
Facebook hizo a Mark Zuckerberg el multimillonario más joven de la historia. Pareciera que importó más la consecuencia de su invento en lo personal, que el impacto en la sociedad. Este invento diabólico de voyeurismo y exhibicionismo parece significar una revolución en las relaciones humanas, como en su tiempo lo fue el invento del teléfono.
Hay que decir hasta nunca a las conversaciones importantes cara a cara. El celular acortó distancias entre la gente, pero distanció sus almas. El FB amenaza con acabar el espíritu gregario que nos alienta desde siempre. Las profecías se acarician como sueños ominosos. El corazón artificial Jarvik 7 sustituirá al amor.
El futbol también sufre y goza con esta veleidosa figura de interacción que acapara la atención de los jóvenes y los convierte en adictos a una pantalla. Los equipos emplean la ciber herramienta para dar novedades y estar a tono con la chaviza. Pero también la chaviza usa sus páginas para establecer sus propias tesis con respecto al futbol.
Nunca, como ahora, los usuarios de la red se conectan entre sí en un modo instantáneo. El efecto, ahora, multiplica los efectos que el futbol tiene sobre los aficionados.
Hubo un tiempo, anterior al de la supercarretera de la información, en el que los conciliábulos futboleros ocurrían en el barrio, en el llano, en la cantina, en la casa. Las personas podían intercambiar opiniones cuando se encontraban. Si acaso, trascendía con otros camaradas tal o cuál punto de vista, anécdota, estadística aprendida. Y la retroalimentación demoraba días, semanas, o si acaso, en encuentros afortunados, horas. Pero por lo general, la emoción del futbol extracancha se vivía en un intercambio directo y con público limitado.
Ahora el futbol se difunde a la velocidad de un clic. América, uno de los equipos más seguidos de México, ha tenido un palmarés considerable de campeonatos, más de diez de liga, si mal no recuerdo. Pero ganó la mayoría en tiempos previos al Internet.
Ahora que tienen vacas flacas en el establo, sus adversarios se ensañan, olvidando su historia. Lo que importa es el ahora, lo instantáneo.
Viajé a Monterrey en fin de semana y vi el Clásico del Norte 93. No sé si ustedes han estado en uno de esos encuentros. La fiesta es formidable. En este partido que terminó en empate sin goles entre Tigres y Rayados, hubo más emoción en la red, por los cruces de ingeniosas puyas entre los bandos contrarios.
Hay un fenómeno curioso en esa ciudad. Monterrey tiene cuatro títulos y Tigres dos. Pero los Rayados presumen sus dos estrellas más como si tuvieran los 30 del Barza. Los felinos, equipo de la Universidad Autónoma de Nuevo León, tuvieron una hegemonía sobre Rayados durante unos 40 años. No es campeón desde 1982. La sequía ahora los condena.
En los últimos 10 años, Monterrey ha obtenido tres campeonatos. Los últimos dos en las pasadas tres temporadas. Ocurre que La Pandilla, como le llaman a los regios de rayas, han alzado sus copas en tiempos de Internet. De esta manera la resonancia de sus victorias es apabullante para los rivales, en este caso el otro equipo de esa ciudad.
Monterrey, igual que otros equipos que comienzan a surgir, son de los beneficiados por la explosión de Facebook, les ha tocado la suerte de encontrar el poderoso aliado cibernético para presumir, alardear, vitorear el preciso instante en que alzan la copa.
Consecuencias insospechadas de los avances de la tecnología.