Cuando me ofrecieron trabajar en Tamaulipas allá por el año 2002, no tenía la más mínima idea de donde me había metido, de hecho sólo venía por un año.
Es más nunca me imagine vivir el terror de esta aventura periodística, por fortuna sigo vivo y ya llevó 16 años en esta frontera violenta, más otro año que me la pasé en Nuevo Laredo.
Llegué solo a Matamoros, pero fue como un sueño, conquistar la frontera tamaulipeca y hacerla nuestra, Roberto Mora estaba en Nuevo Laredo, Hugo Jiménez en Reynosa y yo en la gran puerta de México.
De Matamoros solo tenía como referencia la banda de “Los Narcosatánicos” que encabezaba Adolfo de Jesús Constanzo y Sara Aldrete Villarreal allá por la primavera del año 1989 caso que le dio la vuelta al mundo tras la desaparición y muerte del estudiante estadounidense Mark Kilroy quien fue descuartizado en el rancho Santa Elena.
Un 14 de marzo del año 2003 la ciudad de Matamoros convulsionó en punto de las 8:00 horas y cuando apenas había puesto un pie en la redacción de El Mañana me avisaron que habían detenido a un líder del crimen organizado y que un intenso tiroteo se registraba por la avenida del Niño en la colonia Satélite.
Solo encontramos rastros de sangre y camionetas abandonadas y baleadas a lo largo de esa avenida, las madres de familia tuvieron una mañana de terror, pues cuando estaban por dejar a sus hijos en el kínder comenzó la balacera que duró un par de horas.
El 28 de junio del año 2010 teníamos una reunión los periodistas de Matamoros con el doctor Rodolfo Torre Cantú, la cita era en el desaparecido hotel Residencial de don Emigdio García, cita que nunca se llevó acabo, repentinamente todos salimos despavoridos, se nos avisó que Torre Cantú había sufrido un atentado y se cancelaba el almuerzo.
El asesinato de Rodolfo Torre Cantú ocurrió en Ciudad Victoria minutos antes de abordar el avión que lo traería a Matamoros.
Los teléfonos se bloquearon y los desaparecidos nexteles también quedaron sin señal y los cercanos al doctor Rodolfo Torre apagaron sus celulares y radios, el ambiente enmudeció hasta que los más privilegiados comenzaron a recibir correos con las fotos del magnicidio tamaulipeco.
Recuerdo que días antes entreviste a Rodolfo Torre Cantú en el periódico El Bravo de Matamoros, se me hizo un buen hombre, bien encausado, nada pretencioso, su aspecto era humilde, su saludo de mano y abrazo de despedida se me hizo de lo más cálido y humano.
Torre Cantú no parecía un político como los de ahora, usaba casi siempre pantalón de mezclilla o bien un pantalón kaki, andaba en botas que denotaban que había caminado muchos kilómetros, pues le encantaba andar pidiendo el voto casa por casa en casi todas las colonias de Matamoros.
He atestiguado cientos de historias truculentas, recibí amenazas de muerte, viví escoltado casi dos años, 16 policías (algunos de ellos ya murieron, otros fueron emboscados) me cuidaban en turnos de 24 por 48.
Me ha tocado estar en medio del fuego cruzado, me ha tocado ver caravanas del crimen organizado pasando por las calles de Matamoros, me han parado en varias ocasiones, sentí el miedo cuando me apuntaban a lo lejos con sus cuernos de chivo y sentí el frío del hierro de esos fusiles de asalto cuando me los colocaron en el pecho.
Estuve en la infernal balacera ocurrida el viernes negro de aquel 5 de noviembre del 2010 cuando la Marina dio muerte a un capo a escasas dos cuadras de la presidencia municipal de Matamoros fueron más de 12 horas de persecuciones, balaceras y narcobloqueos.
En una ocasión Juanito y Heliodoro (escoltas) me prestaron sus chalecos antibalas para sacar a mi hijo del colegio, pero cuando saque al “Agus”, vi el rostro de la impotencia y el terror en cada uno de los alumnos del Instituto, muchos de ellos lloraban mientras se aferraban a los barandales, a lo lejos se escuchaba el tableteo de las armas de alto poder.
Muchos de los niños esperaron en vano ser “rescatados”, pues sus padres quedaron varados por los narcobloqueos y otros hasta fueron despojados de sus unidades motrices.
