
Con la mira puesta en el domingo 4 de julio, pero con el reto de sacar a los electores a votar pese al clima de inseguridad, partidos políticos y candidatos iniciaron las campañas políticas en Tamaulipas el sábado 8 de mayo, estrenando nuevas reglas en una elección local.
Porque el año pasado, en los comicios federales, debutó por primera vez en el Estado una ley con la que el IFE reducía los tiempos de campaña y, sobre todo, el derroche de dinero en medios de comunicación para posicionar la imagen de candidatos y seducir a los votantes.
En un intento por evitar el dispendio de recursos (públicos) con campañas políticas que duraban hasta ocho meses, esta vez los contendientes tendrán desde 30 o menos, hasta 45 días, para vender sus propuestas, sobre todo al segmento de los indecisos y apáticos.
Porque a como está el horno ardiendo, el abstencionismo podría imponer récords nunca antes vistos en una elección para gobernador, alcaldes y diputaciones locales, simplemente porque la política y la función pública –en estos momentos– carecen de total y absoluta credibilidad.
Los tamaulipecos, esos que no son soldados o rehenes de siglas tricolores verdes, azules, amarillas, rojas o naranjas, están hartos de la violencia, el miedo y las amenazas telefónicas que reciben en sus hogares.
Hace tres meses, allá por enero y comienzos de febrero, la gente escuchaba sobre un acontecimiento violento dentro de una ciudad o en las carreteras, aludiendo a que le sucedió a una persona lejana, “amigo de un amigo”. Pero ahora los incidentes se viven en carne propia y no se puede tapar el sol con un dedo.
La incógnita es: la inseguridad que también se vive en Chihuahua, Zacatecas, Veracruz y Oaxaca, en donde habrá elecciones ¿a qué partido perjudicará?
Mientras los alcaldes y gobernadores priistas sientan en la silla de los acusados a la Federación que desplaza soldados, marinos y policías federales a los puntos neurálgicos, la población de entidades bajo regímenes panistas los acusa directamente. Y viceversa.
En Tamaulipas la imagen de Eugenio Hernández Flores, quien en diciembre de 2009 llegaba hasta los 8.5 de aceptación a su gobierno, en estos momentos tiene 7.2, nada mal para en el ejercicio de la función pública.
La moneda será lanzada al aire en busca de la gubernatura: Rodolfo Torre Cantú (alianza PRI, Verde y Panal) y José Julián Sacramento Garza (PAN). Y más abajo el doctor Alfonso De León Perales (Convergencia).
Por su lado Julio Almanza Armas, quien del PAN saltó al PRD porque se lo ordenó su patrón, el corrupto ex alcalde de Reynosa, Francisco García Cabeza de Vaca, cumplirá con el dicho: “mucho rudio y pocas nueces”.
Almanza Armas y Cabeza de Vaca, éste último quien parece se adueñó del PRD, buscan perjudicar las siglas azul y blanco.
Vienen semanas de promesas (ya empezó Sacramento Garza vendiendo la ilusión de eliminar la tenencia). Nada nuevo, cuando los candidatos sacan todos sus dotes de seductores para vender ilusiones, especialmente a los grupos con mayor rezago cultural, que son la mayoría en México.
Que gane el que sea –sería el clamor de ese 60 o más por ciento de los electores que acudirían a sufragar–, pero que vuelva la calma al Estado.
En ese ambiente ¿habrá todavía a quienes le interese ir a votar?