Cuando los primeros reporteros llagaron al lugar de la explosión, de inmediato elementos del Ejército Mexicano soltaron la versión que el gran desastre no había sido causado por una bomba, una grave posibilidad que mantuvo en pánico a la población las horas y días posteriores a la tragedia.
Quiere decir que los soldados ya son capaces de dictaminar, sin analizar materiales y escuchar las versiones de sobrevivientes y testigos, que los hechos ocurridos el jueves 15 de mayo a las 12:42 horas, fue causado por una acumulación de gas en un restaurante de comida china ubicado en esa plaza comercial.
Está bien que los elementos del Ejército Mexicano, la Marina Armada de México y la Policía Federal sean bien vistos por la población de Reynosa en su combate al crímen organizado, por el cual varios han sido muertos y heridos, pero no se vale que sin ningún sustento científico quieran hacerse pasar como peritos, pues como que pocos o nadie creerán su versión.
En estos tiempos de violencia extrema en diferentes regiones del país, donde Tamaulipas no es la excepción ni tampoco puede presumirse una sucursal del paraíso terrenal, la especulación es sin duda el deporte favorito.
Pues bien, los minutos y horas posteriores a la explosión que dejó tres muertos y 15 heridos -entre ellos un menor de seis meses con quemaduras de consideración-, las versiones sobre la detonación de un potente explosivo liberalmente corrió como reguero de pólvora en las redes sociales.
Esta hipótesis, aclarando que tampoco los “facebooqueros” y “twitteros” tampoco son expertos en la materia, se debió porque ninguno de los testigos o heridos percibió previamente un fuerte olor a gas, supuestamente acumulado en un restaurante de comida china ubicado en un local.
La sospecha de que el gas no ocasionó ese desastre material y humano fue mayor cuando volaban los helicópteros de la Marina por encima de los escombros, además de que el estallido fue a menos de 200 metros de la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) sobre el bulevar Hidalgo, frecuentemente blanco de disparos.
Y peor todavía en cuanto a avivar las especulaciones de que fue un artefacto explosivo la causa: apenas dos días antes, el martes 13, el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, estuvo en Reynosa para anunciar una nueva estrategia del ejecutivo federal para la seguridad de Tamaulipas. ¿Así o más peinada?
A propósito de esa reunión que tuvo lugar en el Centro Cultural Reynosa, junto a la laguna La Escondida, fue extraño ver que no fue invitado a la encerrona el alcalde Pepe Elías Leal, a quien solamente se le permitió estar presente en el acto oficial cuando entraron los representantes de los medios de comunicación.
Está bien que la reunión previa al más alto nivel era privada, con el gobernador Egidio Torre Cantú y los secretarios de la Marina y el Ejército Mexicano, pero que tampoco Pepe Elías haya estado subido en el estrado también causó extrañeza pues, en cambio, sí estaba en un extremo el diputado Ramiro Ramos, líder del Congreso del Estado.
Basta recordar que en la mayoría de los actos oficiales, cuando viene el gobernador en gira con un secretario del gabinete de Enrique Peña Nieto, o el director de una paraestatal como Pemex o CFE, el alcalde en turno siempre tiene un lugar privilegiado. No relegado y esperando casi una hora para que -¡por fin!- le permitieran pasar.
Al final, cuando ya todos estaban bien sentaditos y contentitos, fue muy extraño ver que funcionarios del Ayuntamiento fueron llevados de relleno como público, para que el acto no se viera desairado.
También nadie explicó por qué, una noche anterior, un comunicado oficial afirmaba que vendrían a Reynosa los gobernadores de Nuevo León, San Luis Potosí y Coahuila… y ni sus luces.
Mejor así, porque en los noticieros nacionales de Joaquín López-Dóriga y Javier Alatorre solamente se veían junto a Osorio Chong, Torre Cantú, además de los secretarios del Ejército y la Marina, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.
El domingo 16 de mayo se llevaría a cabo la elección del presidente nacional del Partido Acción Nacional y, dependiendo de sus resultados, se verá el futuro de Tamaulipas rumbo a las elecciones federales del próximo año, pero sobre todo de 2016 cuando sea la sucesión del gobernador y se renueven las alcaldías.
Porque de ganar Gustavo Madero Muñoz, entonces las posibilidades de Leticia Salazar Vázquez y de Carlos Canturosas, alcaldes albiazules de Matamoros y Nuevo Laredo, respectivamente, subirán como la espuma en busca de la candidatura al ejecutivo estatal.
Pero si triunfa Ernesto Cordero Arroyo la situación cambia drásticamente, porque el único panista de peso que lo apoya es el corrupto senador y exalcalde de Reynosa, Francisco García Cabeza de Vaca.
Otros que quedarán en el cielo si gana Madero Muñoz son los diputados federales de Matamoros: Ramón Sampayo Ortiz y Carlos García González, y el de Reynosa: Humberto Prieto Herrera.
El legislador local panista que anda de “mírame y no me toques” es el reynosense es Francisco Javier Garza de Coss, luego que el TRIFE le sacó la tarjeta roja y le suspendió tres años todos sus derechos como militante de su partido.
El tema tiene que ver con una denuncia que interpuso Cabeza de Vaca en su contra por supuestos malos manejos cuando Garza de Coss fue dirigente estatal del PAN. La cosa está que echa chispas.
En la trinchera del PRI sus miembros dan poco de qué hablar. Y sabrá Dios si eso es bueno o malo en estas instancias, a casi un año de las elecciones donde el tricolor irá por la revancha para intentar recuperar el Distrito II que perdió en 2012 con Reynaldo Garza.
Se dice que en la recta final llegarán solamente Ernesto Robinson Terán, diputado local y con la bendición de Pepe Elías, y el secretario de Desarrollo Rural, Carlos Solís Gómez, bajo el manto de Torre Cantú.
