
Samuel Eto’o es el mejor futbolista que ha visto la luz en el Continente Africano. Nacido en Camerún, brilló en el Barcelona de España y actualmente busca cerrar su carrera con dignidad en el Everton de Inglaterra.
Fue medalla de oro en las olimpiadas de Sindey 2000. Es un delantero rápido y extremadamente talentoso. Pero es una pesadilla para los entrenadores. En las pasadas dos copas del mundo, defendiendo la casaca de su país, tuvo una participación desastrosa, marcada por su indisciplina táctica. Es tan bueno y se tiene tanta confianza, que pensaba que él solo, bajando hasta la zona defensiva, podía tomar la pelota para acarrearla hasta el área contraria. Claro que nunca consiguió nada con esa forma silvestre de deambular en la cancha.
Pienso en El Chacal cuando veo a Jorge Vergara dueño plenipotenciario del club mexicano Chivas, de la ciudad de Guadalajara, en Jalisco. Vergara Madrigal es un hombre extraordinariamente exitoso en el área de negocios, con la empresa Omnilife que él creó, y ha hecho crecer hasta la estratósfera.
Pero su habilidad como empresario es inversamente proporcional al talento que demuestra como directivo futbolero. Eso es lo que se ve. Hay detalles íntimos de la dirección de las firmas que maneja pero, en lo que se aprecia, el magnate de los productos naturistas ha provocado la ruina deportiva del que es el más tradicional de los equipos de México, al que compró en el 2002.
Su estilo gerencial para dirigir al Rebaño ha comprobado reiteradamente su fracaso. Impone directores técnicos y presidentes, pero es él quien tiene la última palabra. Le da libertad a sus empleados, pero el control de los procesos lo mantiene, pese a desconocer de procesos. Y, al final, cuando hay errores, por lo general terminan pagándolos quienes, en apariencia, debieran tomar las decisiones.
Lleva 24 entrenadores a lo largo de 12 años al frente de Chivas. Un director técnico por semestre, es el promedio de duración, antes de decapitar al elegido. La estadística es reveladora. No hay continuidad, no hay pericia, no hay conocimiento ni un intento por establecer un liderazgo permanente para sentar bases, la cimentación de un plan para el despegue.
Cada vez que comienza a erigirse una estrategia, termina desmoronándose, porque Vergara es el que decide las contrataciones de jugadores que, claro, son propuestas por sus presidentes. Y no tiene tino. Todos sus presidentes salen echando pestes. Johan Cruyff, un dios del futbol, dejó decepcionado la administración deportiva del equipo.
Ahora, Néstor de la Torre llega como presidente del club. Lo seguirá como adiestrador su hermano José Manuel.
Néstor ya dijo, de entrada, que la institución implosionó. Al interior, no hay cohesión. El desánimo es viral y la incertidumbre contagiosa. Se encuentra el equipo en un proceso de descomposición interna, que ha consumido ya sus órganos vitales y le ha robado toda vitalidad. Urge revivir al moribundo. Chivas ya dejó de ser un paciente enfermizo y entró en una dolorosa fase terminal.
No es necesario hacer una encuesta, ni consultar al Oráculo del futbol para conocer al responsable del desastre. Todos voltean hacia Jorge, porque a base de una perseverancia que ya se convirtió en necedad empedernida, decidió darle rotación permanente a los puestos estratégicos, como el de director técnico, jugando una tómbola absurda, en la que espera, algún día, encontrar al príncipe azul que rescate a la franquicia.
O tal vez espera que el hada del futbol toque con el dedo mágico la piocha de la chiva para remediar sus males oncológicos que le carcomen el hígado y el intestino.
O tal vez no espera nada más que el desenlace fatal, en el que se ve inscrito 1ra. A en el horizonte.