José Luis Sánchez Solá convulsionó a México porque se atrevió a hacer lo que nadie: ser él mismo.
En un país limitado por los moldes impuestos por la conquista contracultural norteamericana, el Chelís enseñó a todos que la búsqueda es al interior.
Los chicos alguna vez han soñado con cortarse el cabello como Beckam, o ceñirse las camisas como Cristiano Ronaldo o conquistar a la top model como Del Piero. Ahora hay otra figura aspiracional, ésta del mercado doméstico, que ha enseñado un poco de moda y mucho de convencimiento, sin haberse convertido en mañosa propaganda oficial o manipulador slogan de partido.
El entrenador del Puebla vino a refrescar el futbol nacional con gordos brochazos de autenticidad. La facha del Chelís ya parece tender hacia la pose, y el estilo comienza a repetirse por ser estudiado y exhibido en todas las pantallas de televisión y en los diarios de la nación.
Pero nada de eso demerita la trepidación que provocó Sánchez Solá en este torneo Clausura 09, en el que llevó a los Camoteros a la semifinal, y los tuvo a cinco minutos de accederlos a la serie del campeonato.
Con una nómina de tres pesos consiguió sacar al equipo de las pantanosas profundidades del descenso, hasta encumbrarlo hasta las mayores alturas de este campeonato mexicano, que nunca se ha distinguido por brillante, pero si por excluyente (dicho sea refiriéndome a motivos estrictamente deportivos. Cuando únicamente Toluca y Pachuca acceden al festejo, los emproblemados poblanos se cuelan y arman un alboroto).
Y no tiene nada de extraordinario, el pelón mágico. En este torneo que pasó ganó 7 veces, perdió 6 y empató 5. En cuartos de final echó a Rayados y en semifinales sucumbió ante Pumas. Pero Puebla es ya el equipo de la temporada y su técnico el hombre del momento, el estratega sensación del escenario futbolero azteca.
Parece ser que la fórmula del poblano de 50 años de edad, es un batidillo de sentido común y motivación. Como él mismo lo ha dicho, nunca fue jugador profesional. Se ha dedicado a enderezar su negocio de joyería. Y ahora que ha llegado al futbol lo ha hecho con un desparpajo que parece heroico. Nadie apuesta en México a ser él mismo. La mayoría de los entrenadores sucumben al marketing, al rating, a la desperada necesidad de colocarse en un equipo. No es sencillo ocupar un puesto en la baraja de 18 opciones de primera división, cuando hay centenares de ex jugadores haciendo fila esperando una oportunidad. Y este calvo deschavetado ya le aventó el arpa a la directiva, porque no está de acuerdo con las broncas administrativas de los dueños.
En sus partidos juega con el marcador y el reloj, y arenga a sus muchachos a calar la bayoneta. Pero su tren motivador luce arrollador. Parece imposible que alguien pueda hacer protagonistas a jugadores que se llamen el Cheroqui Pérez, Zamba Rosas, Principito Núñez, o a los resucitados Daniel Osorno, Felipe Ayala y Duilio César Jean Pierre Davino.
Antes del Chelís el Puebla era un equipo achacoso, desahuciado, huésped permanente del sótano, y candidato indiscutible al descenso. No se han liberado de sus problemas. Aún tienen que remar la temporada que sigue y las que vienen. Un bache y pueden otra vez meterse en aguas profundas.
Pero ahora, por lo menos hay personalidad, carácter, un guía que le ha quitado la idea fatalista a sus jugadores, que ya no ven únicamente hacia abajo, buscando salvarse del averno. Con el Chelís ya tienen, por lo menos, esperanza y el espíritu deportivo que los había abandonado.