Los inconformes con el sistema de competencia del futbol mexicano, finalmente accedieron a uno de sus antiguos anhelos: que se le diera calificación aprobatoria al final del torneo a lo clubes que observaran un mejor desempeño al término de lo que en este país se llama la fase regular. Como deseaban, fueron desaparecidos los grupos, por razones que nunca fueron bien definidas y se mantuvo un sistema de liguilla en el que accedieron los mejores ocho equipos de la competencia.
Hubo quien pugnaba porque el sistema se volviera europeo, es decir, premiar simplemente a quien tuviera una mayor acumulación de tantos estadísticos, como puntos, y en criterios de desempate goles a favor y en contra, triunfos en partidos entre sí, victorias de visitante y local.
Sin embargo, esta forma rígida de acreditar la hegemonía del torneo no la redituado mayores dividendos al sistema español, por ejemplo, donde únicamente dos equipos ya muy conocidos son los que riñen a muerte por obtener la corona y, con frecuencia, son los duelos que sostienen entre ellos los que definen quien es el que prevalece al final del torneo. Son máquinas monstruosas de hacer goles que han enfrentado la inconformidad de sus competidores, que los acusan de abusivos.
En el torneo ibérico ha habido intentos por cambiar el sistema de competencia. Hay quien se esmera por imponer un tope en las contrataciones para evitar que los ya conocidos lleguen a las últimas fechas como competidores solitarios. Así, dicen, el juego no tiene chiste.
Quizá les vendría bien una mexicanísima liguilla, que no es sistema inventado en este país, pero que sí le da colorido, lustre y sabor al torneo con una encerrona de cuatro llaves que juegan a visita recíproca y eliminación directa.
Hasta hace poco algunos sectores de la prensa, aficionados y hasta directivos denostaban al futbol azteca por ser complaciente, y permitir que prevaleciera la mediocridad en el sistema de tres grupos, en el que 18 equipos buscaban alguna de las ocho plazas disponibles para la fiesta.
De esta manera, un segundo lugar del grupo A avanzaba por ese sólo mérito estadístico y dejaba en el camino un cuarto lugar del B que lo superaba en puntos pero que tenía la mala fortuna de haber sido conjuntado con otras organizaciones que lo superaron en el conteo de la fase regular.
Con el rasero de la tabla general sin grupos, ahora los equipos del balompié tenochca ganaron en equidad. Por primera vez en décadas, llegaron los mejores ocho y comenzaron ya a luchar a muerte por avanzar hacia la instancia final.
El futbol mexicano, así, demuestra que si bien no es perfecto, siempre puede ser mejorado.