Para la iglesia católica el papa es el máximo jerarca, es el sucesor de Pedro, el siervo de los siervos de Dios, el Pontífice Supremo de la Iglesia Universal, entre otros muchos otros calificativos que lo aderezan. Se cree que el término Papa es un acrónimo de Pedro Apóstol, Príncipe de los Apóstoles, lo que significa que tiene el importante cargo de ser el representante del supremo en la tierra según la tradición religiosa.
Según el portal especializado en derecho canónico, Inus Canonicum, dice que el gobierno que ejerce el Papa tiene la facultad de realizar los actos de gobierno eclesiástico necesarios o convenientes para el bien de la Iglesia, por ejemplo, tiene el mando para ordenar obispos, establecer diócesis u otras estructuras pastorales para la atención de los fieles, promulgar leyes para toda la Iglesia, aprobar institutos religiosos supra diocesanos, etc. Este nos dice también que el Papa ejerce su gobierno supremo de distintas maneras, según las circunstancias y los tiempos. En la Iglesia latina nombra directamente a los obispos, mientras que en las Iglesias orientales confirma la elección del obispo realizada por el sínodo local. La designación directa por el Papa se implantó en Occidente para evitar las frecuentes injerencias del poder civil. En todo caso, son el bien, la utilidad o la necesidad de la Iglesia universal las que determinan en cada momento histórico la oportunidad de los modos de ejercer la autoridad, según la prudencia pastoral. El primado del Papa tiene, por lo tanto, un contenido inmutable, que corresponde a su misión.
El Papa, de manera muy especial impone dos veces al año la “Urbi et orbi”, la bendición papal. Ésta tiene la finalidad de otorgar la remisión por las penas debidas por pecados ya perdonados, es decir, confiere una indulgencia plenaria. Después de haberse confesado, de haber comulgado, hacer penitencia y no haber caído en pecado mortal, con esta bendición vuelve a estar en gracia, incluso se cree que esta bendición tiene efectos en toda aquella persona que la reciba de manera presencial o a través de algún medio de información.
El presidente Andrés Manuel López Obrador es el máximo jerarca de la que denominó “Cuarta transformación”, algo que engloba más que una ideología, un pensamiento o un conjunto de personas que se aglutinan en un partido político como lo es Morena. AMLO se ha convertido para sus seguidores -que valga decirlo, son más de la mitad de los votantes de este país- en la autoridad moral que dicta, manda y ejerce el poder, el que quita y pone, el portador del poder divino que solo lo confiere el pueblo, el que tiene la potestad de decir qué está bien y qué está mal, el que tiene el poder de recomendar y heredar funcionarios que no solo le darían continuidad a su movimiento, también avalarían directa e indirectamente las acciones de su gobierno al ser ratificados o puestos en áreas de importancia.
En este contexto, quienes obviamente recibieron la bendición del máximo jerarca ya sea para seguir en sus funciones o emigrar a puestos claves de primer nivel, fueron Rogelio Eduardo Ramírez de la O, Alicia Bárcena, Marcelo Ebrard, Raquel Buenrostro Sánchez, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, Ariadna Montiel, Zoé Robledo, Marath Baruch Bolaños. Ahora bien, según un reportaje exclusivo del portal La Política Online, quienes esperan esa bendición son el General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, quien busca su permanencia en el cargo sustentado en la tesis de la continuidad de los proyectos importantes del obradorato: el Tren Maya y la consolidación del AIFA, algo no solo inédito, sino sorprendente de ser así. LPO también nos dice que lo mismo buscan Octavio Romero, de PEMEX y Manuel Barlett de la CFE, ambos buscan la bendición del presidente para lograr la tan anhelada continuidad.
Es un secreto a voces que el presidente tenía cierta animadversión por el consentido de la presidenta electa Claudia Sheinbaum. El maestro Omar García Harfuch no contaba con sus simpatías, es más, se especula que esa fue la verdadera razón por la cual no llegó a ser candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de México, a la postre Clara Brugada fue ungida y electa.
Doña Claudia siempre se impuso, ella era la candidata de la continuidad y llevaba mano, lo eligió candidato al Senado y lo escogió para ser un poderoso secretario en su próximo gobierno. Pero había algo que calaba, que incomodaba, que no se podía dejar de lado, era como caminar a gusto, pero con una pequeña piedra en el zapato, la “Urbi et orbi” del Papa Andrés. La única forma de tranquilizar a los puros de Morena, al ala radical, de mandar una señal a los que tenían ganas de permanecer y a sus malquerientes. El 7 de agosto llegó el momento esperado, se dice que fue un encuentro fuera de agenda en el despacho presidencial. Platicaron, intercambiaron puntos de vista, hubo elogios de las dos partes y recibió la bendición. Lo comunico el próximo secretario con una foto a través de la plataforma x.com con un mensaje corto y sutil: “Gracias Sr. Presidente @lopezobrador_ !”.
Ahora sí, Omar tiene el camino pavimentado para seguir la ruta que ha delineado junto a su jefa Claudia, ya no hay nada que se lo impida: recibió la bendición del Pontífice Supremo del pueblo.
De ese tamaño es la importancia de AMLO para el movimiento, para sus seguidores y para el próximo gobierno, como el Papa en la iglesia, López Obrador ejerce su gobierno supremo de distintas maneras, según las circunstancias y los tiempos.
Claudia es inteligente, y lo demuestra permitiendo este tipo de rituales, ella no se va a equivocar como lo han hecho sus antecesores, no va a permitir un parto de su gobierno con complicaciones, no le ganará la soberbia, por lo menos no en esta etapa en la que cada movimiento debe ser tan fino como una jugada de ajedrez.
Hoy por hoy, el Papa Andrés es quien lleva la batuta, el que purifica, el que tiene el termómetro de la sucesión, por lo tanto, el que sabe cuándo enfriar y cuando permitir que la espuma se derrame.
Reenviado
Se apresuraban los presidentes de México, el entrante y el saliente. -Cuando recibas la banda presidencial quiero que en tu discurso me agradezcas, que elogies mi gobierno y que pidas que sea recordado como un estadista, como un benefactor del pueblo y como alguien que pasará a la historia como el gran presidente de los últimos tiempos-, claro que sí señor presidente, así será -contestó el entrante-.
Recibió la banda presidencial, dio las gracias y anunció una nueva era en la vida política de México. El presidente saliente notablemente molesto le reprochó: -no hiciste lo que te pedí, me habías dicho que si… -Claro, en ese momento usted todavía era el jefe, ahora soy yo, -contesto con una sonrisa cándida el presidente entrante-.