Con el perdón de la abuelas por modificar la frase pero la ocasión lo amerita, así que ahí va: todos sabemos que la mejor manera de conquistar a un pueblo es por medio del estómago.
Nuestra querida y lastimada región noreste, especialmente la frontera, necesita con urgencia revivir en el ámbito social y cultural aprovechando que hoy podemos tener la esperanza de que azotes como la delincuencia y la pandemia del Covid-19 están empezando a replegarse.
Los norestenses necesitan recuperar la calle, reencontrarse en las plazas públicas, ver a sus hijos correr y jugar libres, felices y sin miedo.
Cualquiera con dos dedos de inteligencia sabe que esto se logra únicamente por medio de la cultura y la convivencia comunal.
Las autoridades y muchas -y muy valiosas- organizaciones sociales tamaulipecas están haciendo su parte organizando eventos culturales, adecuando espacios, rescatando los que ya había pero fueron criminalmente abandonados por ese cáncer llamado el cabecismo.
Sin embargo falta algo, la chispa adecuada que ayude a detonar el rescate de la convivencia social en esta frontera.
Acabo de leer un magnífico artículo del maestro Fortino Cisneros Calzada quien propone la organización de un Festival del Cabrito en Reynosa.
Este evento, que podría ser en el formato de un concurso de rescate de recetas y preparaciones tradicionales de esta tierra usando como base al noble chivo, quedaría perfecto durante las celebraciones de la fundación de la ciudad.
Coincido con mi colega y director Heriberto Deándar Robinson que al organizar ese evento, las autoridades municipales matarían dos pájaros de un solo tiro, pues estarían recuperando tradiciones y la convivencia familiar ¿qué más pueden pedir?
El principal problema de Reynosa es que quienes aquí viven no la quieren y no es su culpa, pues es imposible sentir afecto por lo que no se conoce.
Al ser un polo de migración de personas que solo buscan un mejor de su futuro, quienes han llegado a esta ciudad lo hacen con otras tradiciones, otras ideas, otras nostalgias.
Por eso es importante mostrarle a todos, los nuevos y los de siempre, lo bellas que son nuestras tradiciones, enamorarlos con nuestras costumbres y la manera más sencilla es hacerlo por medio del estómago.
Reynosa ya no es de quienes aún tienen en sus botas polvos del Charco Escondido, ya pertenece al que viaja en la Ruta Granjas, al que cada fin de semana en el auto lavado le quita el lodo de los baches de la Chicho a su pick up regularizada.
Todos ellos -todos nosotros- necesitamos volver a querer a este generoso pedazo de tierra para así poder empezar a cuidarlo.
Conocer las tradiciones ayuda a enamorarse de una cultura, y un festival de este tipo es el pretexto perfecto para empezar un lindo noviazgo entre Reynosa y sus habitantes.