Por fortuna siempre salí ileso, debo de confesar que lo que más me dolió fue perder a un amigo al periodista y director de El Mañana de Nuevo Laredo, Roberto Mora García con quien compartí un montón de aventuras en Monterrey.
El crimen de Mora Garcia ocurrió en la primavera del año 2004 para ser precisos un 19 de marzo, la madrugada de ese día recibió un total de 26 puñaladas unas en la espalda otras en el pecho y el resto en la cabeza.
Los trágicos hechos ocurrieron en la madrugada a las afueras de su casa en la colonia Jardín de ese puerto fronterizo, su camioneta apareció con las puertas abiertas y su cuerpo ensangrentado a unos 15 pasos de la unidad motriz.
Ello prueba que fue atacado e intentó escapar de sus agresores, pero las certeras puñaladas le impidieron salir con vida.
En aquel tiempo gobernaba Tomás Yarrington Ruvalcaba hoy preso en una cárcel de Italia y a la espera de ser extraditado para ser enjuiciado en Estados Unidos el procurador era Francisco Cayuela Villarreal, le llame a su celular y me contestó “entiendo tu malestar, pero estamos muy cerca de resolver el crimen de tu amigo”.
Cual fue mi sorpresa Cayuela Villarreal declaró a la prensa nacional e internacional que el crimen de Roberto Mora García tenía tintes pasionales y días más tarde presentaron a dos personas como las responsables del asesinato del periodista.
Nadie quedó conforme con esa declaración, uno de los detenidos era ciudadano americano y las cosas se le complicaron al gobierno de Tomás Yarrington Ruvalcaba y ambos detenidos confesaron ante el juez que fueron torturados por los agentes de Francisco Cayuela y negaron asesinar al periodista.
Surgieron más y más dudas, sobre todo cuando Mario Medina Vázquez uno de los presuntos asesinos de Roberto Mora aparece masacrado en el interior del penal donde estaba recluido con 88 puñaladas en su cuerpo y ahora si el caso quedó como hasta ahorita sin resolver.
Me tocaron los sexenios de Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores y Egidio Torre Cantú y también la cacería de la que fueron objeto Eugenio y Tomás hoy presos el primero en Ciudad Victoria y el segundo en Italia y ambos están a punto de ser extraditados a Estados Unidos para ser juzgados por diversos delitos como lavado de dinero y sus nexos con el crimen organizado.
Pero no todo fue sangre y muerte también me ha tocado sufrir de las inundaciones, tormentas y huracanes que dejaron a Matamoros con el agua hasta el cuello incluso en un par de ocasiones me tuve que quedar en la redacción.
“Ericka” y “Claudette” pegaron en el 2003, en el 2004 “Matthew”, en el 2005 “Emily”, “Erin” en el 2007 y como olvidar a “Dolly” en el 2008, después vinieron “Hermine” y el potente huracán “Alex” que dejó a su paso destrucción y muerte, finalmente llegó “Ingrid” en el 2013 y desde entonces ala fecha todo ha estado en aparente calma.
El problema no son los huracanes, ni sus categorías, el problema de Matamoros es que está a 3 metros sobre el nivel del mar y es la ciudad más plana de todo el país; en algunas zonas estamos a menos un metro bajo el nivel del mar.
Así es que con cualquier lluvia el pueblo se inunda, y ni se diga cuando se presenta una tromba o tormenta eléctrica el agua en las calles nos dura semanas y a veces meses.
Ningún político puede prometer que en su sexenio o trienio no se inundará Matamoros, eso es una utopía, así es que los matamorenses nos hemos acostumbrado a las inundaciones como también ya nos acostumbramos a los apagones que a veces duran días y en plena temporada de verano o invierno, lo bueno de la falta de energía eléctrica es que no mata, pero como molesta.
De los 17 años que llevó viviendo en la frontera de Tamaulipas, los últimos tres años lo he pasado en Reynosa, y pese a sus 86 kilómetros de distancia que nos separan, espero aguantar otros cinco años más y si no me alcanza una bala perdida lo más seguro es que me pensione y me vaya a vivir a mi terreno que tengo en el municipio de Zuazua, Nuevo León.
De cualquier manera agradezco a Hugo por invitarme a vivir esta aventura extrema en Matamoros y a Heriberto por confiar en mi y traerme de nuevo a Reynosa, espero que el próximo año las cosas cambien por el bien de la frontera tamaulipeca.