
Víctor Manuel Vucetich Rojas demostró que en el futbol no se requieren grandes cualidades para recibir atención. Como jugador, su apellido eslavo –heredado de su padre argentino, un exfutbolista que hizo fortuna y fama en España y en Tampico– fue suficiente para hacerlo destacar en una época de panzers en la defensa central, que tenían como gran virtud y mayor encomienda la de romper el juego, para evitar los avances. Vuce era rudo. Además del pedigrí del patronimio legado, tenia una gran melena afro, de moda en los 70, cuando pasó por el balompié, y un gran mostacho distintivo. Nunca fue convocado al Tri y una enfermedad estomacal lo retiró prematuramente.
Tiene poco más de 30 años en la dirección técnica y nunca ha sentido urgencia por los triunfos que, pese a ello, se le amontonan en la vitrina. Cuando uno charla con él, encuentra a un tipo inteligente, sobra decirlo, aunque en él destaca más el sentido común, el sano criterio, el juicio certero. Comprueba el tamaulipeco, chocantemente llamado Rey Midas, que la lógica puede encuadrarse en cualquier ámbito de la vida y no necesariamente en ecuaciones o en silogismos aristotélicos.
Ha entendido muy bien, por ejemplo, que el futbol, como la existencia, está regido por ciclos. Como las mareas que van y vienen con los giros de la tierra, Víctor Manuel ha sabido entrar y salir de los equipos, adaptarse al vaivén del mercado y estar vigente en el mercado. Ha sido un excelente surfeador que se ha trepado en olas vigorosas para armar buenos espectáculos, aunque también ha sido muchas veces defenestrado de los clubes.
En una ocasión me confió que lo que más le molestaba era que de los equipos en los que militaba como estratega, terminaban echándolo, en la mayoría de las veces, directivos que no saben siquiera que es la función de la media luna del área, que amanecen con colitis y toman determinaciones aconsejados por la úlcera que los avinagra.
Me confió, también, que el poco o mucho éxito que ha tenido en el futbol es la conjunción de buenos equipos compuestos por elementos que se conjuntan. Me dice que es muy extraño eso de acoplar un buen once, porque hay escuadras de grandes elementos que no pueden combinarse, y él ha sufrido esas formaciones estelares que no consiguen hilvanar una elemental pared afuera del área rival.
Y cuando consigue hacer un buen muégano de pupilos, compactándolos en un grupo competitivo, suele obtener buenos resultados. Siempre que le salen bien los números me ha dicho: Fueron los jugadores. Sabe que el balón pasa por sus pies y que ningún estratega va a hacer funcionar ninguna formación de incompetentes.
Actualmente atraviesa por una mala racha, rodeado de muy buenos futbolistas, como los que integran el club de futbol Monterrey. Ya ha tenido otras oportunidades con jugadores de peso, pero se ha tenido que ir por la cuestión de los puntos.
Me dijo con tristeza que está muy consciente que un día va a ser despedido de Rayados. Aunque ya les dio dos ligas, un día va a ser echado, la afición lo va a repudiar y va a ser aborrecido por la avidez mediática de sangre, por los periodistas nunca satisfechos de escándalo. Pero sabe que son estas las reglas del ingrato negocio.
Afortunadamente, Vuce ya demostró que tiene un doctorado en sentido común, ha acumulado un impresionante palmarés de diez finales sin derrota y en cuanto deje a La Pandilla muchos otros clubes se pelearán por sus servicios, por su sentido común.