
Hay una tendencia natural en todo el mundo hacia dar a conocer eventos. La gente que incursiona en redes sociales explica en sus mensajes, principalmente, qué piensa y cómo se siente. Quieren que el mundo sepa que existen.
En los estadios donde hay partidos profesionales de futbol parece que ha surgido una inercia perniciosa en este sentido, con una expresión que no es mayoritaria, pero que sí tiene un preocupante incremento, relacionado con la necesidad de dar a conocer el punto de vista de una persona o grupo, con frecuencia, mediante la violencia.
La gente se ha inconformado en los estadios porque su equipo no marcha, con manifestaciones agresivas. Las rechiflas siempre han existido, pero los ataques, las riñas en las gradas, se dan a conocer, ahora, con inquietante repetición. Cierto, una de las razones de la sensación de frecuencia puede ser a la exposición instantánea de los acontecimientos mediante los dispositivos móviles que todo lo publican al instante. Eso da la sensación de incremento de los hechos.
Pero también hay una intensa necesidad de protagonismo, que parece que ocupa el ingenio de los muchachos que quieren delinquir con fines recreativos.
Uno de los puntos preocupantes que ha alcanzado la violencia como parte de los espectáculos deportivos ocurrió el pasado 1 de febrero en Monterrey, ciudad industrial ubicada al norte de México. Se jugó el llamado Clásico Norteño, entre los equipos Tigres y Rayados. Hubo empate sin goles. Los dos equipos andan muy mal en esta temporada.
Un muchacho, identificado como Ricardo Calderas Guevara medio mató a golpes a un seguidor de Tigres, identificado como Cruz Alvizo Domínguez. El agresor, luego, subió a su cuenta de Facebook la fotografía de su víctima, inconsciente y sangrante con su camisa amarilla y azul.
Calderas se tomó el tiempo de fotografiar al joven lesionado que convalecía en el piso, y promocionó su acción como una hazaña.
Para fortuna del futbol, el muchacho fue detenido recientemente por las autoridades de Nuevo León y será debidamente procesado.
Pero el hecho abrió el debate sobre los alcances de las conductas antisociales y la repercusión entre otras personas que podrían imitarlas, suponiendo que proporcionan una celebridad instantánea que podrá ser recordada por siempre, debido a los registros periodísticos que quedan en las hemerotecas y, actualmente, en las memorias cibernéticas.
En esta época, por la misma facilidad que hay para difundir mensajes, los aficionados que observan comportamientos impropios, han encontrado otras formas de ofender y de incomodar a sus vecinos y a los ciudadanos en general que asisten a sus denigrantes espectáculos: imitan voces de simios para mofarse de los jugadores de color, una moda que ha sido censurada en Europa y que es atacada ya con energía, por las autoridades deportivas en aquellas naciones.
También se usan redes sociales para amenazar y a amedrentar a personas que no son afines a sus gustos deportivos, una cuestión que habla de las necesidades de atención del emisor de esos desagradables mensajes y de su potencial acción criminal en un ambiente donde puede alcanzar notoriedad, aunque sea por medios abyectos.
Hay que tener cuidado con las redes sociales y educar a los jóvenes para que no las usen con fines innobles.