
(Primera de dos partes)
En la Sección de Inventarios del Archivo Municipal de Reynosa (AMR) quedan algunos pequeños fragmentos de información asociados con eventos importantes a nivel nacional que sucedieron dentro de la jurisdicción de la Villa de Reynosa. El inventario redactado el día 15 de julio de 1870 menciona que el archivo de la Agencia Fiscal de los años 1862 a 1870 fue destruido en parte al ser ocupada esta plaza (de Reynosa) por las “fuerzas de San Luis y Zacatecas.” En ese momento se inventariaron los enseres correspondientes a dicha oficina, la cual estaba representada por un estante con cerradura y una mesa.
El inventario de julio incluía correspondencia, libros, cuadernos, tornaguías, pases y listas de contribuyentes. Éstos a su vez estaban ordenados en seis legajos por años desde 1862 hasta abril de 1870, cuando había dejado de funcionar dicha oficina.
El abandono en abril de esta Oficina Fiscal en Reynosa está ligado a eventos históricos de importancia nacional. Los hechos se conocen en la actualidad a través de documentos primarios en los archivos históricos locales de Nuevo León y Tamaulipas. Sabemos también sobre esto a través de las vicisitudes narradas por don Ireneo Paz, uno de los escritores más prolíficos en el género de la novela histórica del siglo XIX.
El mes de abril marcó la llegada de una serie de eventos que culminarían el 14 de junio de 1870, a 40 km al sur de la actual ciudad de Reynosa. Uno de los acontecimientos bélicos más singulares en los anales de la historia del municipio. El licenciado Ireneo Paz, obstinado periodista antijuarista, dejó plasmados los hechos en el tomo II de sus memorias de campañas.
Los eventos en la comunidad rural El Charco Escondido (actual Congregación Garza) concluían con una de las tantas campañas de las facciones radicales liberales contra el gobierno de don Benito Juárez. En esta comunidad pusieron fin a la gran aventura que había iniciado con la rebelión de Francisco Antonio Aguirre en diciembre de 1869, en San Luis Potosí. Esta campaña cimbró al gobierno establecido de Juárez con una intensidad a nivel nacional no vista desde el restablecimiento de la República.
Estos eventos serían el preludio de lo que traerían años después al porfiriato y que se replicarían posteriormente con los planes de la Noria (1871) y Tuxtepec (1876).
LOS ANTECEDENTES
La complejidad de esta narrativa histórica recae en que está escrita desde el punto de vista del grupo vencido, por el abuelo del insigne premio Novel, Octavio Paz. Don Ireneo fungió no sólo como uno de los actores intelectuales del movimiento, sino también como jefe del Estado Mayor de las tropas comandadas por el general Pedro Martínez, aunque él mismo menciona que el general en jefe era el gobernador de Zacatecas don Trinidad García Cadena.
El general Pedro Martínez era paisano del general Mariano Escobedo, ambos nativos del puesto San Pablo de Labradores, actualmente Galeana, Nuevo León. En ese tiempo quedaron en bandos opuestos del conflicto. La historia novelada de don Ireneo narra los pasajes de esta campaña escenificando triunfos heroicos y derrotas desastrosas del movimiento rebelde en los estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Tamaulipas y Nuevo León, que terminarían en desbandada y en la captura de muchos de ellos en este municipio de Reynosa.
El desastre en la “Batalla del rancho Lo de Ovejo” en Michoacán sería el principio de la retirada del ejército rebelde hacia los estados norteños de Tamaulipas y Nuevo León, perseguido por el general Sóstenes Rocha, que a su vez estaba bajo el mando del general Mariano Escobedo. Al momento de ese enfrentamiento en Michoacán, a grandes rasgos el contingente rebelde contaba con tan sólo seis mil combatientes de los ocho mil que lo conformaba. Mientras que el ejército juarista del general Rocha sumaba hasta nueve mil soldados. Ya en la huasteca tamaulipeca la expedición rebelde llegó con cuatrocientos individuos, según el licenciado Paz, quién menciona eran perseguidos por ejércitos cuatro o cinco veces más grandes.
Los miembros de ambos bandos habían sido compañeros de armas en guerras anteriores durante la Reforma y contra el Imperio de Maximiliano. Los rebeldes abrigaban la esperanza de que se les unieran a la causa el gobernador de Nuevo León, Jerónimo Treviño y el próximo a ser de nuevo gobernador de Tamaulipas, Servando Canales. Según el licenciado Paz, ambos gobernadores fueron simpatizantes del movimiento, pero estaban fuertemente comprometidos con el gobierno de Juárez. Pero la documentación oficial desmiente esa percepción de Paz y los rebeldes sobre los gobernadores, quienes en realidad tenían un alto respeto para con el presidente de México.
Después de dialogar con Canales en un sitio entre los límites de Tamaulipas y Nuevo León, las tropas pasarían por Linares, donde no fueron vistas con buenos ojos debido a su beligerante posición. De ahí se internaron hacia la frontera esperando ponerle sitio a Matamoros, con el apoyo del general Pedro Hinojosa. Este general había sido secretario de Guerra y Marina de don Benito Juárez y era en ese momento el segundo en jefe de dicha plaza fronteriza.
EN LA FRONTERA
Las tropas de Martínez se estacionaron a dos jornadas de Matamoros, enviando destacamentos a Reynosa y Camargo, invitando también a través de una misiva, con fecha del 20 de mayo, al general Francisco Naranjo a unírsele a la causa subversiva. Para el 25 de mayo los rebeldes repartían proclamas impresas en las inmediaciones de Matamoros, empezando tácticas militares el 27 de mayo, hostilizando a la ciudad constantemente con tiroteos. Al no lograr nada después de varios días, se retiraron a un lugar entre Reynosa y Camargo. Hipólito Serna tomaría Reynosa, extendiéndose uno de los contingentes hasta Mier. En ese poblado y en Guerrero, Naranjo tenía quinientos hombres apoyando al gobierno de Nuevo León.
Al hacer pública su simpatía con el grupo rebelde, el general Hinojosa se vio forzado a unirse al contingente con algunos miembros de su tropa en el Charco Escondido, los cuáles fueron recibidos con dianas en el campamento. Para entonces se les habían sumado personas diestras para la lucha de los “breñales,” monte conocido científicamente como matorral tamaulipeco. Emilio Parra y Abraham García, diestros en escaramuzas de breñales, dirigían dos grupos que cuidaban los entornos del campamento y servían de scouts para espiar al ejército de Rocha.
Narra don Ireneo Paz que las tropas rebeldes se hallaban en el Charco Escondido durante la víspera de la batalla que, según por otros documentos, fue el 13 de junio de 1870. El general Martínez dispuso que los soldados limpiaran sus armas antes de salir al día siguiente a buscar a las tropas de Rocha, que suponían se encontraban a dos jornadas de camino con 800 soldados de caballería y mil de infantería. Esa noche soñaban con una fácil victoria utilizando tácticas de guerrilla dentro de los “breñales.”
El chusco resultado de este enfrentamiento será contado en el próximo artículo.