
Cuentan que en un pueblo, la gente se emocionó con la llegada del primer cineproyector y que cuando pasaron la película de Un Romance en el Sahara, la gente salió de ahí en un grito de tristeza, cuando al final al héroe lo matan por salvar a la dama, y el amor no se puede consumar. A la semana siguiente, llevaron una película de vaqueros y el público por poco quema la sala cuando se dio cuenta de que el muchacho de la película era el mismo beduino que se había muerto en el estrujante drama que acababan de sufrir.
Fue designado ya, como seleccionador nacional, José Manuel de la Torre, el famoso Chepo, que ya ha encontrado en el futbol mexicano, en el transcurso de algunas temporadas, una consagración que a otros les tarda en llegar 30 años y que, algunos más, no consiguen nunca. Tuvo un debut discreto el pasado 9 de febrero frente a Bosnia en Estados Unidos. Derrotó a los balcánicos sin problema.
Pero el encuentro no era importante. De hecho fue bastante intrascendente. Sirvió como la presentación del entrenador al mundo. No hubiera desentonado si antes del juego hubiera bailado La Ultima Muñeca, para mostrarlo en sociedad. Vio jugadores de su equipo, como dijo, pero en verdad el encuentro tuvo como fin despresurizarlo, asentarlo en la posición e hinchar las arcas de la federación. Y tuvo un concentrado de emociones muy reducido.
Me llama la atención cómo la hinchada mexicana se emociona con las novedades de su equipo. Es necesario decir que esta es una tendencia universal. El analista checo Fukutake, en su disertación del año 99 en Lausana, lanzó un llamado de alerta a los directivos del balompié en el mundo. Señalaba que las encuestas y los algoritmos indicaban que el público comenzaba a perder la inocencia después de un siglo de futbol y que los premios de los fans a los clubes se basarían en los años próximos en méritos, y conquistas, no en contrataciones espectaculares.
Se genera, desde ahora, una enorme expectativa con De la Torre al frente del equipo nacional. Pero no es, en nada, diferente de las ansias incubadas cuando llegaron Mejía Barón, La Puente, Aguirre y La Volpe. No se puede reinventar nada en un deporte tan limitado, pero, afortunadamente para el marketing, todo en el futbol es nuevo en cada semana, en cada temporada, en cada mundial.
Se puede anticipar ahora la trayectoria del Chepo como la del Sol en el cielo. Comenzará a tomar fuelle y confort en la silla eléctrica del DT. Conquistará algunos torneos menores como las copas de oro y del rey y otros inventados para la comercialización. Siempre hay posibilidad de alzar la Copa América. Pero muy difícilmente llegarán al final del proceso mundialista.
Como suele ocurrir en estos lares, de expectativas cortoplacistas, en algún tramo de la ruta encontrará un accidente en la vía y se descarrilará. Y por su carácter explosivo, pronto colisionará con los fastidiosos chicos de la prensa que, guste o no, sea justo o injusto, quitan y ponen entrenadores.
Es descomunal la presión para el entrenador del Tri, un empleo tan complicado comprable, quizá, con la del procurador general de la República.
Todo el país se emociona con la película del árabe salvador. Pronto descubrirán que ya lo han visto en otros culebrones y se desencantarán. Esta película del entrenador nuevo ya la he visto muchas veces. Y el final siempre es trágico.