de medio tiempo.
Poco a poco hubo más generales que tropa. Mientras los periódicos tradicionales tenían un editor y un coeditor por sección, en El Norte había coeditores encargados de formar ¡una sola página!
La televisión le sigue quitando clientes a los periódicos y El Norte siempre hizo menos a ese medio, mientras periódicos como Milenio o El Universal empezaron desde hace varios años a incursionar en la pantalla chica.
Otra tecnología de moda, el Internet, fue abordada de manera oportuna y vanguardista por el periodicote pero luego se quedaron dormidos en sus laureles.
Mientras la tendencia de los grandes diarios es ofrecer gratuitamente sus contenidos (Milenio, La Jornada, El Universal, Excélsior, El País, New York Times, Hora Cero, etc.) Grupo Reforma sigue aferrado a cobrar por ellos y ahora se dejó ganar la delantera por su ex director, Ramón Alberto Garza, quien desde Reporte Indigo marca la pauta en lo que a producción se refiere y ni se diga en los campanazos periodísticos que ha dado.
Como el tema este da para más, aquí le corto y le seguimos en la próxima edición.
EDITORIAL DE DESPEDIDA
Aquí les dejo el editorial de despedida que publicó Palabra el 2 de diciembre pasado.
El 20 de noviembre de 1997 nació PALABRA para ejercer en Saltillo un periodismo cuyo eje central fue siempre la búsqueda de la verdad.
Con la colaboración de nuestros lectores, anunciantes y la sociedad que, a través de nuestros Consejos Editoriales ciudadanos siempre guió nuestro trabajo, pudimos crear un espacio libre para las ideas, la crítica, el análisis y la difusión del acontecer diario de Coahuila.
La apuesta por la objetividad, la credibilidad y la libertad de pensamiento tuvo su recompensa: Al correr de los meses, PALABRA se posicionó como el periódico líder en la ciudad.
Durante todos estos años, Grupo Reforma desplegó en Saltillo un periodismo libre, sin ataduras, sin tapujos, honesto, objetivo y ajeno a los intereses de los grupos de poder.
Para mantener incólume nuestra filosofía periodística, buscamos la autosuficiencia económica con sólo dos fuentes de ingreso: La venta del ejemplar diario y la venta de anuncios.
La autosuficiencia nunca llegó.
Tras 11 años de operación, la tormenta en el horizonte económico, que lo mismo oscurece al mundo global que a la economía de México y de la región, nos ha colocado en una encrucijada: Comprometer nuestra integridad editorial o dejar de publicar el periódico.
Jamás permitiríamos que sucediera lo primero. PALABRA nunca dejó de publicar la verdad, sin importar a quién le incomodara.
A lo largo de estos años no cedimos un ápice ante las presiones de quienes quisieron ponerle un precio a la libertad del periódico, buscando garantizar el éxito económico a cambio de una línea editorial más cómoda para sus intereses.
El panorama financiero que se avizora para el futuro es poco alentador.
Nuestra principal materia prima “el papel periódico” ha aumentado su precio 50 por ciento en un año. El dólar, divisa con la que se adquiere el papel de nuestras páginas, se ha encarecido y, por si fuera poco, la industria automotriz, pilar económico de la región, está inmersa en una crisis para la cual no existe una pronta solución.
Ante esta prolongada cuesta de más de una década, tenemos hoy que recurrir a medidas indeseables, difíciles, pero ineludibles: El ejemplar que hoy tiene entre sus manos es la última edición de PALABRA.
Es una decisión triste que no hubiéramos querido tomar nunca. Lo hacemos con la satisfacción de haber ofrecido una lucha sin tregua por ejercer un periodismo plural, libre e imparcial.
Estamos orgullosos de haber fundado, desde el primer día, el quehacer del oficio periodístico en el profesionalismo, la ética y la dignidad.
Así empezamos, así terminamos.
A partir de mañana, usted podrá disfrutar del periodismo que ejerce el Grupo Reforma a través de las páginas de El Norte, que incrementará su presencia y circulación en Saltillo.
A nuestros lectores, consejeros, colegas, fuentes de información y anunciantes, gracias por acompañarnos en este camino: Gracias por su apoyo, gracias por su confianza.
Hasta ahí el editorial de despedida.
RETAZOS
Pasando a cosas más locales, me cuentan que la que anda muy molesta es ni más ni menos que Sandra Tovar, quien acaba de presentar su renuncia como reportera de Locales de El Mañana de Reynosa.
Pero que nadie se espante, me cuentan que la decisión de Sandra es únicamente a su responsabilidad como reportera de Locales, pues se queda en los suplementos en los que participa dentro de la empresa de la familia Deándar.
El motivo de la molestia de Sandra tiene nombre y apellido: Víctor Castillo, mejor conocido como “El Cepillín” quien acaba de ser contratado como nuevo reportero de Locales y con quien Sandra, me contaron, no quiere tener nada que ver. ¡Orale con la decisión!
Otro que salió de las filas de “El grande de Tamaulipas” fue Luis Edgardo “El Chiricuas” Sánchez, quien acaba de recibir su liquidación de la empresa.
Y no nos vamos sin comentarles la foto que aparece publicada en este espacio. Lo que muestra son las peripecias que tuvieron que atravesar los fotógrafos que cubrieron el Cuarto Informe del gobernador, Eugenio Hernández Flores, quienes fueron literalmente encerrados en un corralito.
Sin embargo, como siempre, no falta el vivo y en esta ocasión fue Guadalupe “Lupe” Hernández Olmeda, quien se robó una silla quién sabe de dónde y que fue utilizada por los fotógrafos para tomar su gráficas.
Vivillo desde chiquillo, ¿verdad?