En la polémica conferencia de prensa del 25 de marzo, Nery Castillo evidenció los complejos del mexicano. Él nació aquí por accidente, pero es mucho menos mexicano que, por ejemplo, Sinha, brasileño naturalizado, que ha asimilado como propia la casaca tricolor y ha reconocido, sin decirlo, que su formación profesional ocurrió en México, país al que le debe familia y trabajo.
Castillo es un uruguayo que se ha desarrollado profesionalmente en Europa y se dio a conocer en el nada espectacular futbol griego. Ha recorrido el planeta y sus habilidades están muy por encima de las oportunidades que ha tenido. Es un sobresaliente jugador que merece mejor suerte en la cancha. Tiene un estándar de juego suficiente para jugar en cualquier equipo grande.
Pero con las recientes declaraciones evidencia que su destreza con los pies supera, con mucho, la de su cerebro.
Cuando los reporteros le cuestionaron su discreta actuación con el Tri, desde que fue convocado por vez primera, despotricó. Se observa en la conferencia de prensa que traía la palabras atoradas en la garganta desde hace tiempo, que esperaba la primera oportunidad para decirlas. Su frase lapidaria se vio como un texto preparado. Le espetó al reportero: “La diferencia es que tú no estás en Europa y yo sí”.
Lo que quiso decir es: yo, futbolista profesional joven, famoso y millonario, tengo éxito y reconocimiento, y vivo en Europa, mientras tú, podrido reporterito, estás aquí adorándome con tu micrófono y vives en este país de cucarachas llamado México, que será tu tumba y destino.
¿Realmente es tan repugnante vivir en México? ¿Es un triunfo vivir en Europa?
Hubo un tiempo en el que la juventud mexicana vivía comprometida por el obligado viaje al Continente Viejo. La aventura ultramarina aportaba chachet y misterio. Pero el Internet obligó al glamour a reinventarse. El jet set se acabó con los paquetes de viajero y los traveler checks. Ahora cualquier asalariado con un ahorrito y el aguinaldo puede vacacionar en Madrid en Semana Santa.
Nery está desfasado y se comporta como un lactante de 25 años. Se durmió en el tiempo que su papá era goleador con el Potosino, allá en la lejana y cursi década perdida de los 80, y despertó en tiempos en que el PRI fue derrocado. Pero parece que padece amnesia selectiva, muy propia de los políticos y de los imprudentes. Tal vez usa para dominguear aquí una camisa que le regaló López Portillo con la leyenda: “La solución somos todos”.
No ha vivido en México, pero optó por el equipo tricolor cuando se le abría la posibilidad de decidir por la camiseta helénica y la uruguaya. Con lo dicho, parece que eligió al Tri por negocio. El chamaco superdotado no sabe cuál es su patria. Cree que el mexicano aún toma cerveza acuclillado. Que se retuerce de envidia ante los fulgores del extranjerismo y babea frente al televisor anhelando el mundo globalizado.
Ni siquiera Hugo Sánchez se atrevió a denostar a la prensa como él lo hizo. Hugo, el más macho y bocón de todos los futbolistas mexicanos, siempre mantuvo pulcro el honor por la patria y tuvo la sabiduría para responder con filo y presteza los embates de la prensa.
¿Qué quería Castillo? ¿Que se le aplaudiera por sus resultados medianos con la Selección? ¿Qué se le adorara por su carisma? El periodismo es crítico, rudo por naturaleza, como diría el maestro Scherer.
Ahora resulta, de acuerdo al dicho de Castillo, que no puede ser analista de futbol quien no lo ha jugado profesionalmente. Que no puedes ser crítico literario quien no ha escrito un libro. ¿Ningún periodista de espectáculos puede mirar a los ojos a Felipe Cazals porque nadie ha producido una película?
Pobre Nery. Este muchacho es el que representa al mexicano como país. Pobres de los mediocres aficionados que no están a su altura europea.